Como el cultivo del manzano, la elaboración de sidra se extiende por los cinco continentes.
De la mano de los inmigrantes europeos, tanto en América del Norte como en Hispanoamérica las manzanas y la sidra se instalaron en el consumo doméstico desde hace siglos, y en Mendoza y Río Negro dieron origen a tradiciones familiares de elaboración casera, para evolucionar luego a la industrial, lo que llevó a una masificación del consumo.
Prosperaron así empresas dedicadas a satisfacer la demanda navideña, ya que esta bebida es en nuestro país de consumo muy estacional y esporádico. Lamentablemente, mercados sin exigencias, estrategias de venta para productos de bajo precio que se tratan de hacer masivos, sucesivas crisis de las economías relacionadas y una muy liviana regulación del producto, hicieron que las sidras argentinas (salvo algunas excepciones) tuvieran el estigma de bebidas baratas y de poca calidad.
En países como Canadá, Francia, España y el Reino Unido de Gran Bretaña, la sidra se ofrece en diferentes combinaciones de calidad y precios, incluyendo productos "Premium" cuya excelencia es respaldada (y protegida) tanto desde la legislación como desde los mismos productores. Recientemente en Argentina, y a instancias de elaboradores nacionales, se introdujeron importantes cambios en la legislación para proteger la calidad del producto.
Al igual que el vino, la sidra puede producirse con excelente calidad, y también hay consumidores dispuestos a
pagar esa diferenciación. Así como en la Unión Europea se protege con denominación de origen, o se distingue por ser orgánica o de acuerdo con el valor agregado en el proceso de producción (que eventualmente puede ser similar al del Champagne, con una segunda fermentación en botella y cuidados similares en cuanto a manejo de bodega y maduración), en nuestro país está todo para ser hecho para mejorar el mercado de esta bebida.
Debemos tener en cuenta que la manzana no es sólo una fantástica fruta para consumo en fresco. Es una muy versátil materia prima para su procesamiento a otros alimentos y bebidas, siendo su jugo el que refleja las mejores notas. Los aromas y sabores desarrollados en la fermentación del jugo le agregan un atractivo extra, sin desmerecer sus cualidades de alimento.
Es por ello que la elaboración de sidras de alta calidad debería ser seriamente evaluada y promocionada, para acompañar el esfuerzo de todos por la diversificación productiva. Por otra parte, esto significará, ni más ni menos, que optar por nuestras manzanas.
Si bien cada especialista tendrá sus propias opiniones (desde la comercialización, la publicidad, las inversiones y su retorno), hay algo que puede darse por sentado: si hay oferta de buenas sidras durante todo el año, si la calidad y el precio son adecuados (aún para consumidores exigentes), si se revierte (desde la difusión) esa percepción de la sidra como bebida "barata y de fin de año" y se promueve su consumo como bebida alternativa y de buena calidad, los productores de manzana tendrán nuevas y mayores posibilidades de negocios.
(Informe: INTI)