Corría el año 1997 y Allen se encontraba sumida en una profunda depresión en todos los niveles de la sociedad. Fue en noviembre de ese año gris cuando un grupo de vecinos se reunió para idear propuestas capaces de reflotar el ánimo de la población. Hubo varios proyectos, pero uno sobresalió. A más de una década de ese momento histórico para la ciudad, el impulsor de la Fiesta Nacional de la Pera, Armando Gentili, recordó junto a "Río Negro" cómo fue que floreció y creció el evento. Hoy es subsecretario de Cultura de la provincia.
-¿Qué se le cruzó por la cabeza en 1997, cuando lanzó la idea de realizar la fiesta?
-La Argentina es un país escéptico por naturaleza, desconfiado, espera resultados y muchas veces nadie quiere arriesgar. Pero creí que el objetivo valía la pena. No reparé en lo que podían pensar algunos. Muchos emprendimientos quedan truncos porque la gente tiene temor a enfrentar a la sociedad, al qué dirán o a los prejuicios.
-¿Y cómo surgió?
-El inicio está enmarcado en una cuestión básicamente de identidad, más allá de que está ligada a la producción de peras y que tiene una incidencia internacional muy fuerte.
La ciudad sufría un gran desmembramiento y desánimo en su momento y la fiesta fue un punto de partida interesantísimo porque nació como un proyecto institucional, desde la base del pueblo y desde distintas clases sociales, al revés de otras fiestas que nacieron desde una intendencia o desde la política. Entonces tuvo una fuerte impronta desde lo institucional, que es lo que no se debería perder junto a la participación comunitaria. Permitió además que la población disfrute de artistas que jamás hubiese podido ver. Así la gente la esperaba verano tras verano y se fue incorporando en el corazón de todos los allenses.
-¿Cuál cree que fue el punto de inflexión más importante en la historia de la fiesta?
-La crisis del 2001. Tuvimos coraje, intuición, capacidad y el amor propio de seguir adelante. Y ahí reconozco el masivo apoyo de la comunidad. En esa oportunidad dije que había que realizarla de todos modos, replanteada como en cualquier casa porque cuando el ingreso disminuye hay que reordenar partidas. Contratamos a artistas de bajo costo, mantuvimos el perfil y convocamos a todas las instituciones. Fue una prueba de fuego y la gente respondió muy bien. Otro hecho fuerte: la sexta edición con la presencia de "Los Nocheros", algo que fue multitudinario y marcó una línea de superación.
-¿Le molesta que se compare a la Fiesta de la Pera con la Manzana?
-Para nada. Lo que no se debe perder es la iniciativa, la identidad y los objetivos. Y se tiene que adaptar la fiesta a las características de uno y de su idiosincrasia, se pueden hacer muchas cosas sin contratar a los grandes números y estar en los puestos de elite. El problema es cuando se quieren hacer cosas que se hacen en otros pueblos. Y eso fue la característica que nos diferenció: ser auténticos en una fiesta que emergió desde la comunidad, punto distintivo del que no nos deberíamos haber apartado nunca.
-¿Hubo muchas personas que lo acompañaron durante estos años?
-Sí, fueron muchas y hay que destacar que fue un ejemplo extraordinario de grupos de trabajo: un grupo humano al que más allá de las diferencias nos movía la idea y los objetivos. Sin todo el grupo hubiese sido imposible llevar adelante la fiesta y cuando me retiré quedaron emergentes que la sostuvieron, algo que me llenó de alegría.
-Este año la Comisión Organizadora dio un paso al costado y tambaleó la fiesta ¿Cómo vivió ese momento?
-Con mucho dolor, porque planteaba que mas allá de las diferencias que había entre la Comisión y el intendente, me parecía que por ser el evento más importante de la ciudad y en el inicio del Centenario no era una buena señal dejar de hacerla. Me parece bien que el intendente haya tomado la decisión de que se haga la fiesta, pero sí creo que luego habrá que realizar una convocatoria y una revisión económica y legal para saber si la sigue llevando adelante el municipio, de qué forma y con qué identidad.