La puesta en marcha de la fiesta será con la tradicional rogativa mapuche que incluirá la plantación del plantín de araucaria. La ceremonia, que se repite de manera ininterrumpida desde hace 22 años, tendrá lugar en la plaza Juan Bosco y será el punto de partida para el evento que se extenderá hasta el domingo.
"La idea es rendir culto al árbol milenario que por generaciones fue el sustento de los pueblos originarios", explicó el intendente Andrés Méndez. A lo largo de las ediciones anteriores la plantación fue recorriendo diferentes puntos de la ciudad que incluyeron la plaza principal y algunas instituciones educativas y de bien público.
El pehuén, también denominado araucaria araucana, es un árbol sagrado para el pueblo mapuche y su presencia está relacionada con todas las ceremonias y rogativas que rigen la vida interna de las comunidades aborígenes.
Una de las características centrales de la especie hembra del pehuén es el fruto que brinda, el piñón. Este producto se convirtió desde tiempos inmemoriales en la base de la alimentación para las familias mapuches que encontraban en él un aporte calórico fundamental para sus dietas.
Otro dato saliente es que se trata de una especie cuyo crecimiento se puede medir en cuentagotas. Su origen es prehistórico y se remonta al Jurásico, unos 150 millones de años atrás.
La leyenda más conocida de esta especie es "El milagro del pehuén", una narración que explica por qué los aborígenes comenzaron a consumir los piñones que brindaban las araucarias. Cuenta la historia que los Pehuenches consideraban a este árbol como una especie sagrada pero no comían sus frutos porque creían que eran venenosos.
Un invierno crudo azotó a esas tribus cuyos integrantes quedaron al borde la muerte por la falta de alimentos. Fue entonces que el cacique resolvió mandar a sus guerreros en busca de comida aunque ninguno de ellos tuvo éxito. De regreso, un joven aborigen se cruzó con un anciano de barba blanca que le dijo que los piñones eran regalo de Ngenechén, su dios. El cazador volvió a su tribu y logró convencer al cacique quien ordenó a las mujeres que hirvieran y tostaran los frutos.
Dice la leyenda que desde entonces no hubo más hambre ni escasez de alimentos y que, en agradecimiento, los pehuenches rezan con un piñón a la salida del sol.