POR HORACIO CARIDE

El primer intento fue cuando agonizaba 2005. La misiva enviada por internet fue contestada con total cordialidad: “Desgraciadamente, no iré a Buenos Aires porque mi casa se inundó, de modo que esta siendo reconstruida desde abajo hasta arriba, proceso que requiere nuestra supervisión. Otra vez será”.
Cordialmente,
MB

La desazón fue grande al no poder, en ese momento nutrir este “Perspectivas 2007” con una de las mentes más brillantes que dio la universidad pública nacional, y que lamentablemente pasó viviendo más tiempo afuera que en su propio país, ya que una de las oleadas de intolerancia lo invitó a decir adiós.
La insistencia fue hace pocas semanas , tipeando su email , con la impunidad que da el anonimato y lo azaroso. Su respuesta fue que no tenía pensado venir para las fiestas pero que con gusto aceptaría que se le enviara un cuestionario.
El filósofo, físico y matemático Mario Bunge tiene su vida asentada en Montreal, ciudad de Canadá, en la provincia de Québec. Debió emigrar en pleno auge de la segunda presidencia de Perón, por tener una afiliación socialista. En su último libro “100 ideas” recuerda esa instancia difícil de su vida con una referencia al fisiólogo argentino Bernardo A. Houssay , quien al recibir el Premio Nobel de Medicina no tuvo prácticamente ninguna mención en los diarios locales de la época por ser un ferviente opositor al peronismo. A Bunge se lo acusó de haber participado en la primera huelga fuerte a Perón , que fue una lucha ferroviaria , y por la cual el científico terminó preso en la ya desaparecida Penitenciaria Nacional de la calle Las Heras.
Fue profesor titular de la Universidad de Buenos Aires , México , así como también de otros prestigiosos claustros académicos de Estados Unidos y Europa. Esta casado con la matemática Marta Cavallo y tiene cuatro hijos, uno de ellos es psicoanalista, saber científico que desprecia por considerarlo una cuestión incontrastable.
Provocativo, didáctico en sus intervenciones públicas (una frase de cabecera que tiene es: “Cuando no tengas nada que decir dilo en difícil y los incautos lo tomará por profundo”), Bunge, a sus 87 años invita a pensar un país que sepa deslindar lo urgente de lo importante.
– En su último libro “100 ideas” reconoce al azar como un componente de la vida diaria que se alterna o complementa con lo causal. ¿No cree que en la Argentina los porcentajes son más elevados en cuanto a aferrarnos a lo azaroso? Y si es así, ¿por qué?
– No sé si efectivamente es así. Pero si lo es, acaso se deba a que los latinoamericanos planeamos poco y mal. Y quien no planea es víctima de los planes de otros.
 – Desde su residencia en un país desarrollado como Canadá, ¿qué es lo primero que le impresionó en cuanto a la valoración que se le da a la planificación y a las políticas de Estado? ¿Cómo se puede llegar a ser un país considerado serio y qué variables seguimos nosotros sin cumplir?
– En Canadá hay planificación de los servicios públicos y de las finanzas estatales, pero no de la economía. Cada empresa hace sus propios planes. No ocurre como en Japón, en Holanda y en los países nórdicos, donde el Estado y la empresa coordinan la actividad económica en beneficio de todos. Hay que desarrollar al mismo tiempo la participación de todos en todos los sectores: político, económico y cultural. En particular, hay que fomentar la creatividad científica, técnica, humanística y artística. Hay que dar becas a los buenos estudiantes y pagar salarios decentes a los maestros.
– Como usted señala los porcentajes de inversión en el campo científico argentino son muy bajos, mientras que en educación recién ahora se plantea con la reforma educativa volcar 6% del PBI (Producto Bruto Interno) en los próximos años. ¿ Alcanza sólo con dinero? ¿Es más importante hoy en el mundo tener cierta autonomía en la elección de las investigaciones? ¿Cómo lograr esto con la tutela que ejerce en la región Estados Unidos?
– En efecto, el 6% del PBI dedicado a la enseñanza es demasiado bajo, incluso comparado con Costa Rica y otros países de desarrollo modesto. En cuanto a la presión que ejerce la superpotencia, ella se limita a lo político y lo económico. Los peores enemigos que tienen que enfrentar los científicos argentinos son el Estado indiferente a la ciencia, las religiones organizadas y el engreimiento del porteño que todo lo sabe, de modo que no pone empeño en seguir aprendiendo.
–¿Qué reflexión le merece en el sentido anterior la condena internacional por el desarrollo del uranio en naciones como Irán considerado un país terrorista y qué tipo de actitud ante esto debería tomar la política diplomática local? ¿Habría que retomar la idea del filósofo Emmanuel Kant sobre una Confederación de Naciones ?
– La condena de las naciones nucleares a las que aspiran a serlo es como la indignación de la madame del prostíbulo, que critica a las prostitutas que quieren ejercer el oficio por cuenta propia. Hay que destruir todas las armas nucleares, pero no debiera impedirse el uso pacífico de la energía nuclear a quien la necesite. Hay países que tienen pocas fuentes de energía, de modo que necesitan usinas nucleares, las que son mucho más limpias que las que funcionan a carbón o petróleo.
– Usted fue un perseguido del régimen peronista en los 50. La historia argentina acumula diversas etapas en donde primó la intolerancia. ¿Cómo nos ve actualmente desde la distancia , teniendo en cuenta que hay desde el gobierno una abierta reivindicación de los 70? ¿El peronismo debería hacer una autocrítica además de situarse como principal víctima de los años oscuros de la dictadura militar?
– Entiendo que actualmente hay libertad de opinión en Argentina. Lo que no abunda es la opinión fundada. Tampoco abunda la discusión en tribunas públicas, que es característica de las democracias auténticas. En cuanto al reconocimiento de errores, desde luego que es parte de la honestidad. Los peronistas debieran probar que son honestos, admitiendo públicamente que, cuando estuvieron en el poder, amordazaron a la prensa, controlaron los sindicatos, sofocaron a las organizaciones no gubernamentales, engañaron al pueblo, y arruinaron las universidades.
– Está claro de la lectura de su último libro que considera al psicoanálisis como una seudo-ciencia, ya que no tiene posibilidades de ser contrastada con la realidad además de otras consideraciones que usted fundamenta. ¿Por qué los argentinos de clase media parecen ser tan cautivos de las terapias , a tal punto de que Buenos Aires sigue siendo considerada una de las capitales del psicoanálisis?
– La prosperidad de los psicoanalistas en Argentina es un indicador del atraso cultural y, en particular, de la ausencia de investigación en Psicología y Psiquiatría. Lo mismo pasa con la popularidad de las llamadas medicinas alternativas, en particular la homeopatía. Cuando faltan médicos bien formados abundan los curanderos. Donde escasean filósofos de la ciencia originales abundan los macaneadores académicos.
– ¿Cómo toma la idea de una sociedad global sobre saturada de información , en una compleja red de nueva tecnologías que dan la sensación de universalidad en los contenidos pero a la vez de mucha orfandad en la esencia? ¿ Cuál sería el rol de los estados-nación? ¿Se debería regular los contenidos de la red internet como una de las aristas del problema?
 – La sociedad contemporánea esta saturada de información, pero no de conocimiento. Para que sirva, la información debe ser comprendida, y esta comprensión exige estudio e investigación. Desapruebo la censura oficial de internet, pero creo que el profesor debe alertar a sus alumnos a que no tomen en serio todo lo que se publica en la red. Cada cual debe armarse de su filtro intelectual para separar el conocimiento auténtico del macaneo. En cuanto a los llamados estados-naciones, creo que seguirá habiéndolos, pero que, al estrechar relaciones con otras naciones, y firmar tratados de diversa índole, se restringe la soberanía nacional.
 – Usted también recalca que uno de los dramas no resueltos en el mundo es el sostenido crecimiento de la población y la consiguiente falta de recursos naturales para alimentar a tanta gente. ¿ Qué riesgos acarrea esta realidad con países como la Argentina donde se sigue hablando de recursos cuantiosos y en proporción escasa densidad de habitantes? ¿Por qué ya habría entrado en crisis la idea de la generación de los 80 que “gobernar es poblar”? ¿Es la solución ejercer el control de la natalidad como se aplica en varios países desarrollados?
– Es claro que hay que fomentar la planificación familiar, o sea, el control de la natalidad. La gente responsable no procrea niños no queridos o a quienes no se puede criar ni educar adecuadamente. Es irresponsable y cruel en tener hijos cuando no se les puede ayudar a que se desarrollen normalmente.
Gobernar ya no es poblar, como lo era cuando el país era un desierto. Gobernar es facilitar el desarrollo integral de la persona: como animal y como miembro útil de la sociedad. El problema demográfico argentino no es la escasez de población sino su mala distribución. Habría que facilitar la inmigración interior, para que se desarrollen las localidades y ciudades poco habitadas , con ello, se descongestionen las ciudades sobrepobladas. Creo que habría que imitar a España e Italia, que tienen muchas ciudades medianas, cada cual con su vida propia, además de un par de centros urbanos sobrepoblados. 
– ¿Qué impresión le da la sociedad argentina en cuanto a sus costumbres de vida privada? ¿Seguimos siendo en muchos aspectos una comunidad con concurrencia a valores tradicionales ? ¿ El Estado debería separase definitivamente de lo religioso?¿Por qué? 
– No estoy al tanto de la vida privada de mis compatriotas. Pero tengo la impresión de que se está debilitando una de las virtudes de nuestra tradición: la vida en familia. Sospecho que la gente se casa o junta precipitadamente, de modo que descubren demasiado tarde que no congeniaban. Además, está la tele, esa gran destructora de los vínculos personales. Cada familia debiera limitar el funcionamiento del televisor a un par de horas por día. Otro tanto vale para el teléfono celular, el que dificulta la concentración y la conversación.
Es claro que habría que secularizar la sociedad argentina, ya que la modernidad involucra la laicidad. La religión de Estado es un anacronismo que distorsiona la política y frena la cultura. Imitemos en esto a los EE.UU., la primera nación sin religión oficial desde su nacimiento en 1776. Es hora de que los argentinos se enteren de que en muchos aspectos siguen viviendo en el siglo XIX, no en el XXI.
– ¿Cuál es su postura como parte de la comunidad científica ante el avance de investigaciones en dirección a la manipulación genética, la clonación, que asombran y desubican al hombre común? ¿Debería haber una revisión ética del campo científico? ¿Quién manda en este tipo de decisiones, el científico o la política?
– No hay que temer los avances científicos. Sí hay que temer a los desarrollos técnicos que sólo benefician a unos pocos. Pero más aún hay que temer a los políticos represivos, agresivos, incompetentes, vende patrias o ladrones. En todo caso, un país con una ciencia anémica debiera temer más a seguir en semejante atraso que a posibles dividendos técnicos o políticos de la ciencia de vanguardia que se hacen en el extranjero. ¿Para qué inventar problemas imaginarios, cuando hay tantos problemas reales por resolver?.
Como corresponde, el filósofo cierra esta conexión por la red con una pregunta.