los 31 años, Santiago Mazza está a cargo de la Escuela de Esquí y Snowboard de Cerro Bayo y al mismo tiempo es instructor de instructores. Hijo de uno de los pioneros en la enseñanza en Villa La Angostura, la nieve y las tablas forman parte de su vida desde los dos años y medio, cuando se largó por primera vez. Así son las cosas en este rincón del mundo bendecido por su belleza sobrenatural: los esquíes son parte de una hermosa rutina.
Aquel precoz esquiador llegó lejos: hoy es instructor nivel 5, dirige una escuela con 80 profesores y unos 650 alumnos por día y cuando termine la temporada viajará a Aspen. Allí en las montañas de Colorado, en ese centro invernal visitado a diario por 15 mil deportistas en los Estados Unidos, pasa el resto del año. En la montaña, cientos de esquiadores hacen slaloms. Parece una postal en movimiento. Un poco más abajo, en la cota 1.500, Santiago inicia la charla con Río Negro. Apenas a unos metros, en la pista de principiantes, muchos se animan a hacer sus primeros intentos.
-¿Qué buscás transmitirle a quienes recién empiezan?
-Seguridad. Que no sientan miedo. Llevarlos en forma gradual.
-¿Cuál es el truco para que se larguen sin miedo?
-Justamente eso: que no sientan miedo. Que den los pasos necesarios para sentir que tienen el control de la situación, es decir que puedan frenar y que puedan doblar. Y cuando eso pasa, el miedo se va.
-¿Y con los de nivel intermedio?
-La idea es elegir una pista en la que se sientan cómodos y practicar. Y a medida que avanzan, aumentar el nivel de dificultad.
-¿Cuál es el plan con los avanzados?
-Que perfeccionen su técnica, que incorporen las nuevas tendencias, que prueben el fuera de pista, que salten, que atraviesen los montículos...
-¿Qué se le enseña a un instructor?
-El instructor tiene que ser un experto esquiador. Lo primero que tiene que manejar a fondo es la enseñanza técnica de la escuela argentina de esquí: todos tenemos que tener la misma línea, los mismos conceptos. Después se les enseña diferentes técnicas y estilos, lo más importante es que atiendan cada uno de los requerimientos de los alumnos, que los contengan. Es fundamental.
-¿A partir de que edad y hasta cuando se puede aprender a esquiar?
-Desde los 2 o 3 años y hasta pasados los 60, aunque es relativo porque depende de las habilidades físicas de cada uno. A los adultos hay que sacarles el miedo. A los chicos no. Cada uno a su tiempo.
-¿Qué diferencias notás entre el mundo Aspen y el Bayo?
-Las vistas. Allá no hay este espectáculo ni de cerca. En verdad, ningún centro de esquí se compara a este maravilloso escenario. Por caso, fui instructor 11 años en Soldeu el Tarter en Andorra y tampoco se compara en ese sentido. Por ahí pasan unos 10 mil esquiadores por día. Y en Aspen, 15 mil. Acá, en cambio, con menos gente podemos dar atención personalizada.
-Aunque en la próxima temporada, con los nuevos medios se duplicará cantidad de visitantes.
-Es cierto, pero la idea es mantener el espíritu, ese ambiente familiar que genera que los padres se sientan contenidos, que puedan irse a esquiar y verlos, que no estén repartidos en muchos sectores. Que puedan relajarse en la montaña.
- ¿En qué buscás perfeccionarte?
-Siempre hay margen para aprender. El esquí evoluciona de la manos de los nuevos productos y los nuevos materiales. Los esquís Carvin cambiaron el deporte, lo hicieron más fácil: se puede aprender más rápido con menos esfuerzo. Son más cortos, más livianos, más maniobrables.
-¿Qué diferencias hay entre un esquiador argentino y uno estadounidense?
-Te diría que en general el latino es más ansioso y el anglosajón más metódico.