En cinco años que lleva de trabajo, la bodega Noemía de la Patagonia se ha consolidado como un referente en lo que hace a la excelencia de los vinos de Río Negro.
La bodega nació como una iniciativa de la condesa Noemí Cinzano y el enólogo danés Hans Vinding Diers, consultor de la bodega Canale, donde justamente tuvo su primer contacto con la calidad de los vinos de la región.
Una franja de tierra virgen en las proximidades del río Negro, sobre la margen sur del curso de agua en el faldeo de las bardas, fue el lugar elegido para implantar cinco hectáreas de vides, que ya están en plena producción.
En el mismo lugar se construyó la bodega en un rincón entre las paredes de las bardas, donde artesanalmente se desgrana cada racimo de uva, se hace la molienda y el mosto es macerado en piletas de reducidas dimensiones.
“Lo que buscamos no es elaborar una gran cantidad de vino, sino hacer una producción chica, de excelente calidad, y por eso se trabaja de manera artesanal”, comenta Noemí Cinzano mientras supervisa y colabora en todas las tareas que hacen al trabajo de la bodega.
“En el 2001 comenzamos con la bodega Noemía y nos ha ido muy bien, ya está saliendo la cosecha 2006. En el 2005 no pudimos salir por el problema de la helada, pero fuera de eso va todo muy bien. El mercado quiere nuestros vinos, le gusta mucho, ha tenido un suceso enorme”.
El volumen de vinos que elabora esta bodega no es grande, alcanza las 15.000 botellas al año. En su mayoría se coloca en los mercados internacionales, y un porcentaje menor en el mercado argentino.
“Gran parte de la producción se coloca en la exportación. El proceso de colocación comenzó en Europa, y a partir de que se hizo esa primera salida, el mercado comenzó a quererlo, la buena aceptación en el mercado internacional hizo que también hubiera exigencia por parte del mercado nacional”, afirmó a “Río Negro” Noemí Cinzano.
La bodega está en Valle Azul, encajada entre las paredes de las bardas, y en el mismo lugar se implantaron cinco hectáreas de vides, aunque el grueso de la producción se encuentra en las vides con más de 50 años de vida en la zona rural de Mainqué.
Precisamente Noemí Cinzano explicó que cuando comenzaron a buscar un lugar para establecer la bodega “el primer contacto fue con la zona de Mainqué, donde están las viñas viejas y que son la materia prima para Noemía. Ahora este año vamos a vendimiar la uva de Valle Azul, siempre las uvas vinieron de Mainqué, donde hay plantas de hasta 50 años”.
Su familia tiene toda una tradición en la elaboración de vinos y ella es propietaria de la reconocida mundialmente bodega Cinzano pero, sin embargo, no deja de sorprenderse por la calidad de las uvas que se obtienen en los valles rionegrinos.
“Por lo que hemos visto, las condiciones de las uvas son fantásticas lo que, sumado al proceso artesanal es lo que nos permite salir con vinos de excelente calidad”, apuntó.
“El cuidado artesanal es primordial porque el pedido de los mercados es muy grande y no debemos nunca mermar la calidad, sino mejorarla. Nuestros vinos se hacen todos en forma artesanal. Tenemos mucho cuidado en la recolección y la selección, el desgranado es a mano y la fermentación se hace en piletas chicas. Luego de completar el proceso se coloca en barricas”, señaló por otra parte Noemí Cinzano.
El volumen de producción de esta bodega no es muy grande, alrededor de 15.000 botellas, ya que el objetivo primordial que persiguen es obtener una alta calidad en el producto. Por este motivo es uno de los vinos de Río Negro considerado de la más alta calidad a nivel internacional.
Tres son las marcas con las que sale al mercado. La primera y principal, y la de menor cantidad de botellas, es “Noemía”. En segundo lugar “J. Alberto”, y “Alissa” la tercera.
“Tenemos una producción de 3.000 botellas de Noemía, de J. Alberto son alrededor de 7.000 y 8.000 botellas, más otras 5.000 o 6.000 botellas de Alissa”, explica la empresaria.
Aunque sus vinos son considerados de muy alta calidad, y se encuentran conceptuados entre los mejores de los que se producen en Río Negro, Noemí Cinzano, señala que: “No esperamos seguir creciendo. Entendemos que eso va atentar contra el objetivo que nos trazamos que es elaborar vinos de muy buena calidad”.
“EN IGUALDAD DE CONDICIONES CON LOS VINOS FRANCESES”
Hace sólo dos años que está en la región, pero hace algunos más que se enamoró de los vinos rionegrinos y hoy su meta es lograr elaborarlos de la manera más artesanal posible y con una excelente calidad.
Su aspecto poco puede decir de su pasión y su tradición de familia bodeguera. Joven, con una vasta formación cultural y con un especial conocimiento de los vinos.
Piero Incisa della Rocchetta proviene de una familia con tradición bodeguera que se inició con su abuelo en la región Toscana en Italia, bodega que él actualmente dirige junto a otras instaladas en ese país y a la que recientemente se sumó “Chacra”, ubicada sobre el faldeo de la barda norte en la zona de Mainqué.
“Hace cinco años atrás probé un Pinot Noir de la bodega Canale, que el enólogo Hans Vinding llevó a una cena en New York y fue un enamoramiento repentino. Durante más de un mes estuve soñando con ese vino. En ese momento, Noemí Cinzano había comenzado con su emprendimiento en Valle Azul, así que le pedí trabajar ahí para conocer, y luego decidí iniciar el emprendimiento”, comenta Piero que trabaja a la par de las diez personas que integran el plantel de la bodega.
“Yo provengo de una familia que tiene bodegas en Italia, tenemos una en Toscana, una en Umbria y otra en Cerdeña donde hacemos vinos siempre con la misma filosofía, en pequeña cantidad y de manera artesanal, y con la ideología de exaltar lo que los franceses llaman el ‘terruar’, una palabra que comprende muchas cosas, la mineralidad de la tierra, el viento y la cantidad de agua que se dan en un lugar particular y que dan un carácter especial a cada vino”, agregó.
Precisamente el encontrar un viñedo que tiene alrededor de 50 años de su plantación, sobre el límite con la barda, lo decidió a iniciar el emprendimiento al que sumó cinco hectáreas de vides que ya tienen dos años.
“Realmente me interesé en los vinos de aquí cuando probé el Pinot Noir de Canale. Cuando le pregunté en ese momento a Hans Vinding de dónde venía el vino me dijo ‘de Patagonia Argentina’, y yo pensé que era imposible por el pedigree y la calidad que tenía. Fue una gran sorpresa, y a partir de ese momento y ese vino quise poder hacerlo yo”, dijo Piero.
Y con su amplia tradición bodeguera por vinos artesanales de alta calidad sabe que “en primer lugar el vino lo hace la tierra, por eso hay que considerar las condiciones de cada lugar. Hoy nuestra bodega tiene la forma de un barco, por eso vamos hacia adelante”.
Hoy la bodega tiene una producción de algo más de 10.000 botellas que salen al mercado del exterior bajo la denominación “Chacra” y “Barda”, aunque la proyección es alcanzar las 70.000 botellas con cuatro etiquetas.
“De cada viña hacemos un vino para exaltar el carácter particular de cada una de ellas. También tenemos una suerte increíble al tener una viña tan vieja, que produce poca cantidad pero de muy alta calidad. Me enamoré totalmente de este lugar y agradezco sinceramente la posibilidad de contar con un personal muy profesional. Yo soy un poco obsesivo y exigente porque pienso que aquí se puede hacer uno de los mejores vinos del mundo, que no tienen nada que envidiarle a los mejores vinos franceses”, señaló con orgullo Piero.
VINOS DEL NUEVO MUNDO
Piero Incisa della Rocchetta tiene muy claro que el carácter de los vinos que se producen en la región es especial por las condiciones agrometeorólicas con las que se cuenta para obtener buenas uvas y excelentes vinos.
“Argentina, como Chile, Australia y Nueva Zelanda, son países que se conocen como ‘del nuevo mundo’ y sus vinos tienen características que son diferentes. Tienen mejor extracción, son más concentrados, con mucha más madera. En nuestro caso hacemos vinos más del viejo mundo, con más tradición”, señaló Piero.
Y agregó: “Para nosotros los italianos el vino es un elemento de comida, se come y se bebe, y por eso es la intención de hacer vinos que se desposen bien con las comidas. De los vinos de bodega “Chacra” podemos decir que no son muy de moda, pero sí son más cerebrales, más pensados”.
LA COOPERATIVA DE CHOELE, UNA DE LAS BODEGAS MAS ANTIGUAS
La década del ’30 en el siglo pasado marcó un punto de inflexión para los productores que, con no poco esfuerzo, se encontraban en los primeros años del desarrollo productivo de la región valletana.
La crisis económica que se sentía en todo el globo también tuvo una fuerte incidencia en nuestra región ya que, por exceso de producción, los valores que se obtenían para frutas, uvas y vinos estaban por debajo de los grados de inversiones que se habían realizado.
Especialmente en el área vitivinícola el impacto fue importante debido a que en esos años se alcanzó un volumen de producción de vinos que superaba ampliamente el mercado comprador.
Por este motivo, los productores vitivinícolas de la región sufrieron pérdidas económicas considerables.
El azote económico fue uno de los motivos del surgimiento de muchas cooperativas, como una posible solución al problema.
En estos cinco años fueron creadas las cooperativas que se fundaron en la región.
Precisamente en 1933 nació la Cooperativa Agrícola Colonia Choele Choel Limitada, cuya principal actividad fue la bodega elaboradora de vinos.
Una treintena de productores del Valle Medio decidieron reunirse con el objeto de constituir la Cooperativa para procesar en conjunto la uva que producían en sus chacras ya que, si bien varios de ellos tenían ya su propia pequeña bodega de reducidas dimensiones y poca capacidad de almacenamiento, entendieron que uniendo esfuerzo los resultados debían ser mejores.
El cincuentenario de su fundación, en 1983, la Cooperativa Agrícola Choele Choel Limitada contaba con 209 asociados productores vitícolas y frutícolas que, en conjunto, reunían aproximadamente seiscientas cincuenta hectáreas de viñedos distribuidos a lo largo del Valle Medio, en su mayoría en la Isla Grande de Choele Choel.
Angel Gentile, gerente de la Cooperativa, señaló que actualmente la masa societaria mermó, en especial los productores de vid “de forma tal que las hectáreas implantadas con vides se han reducido, con la correspondiente baja en la recepción promedio anual. Igualmente, el 50 % de la producción corresponde a variedades finas como Cavernet, Sauvignon, Malbec, Merlot, Chenin y Sauvignon Blanc”.
Precisó además que la bodega tiene una capacidad de almacenamiento de siete millones y medio de litros de vino.
“El mercado que manejamos es la región patagónica y, de acuerdo a esa premisa, nuestros vinos se comercializan en su mayoría en el sur del país. Se elaboran vinos de diferentes calidades, envasados bajo las marcas La Niña del Sud, Paso de Indios, Choele Choel y Barón de la Isla, y estamos incursionando en vinos varietales, selecciones Malbec, Tempranillo y Sauvignon Blanco, que se comercializan con la marca Choele Choel. También producimos un champagne que sale al mercado con la denominación Barón de la Isla”.
EL DESARROLLO DE VARIETALES
Por otra parte Gentile explicó que en razón de los cambios de paladar y consumo, fue necesario introducir modificaciones, mejoras y avances tanto en el modo de cultivo como en la elaboración de los vinos finos.
Apuntó que con este objetivo: “Estamos iniciando la elaboración de vinos varietales con las variedades Malbec y Tempranillo, en tintos, y Sauvignon, en blanco”.
“Sin duda la producción de uvas varietales es un tema de gran importancia por lo que el actual Consejo de Administración ha iniciado un programa de recuperación e implante de vid”, agregó.
A estas variedades se suma la elaboración de champán bajo el sistema champagnoise o artesanal, “que consiste en lograr un vino equilibrado y armonioso, de gusto característico y consecuente año a año”.