-Hace unos diez años éramos unos 10.000 productores. Hoy somos unos 3.000. De ellos, alrededor de mil están en serios problemas -dice Carlos Natalini. Es un día ventoso, pero no le molesta.

-Prefiero mil veces el viento fuerte que el sol fuerte. El verano pasado hizo demasiado calor. A las peras las favorece, pero a las manzanas las cocina -explica sentado en un banco de madera en una de las cinco chacras de la familia en Roca, que suman 50 hectáreas. Tiene 57 años, es tercera generación de productores y la zona rural es su lugar desde que tiene memoria.

Gringos

El pionero fue su abuelo Marino, nacido en Italia, quien arribó en 1939 desde Médanos, a 30 kilómetros de Bahía Blanca. Llegó con su familia: su mujer Rosa Chiufeti y sus tres primeros hijos, que luego sería ocho. Trabajó como embalador en el galpón Flor del Valle y a puro esfuerzo pudo comprar seis hectáreas en la zona de Romagnoli, al oeste del pueblo, donde se instaló con los suyos a 4 kilómetros de la Ruta 22 en dirección al río. Pese a que estaban a 8 kilómetros de la ciudad, sólo la visitaban cada dos meses: iban en una chata tirada por caballos y tardaban demasiado. Fue uno de los impulsores de la Primera Cooperativa.

-Por entonces, ocho de cada diez hijos de chacareros... eran chacareros -afirma. Y recuerda un tiempo donde tener una radio era un lujo, pero nunca faltaba la comida en aquel mundo de frutales, huerta, chanchos, conejos y gallinas.

-Todos vivíamos de la chacra -dice.

De mano en mano

Uno de los hijos que tomó la posta de don Marino fue Basilio. Primero trabajó en chacras de Centenario, hasta que compró una vecina a la de su padre. Allí se fue a vivir con su mujer, Aurora Quesada.

Tuvieron tres hijos: Carlos, Néstor y Ricardo. Todos hicieron la primaria en la escuela Romagnoli. Con el tiempo, Carlos y Néstor se dedicaron a trabajar la tierra y Ricardo optó por el comercio.

Para que haya aún más conexión, su mujer, Teresa Puerta, con quien se casó en 1970, sería docente de la escuela. Y luego fueron sus propios hijos los que asistieron al mismo establecimiento educativo donde aprendieron miles de chicos del área rural.

Carlos aún recuerda aquellas fiestas con 400 invitados y una orquesta que los hacía bailar en el centro de la actividad comunitaria, es decir la escuela. Eran otras épocas: el colegio estaba lleno de hijos de productores, porque la zona estaba llena de productores y trabajar una chacra de entre 6 y 12 hectáreas más la huerta y la granja alcanzaba para comer, vestirse, pagar los impuestos, estudiar, irse de vacaciones, tener un auto y una chata. Nada más. Nada menos.

-No es que cenábamos afuera todos los días, pero se podía vivir. Y se podía invertir. Recuerdo que en 1973 compramos un tractor Massey Ferguson 155 y una camioneta Chevrolet.

Todo ha cambiado y Carlos Natalini es testigo. El mismo debió mudarse hace 25 años de la chacra en la que vivió toda su vida hasta que a sus hijos Leo y Adrián les llegó el tiempo del secundario.

-Me paso el día acá y a Roca voy a dormir. Ahora sí hay secundaria, gas, luz, asfalto, pero igual muchos se fueron -dice mientras su mirada se pierde en los manzanos y los bines que se apilan a unos metros. Sobre ellos está apoyada una larga escalera. Durante la charla, pasa de la nostalgia al entusiasmo y luego al enojo. Es cuando hace números.

Cuentas

-Históricamente se dijo que el retorno para el productor es del 20% del valor de venta de la fruta. Y no hace falta saber cuánto vale un kilo de manzanas en Madrid. No hace falta irse tan lejos. Acá nomás, en Roca, cobran 7 pesos el kilo. Y ahora estamos viendo si el gobierno nacional fija un precio para que las empresas le paguen al productor 0,23 centavos de dólar por kilo. Haga cuentas.

-¿Alrededor del 12% de retorno? -le pregunta el cronista apoyado en la calculadora del celular.

-Aproximadamente. Y con esos cubrimos los costos, con suerte. Hay firmas que dicen que el costo es de 0,17 centavos de dólar por kilo. Claro, hacen la cuenta dando por hecho que todas las hectáreas generan 70 toneladas al año. Y el promedio real es de unas 40 toneladas al año. Por eso estoy de acuerdo con que fijen un valor desde la Nación, aunque me hubiera gustado que el gobierno rionegrino nos defendiera más.

Esta es una actividad en la que sabés cuánto vas a gastar pero no cuánto vas a cobrar. Es una locura. Y nosotros somos los que ponemos lo que va en la caja, lo principal: la fruta. Los que corremos el riesgo con el granizo, las piedras y el clima. Yo veo que los nuevos empresarios cada vez son más ricos. No debe ser tan malo el negocio...

Buenas prácticas

Mientras el encargado acomoda los bines en la chacra ubicada en la ruta a Paso Córdoba, frente al barrio Mosconi, Natalini cuenta que cumplir con las exigencias para obtener el certificado Global Gap incrementó los costos.

-Las casas, los baños, la higiene, los productos, el ingeniero que te asesora. Pero está bien, no me quejo. Son cosas necesarias, que aportan. El asunto acá es que el negocio sea rentable para todos, para que no sigan desapareciendo productores.

Las 50 hectáreas de los Natalini producen entre 1.500.000 y 2.000.000 de kilos de manzanas y peras por año, con 9 empleados fijos y entre 20 y 22 durante la temporada. En esta chacra el riego es mediante dos bombas de 6 y 8 pulgadas.

-Toda la vida hemos tratado de tener fruta de calidad. Nuestro objetivo siempre fue que el 70% se destine a la exportación; no lo hemos logrado todas las temporadas. El clima es un factor que incide. Por caso, el año que más fruta mandamos a la industria fue 2009. ¿Sabe por qué? Por el calor. Hubo varios días de altísima temperatura -dice Carlos y atiende en el celular la llamada de un camionero que lo espera para subir la carga.

Vuelve a los números: "La fruta es tuya hasta que la pesaste. Nos falta negociarla mejor antes de entregarla". Y cuenta que después de la busca devaluación de comienzos de 2002, con el fin del 1 a 1 hubo tres años excelentes que oxigenaron a un Valle casi fundido.

-Después los costos subieron en dólares y la fruta bajó.

De todos modos, lo tiene claro: "Yo la voy a seguir peleando, si al final de cuentas esto es lo que uno hace. Por eso digo que si algo sale mal, antes de vender la chacra vendo mi departamento...". (J.A.)

Durante la charla con "Río Negro", Carlos Natalini mencionó varias veces la importancia de la Escuela 86 "Septimio Romagnoli" como centro de la vida social de la comunidad. Romagnoli fue un pionero que llegó de Italia a los 17 años, construyó una bodega y plantó más de 100 hectáreas de viñas. Después fundó una escuela en su propia chacra, que luego de dos mudanzas llegó al edificio que ocupa desde los años 50. Ubicada al oeste de Roca, a unos 5 kilómetros de la Ruta 22, por sus aulas pasaron generaciones y generaciones de chicos criados en la zona rural.