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Martes 02 de Enero de 2007
 
 
 
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  POLITICA Y REALIDAD
LOS CIRCUITOS TIENDEN A REPETIRSE. Y SI EL OBJETIVO PRIMERO ES LLEGAR AL PODER, SUCEDE CON FRECUENCIA QUE LUEGO EL PODER SUELE CONVERTIRSE EN EL VALOR MAXIMO, REALIMENTANDO EL CICLO. CUANTO MAS RUEDA ESTE CICLO, MAS SE VACIA LA POLITICA.
 
 

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La política tiene mucho de ilusionismo. Pero, a la vez, es la más realista de las actividades humanas.
Tarde o temprano, la realidad se impone. Aun cuando sea descripta de tantas formas diferentes que haga suponer -otra vez- en que todas tienen algo de imaginación.
Esta aparente contradicción es posible por la complejidad de los procesos ligados con el poder. En términos políticos actuales, esto equivale a lograr el voto de una mayoría relativa, llegar a conducir el Estado y ejercer en consecuencia la facultad de imponer la propia voluntad en un territorio y a una población determinados.
Pero los circuitos tienden a repetirse. Y si el objetivo primero es llegar al poder, sucede con frecuencia que en una instancia posterior el poder suele convertirse en el valor máximo, realimentando un ciclo que resulta útil sólo al puñado de personas que controlan los hilos que les permiten reproducir autoridad. Cuanto más rueda este ciclo, más se vacía la política.
En su dimensión de ciencia social, se estudian como componentes de la política dos fases: la agonal, en la que todo es lucha por el poder, y la arquitectónica, que representa construcción de poder desde el lugar de que se dispone. Una y otra no se presentan en forma aislada, sino que se integran en una cupla, al estilo a las dos caras de una moneda.
En Río Negro, durante años el radicalismo viene ejerciendo el poder y, a la vez, ese mismo ejercicio es el que le ha permitido constituir las condiciones propicias para ser reelegido y mantenerse -período tras período-al frente del gobierno, desde 1983 hasta la fecha.
Herramienta fundamental de la fase agonal, el marketing político hace que los dirigentes radicales presenten ese fenómeno como producto de una en apariencia impoluta “voluntad popular”, aun cuando no resulta un misterio para nadie que la manipulación preelectoral ha sido una herramienta cultivada con devoción por las sucesivas gestiones en la provincia.
Otra manera mucho menos ingenua de ver las cosas es intentar contrastar ese discurso político con la realidad, y esto permite advertir la inmensa diferencia que existe entre el modo en que la gente ligada al gobierno dice que las cosas son, respecto del modo en que pueden verse realmente mirándolas “desde el llano”.
La dicotomía se parece a la broma que acostumbramos usar los argentinos para reírnos de nuestra forma de ser y de la penosa imagen que algunos de nuestros connacionales nos han hecho ganar en el resto de los países de América: “El mejor negocio es comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que dice que vale”.
Así, si uno escucha a Miguel Saiz o a sus dos antecesores inmediatos, Río Negro es algo así como un paraíso en la tierra, y -además- lo es por mérito de ellos y de sus colaboradores.
Pero a la hora de ver la realidad desde el punto de vista de los ciudadanos comunes -y a pesar de las inmensas riquezas naturales, de la diversidad de recursos y del enorme esfuerzo realizado por gran número de sus habitantes-, la provincia muestra un estado de estancamiento -algo que la dinámica de los tiempos asemeja cada vez más a la regresión-.
El 2007 que se inicia será un año electoral, que nos mostrará mucho de la fase agonal de la política. Pero no parece probable que la realidad en sí misma se altere en forma trascendente por obra y gracia de tanta palabra fervorosa.
Ya se han puesto en marcha tanto el “marketing político” del gobierno como el “marketing político” de la oposición.
La circunstancia de que la última elección provincial -la que definió en 2003 la elección de diputados nacionales- fuera ganada por el Frente para la Victoria, y el hecho de que el gobierno nacional de ese signo político se mantenga este año alto en las encuestas frente a una oposición fragmentada, fueron determinantes para que el radicalismo rionegrino optara por la más vieja de las estrategias: la mejor defensa es el ataque. Esta, combinada con otra no más remanida: dividir para reinar.
Eso explica la inusual violencia verbal desplegada por funcionarios y dirigentes radicales y sus aliados a sueldo del Estado.
Pero, a pesar de que suele decirse que en política “todo es discutible”, la provincia está entre las más endeudadas en relación con sus finanzas, tiene un evidente déficit de infraestructura de rutas y servicios públicos, no posee en carpeta obras públicas relevantes que tiendan a asegurar su desarrollo productivo ni a mejorar la calidad de vida de sus habitantes, y muestra un Estado sobredimensionado y una inmensa estructura gerencial de escasa capacidad de gestión y formación profesional.
Otro elemento tal vez sirva también para explicar la violencia verbal del radicalismo rionegrino: que de ninguno de esos problemas puede echarle la culpa al gobierno anterior, ni al otro, ni al otro.
Durante muchos años -y en gran medida merced a la orientación que dio a su gobierno Osvaldo Alvarez Guerrero, el único que no buscó su reelección- el radicalismo rionegrino gozó en el marco del país de imagen de “progresista” en lo que respecta a legislación de avanzada.
Hoy, deslucido y triste, sus referentes intentan con palabras altisonantes hacer brillar una chapa que perdió, como resultado de incumplir sus propias premisas: ni integración de las regiones más postergadas de la provincia, ni infraestructura de avanzada, ni la transparencia como valor en la administración de los recursos públicos, ni respeto por los derechos de los más débiles -discapacitados, detenidos, enfermos, jubilados, menores desprotegidos, enfermos mentales, pequeños productores, emprendedores-.
La política no es sólo resultados. Pero, a la larga, no puede prescindir de ellos.

 

   
POR ALICIA MILLER
amiller@rionegro.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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