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Miércoles 07 de Febrero de 2007
 
 
 
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  EN LA CULTURA | PALABRAS EN ROJO Y VERDE
  Relatos con sabor a manzana
A través de la historia, el fruto que hoy homenajeamos fue partícipe de los mitos y leyendas más importantes. En la región, su llegada de la mano de Nicolás Mascardi también tiene sus escritos propios.
 
 

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Manzana: objeto mitológico, de culto; sustancia de leyendas, prenda de discordia, vehículo de transmutación; alimento puro, el primero; símbolo, camino a lo prohibido, al conocimiento; elemento del relato. ¡Cientos de relatos!
Extendidos por todas las culturas, la manzana, especialmente la manzana roja, aparece en los relatos como una pieza, un elemento clave.
Relatos: Los hay universales, como el que nos da el Génesis bíblico en sus primeras páginas.
El relato de la suerte que corrieron Adán y Eva, tras ingerir un fruto, que la humanidad convirtió en manzana. Una manzana que desde entonces nació símbolo.
Los más trágicos: Como el relato de la Guerra de Troya, cuyo origen se remonta a la disputa de una manzana, esta vez de oro, conocida desde entonces como “la manzana de la discordia”.
 La apetecían tres diosas, las tres grandes hembras del Olimpo griego: Hera, Afrodita y Atenea. Quien la obtuviese, revalidaba su título de la diosa más bella, la más diosa entre las diosas. Claro que ningún dios hizo cola para mediar en este conflicto. Se las arreglaron para que decidiera un mortal, el pobre príncipe Paris (hijo del rey Príamo de Troya), quien cayó en las garras de Afrodita, cuando ésta- hábil- y para ser coronada con la manzana que todas querían, le ofreció a cambio la mortal más hermosa de la tierra, Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta.
Paris le arrebató a éste su mujer y se desencadenó la infausta guerra que se narra en la Ilíada, observada desde el Olimpo por Afrodita que saboreaba gustosa su codiciada manzana.
Otra disputa por el título de la más bella, que retoma este mito, es el cuento de Blancanieves de los hermanos Grimm. En él, nuevamente, una manzana es el objeto escogido para el desenlace del relato. La reina, cruel madrastra de la protagonista, no está dispuesta a ser destronada por la princesa del reino y decide aniquilarla con una manzana envenenada. El hechizo de esta reina bruja sólo tienen un antídoto: la princesa en realidad comía la manzana y quedaba dormida, una suerte de coma inducido que se interrumpía con el beso del amado. El amado llegó, la besó y colorín colorado, fueron felices y comieron perdices.

OTRAS MANZANAS FAMOSAS

Hay otras manzanas famosas: Las Manzanas de las Hespérides, custodiadas en el mítico jardín de las ‘Ninfas del Ocaso’ que tenía mágicos árboles con manzanas de oro que otorgaban a sus poseedores la vida eterna.
La manzana del Guillermo Tell, el héroe más popular del folklore suizo, quien acertó su flecha en una manzana que había sido colocada en la cabeza de su hijo, proeza que inició una sublevación independentista de suizos hacia el invasor austríaco.
Y no olvidemos la manzana de inglés, la que impactó sobre la cabeza del astrónomo Isaac Newton, la misma que encendió la chispa que terminó en el desarrollo de una teoría clave de la física moderna.
Y otra más contemporánea: la manzanita pegada en millones de computadoras, la manzana de Apple Macintosh, las “Mac”, invención de los socios Steve Wozniak y Steve Jobs, pioneros en las computadoras personales. Cuenta la leyenda que la elección de esta marca y su diseño (una manzana mordida y con los colores del arco iris) tuvo que ver con que uno de los socios, medio hippie y vegetariano, adoraba las frutas que eran el centro de su dieta.
Seguramente, dentro de sus preferencias estaba la manzana, y entre ellas, las de la variedad Macintosh, que extrañamente- pese a la revolución que desencadenaron estos chicos- no se impuso en los mercados de consumo.
Podríamos seguir con los relatos. Hay a montones. Después de todo, y desde una de las regiones del mundo productoras de manzanas, no podemos desdeñar nuestra propia mitología, nuestros cuentos y anecdotario de esta maravillosa fruta.
Mencionemos sólo dos relatos, dos relatos encantadores.
Uno es más conocido. Es la historia del Jesuita Nicolás Mascardi, quien evangelizó, plantó manzanos en esta región y fue seducido por Reina, una cacique del lugar que lo condujo a la mortal Ciudad de los Césares.
Y el segundo, es un cuento que está en un tierno libro -”Carel”(Ed. EIMEL)- que afortunadamente llegó a algunas escuelas para seguir vivo.
Su autor es Héctor Nervi, un hijo de inmigrantes que reconstruye el universo de los colonos que llegaron al Alto Valle, los que desmontaron, los que verdaderamente transformaron el paisaje de esta parte del planeta. Sus padres fueron parte de este contingente de primeros chacareros que él dibuja con simpleza y emoción.
Las colonias agrícolas, eran entonces enjambres interesantes de lenguas diversas, culturas distintas, y credos diversos. Héctor era un nene que vivía en una chacra en la Colonia. Y vivía intensamente, lo cual le permitió, años más tarde, escribir este libro que lleva el nombre de su perro Carel, compañero de su infancia.
 Un libro que es un mundo y un tiempo del Valle, en el cual se cosechaban las primeras manzanas.
Es así que, a cuento de recuperar relatos con sabor a manzana, va esta hermosa anécdota de Héctor Nervi.
“...Me entusiasmaba seguir el proceso de la naturaleza: los botones reventando, el cuaje de las flores, la formación y crecimiento de los frutos, la cosecha, los cajones repletos de manzanas de todos los tamaños y colores.
Hasta mayor ignoré cómo se pronunciaban los nombres extranjeros de las variedades. Nuestros vecinos, españoles, italianos, alemanes o rusos, los pronunciaban cada uno a su manera.
Recuerdo que en una temporada de cosecha vino a trabajar con nosotros un criollo ya de edad y muy locuaz. Una tardecita en que, como de costumbre, pasaba a retirar los cajones con una rastra tirada por el Bayo, me detuve justamente frente a él. Mientras colocábamos los cajones, nos pusimos a charlar:
- ¿Usted sabe cómo se llama esta manzana?- preguntó.
- Algunos la llaman Rome Beauty, otros Rom Biuti y otros Rom Botí, pero bien no sé- comenté.
- Eso le pasa por no saber inglés- añadió.
- Se quedó un rato callado y después prosiguió:
- Cada uno dice las cosas como sabe. ¿Conoce el cuento del francés, el inglés y el criollo?
- No, don Damián, no lo conozco.
- Bueno, escuche. Había una vez un inglés, un francés y un criollo. El inglés y el francés discutían sobre quién pronunciaba más distinto de lo que escribía. Y el criollo, nada, se estaba callado. Fíjense, decía el francés, que nosotros escribimos “eau” y pronunciamos “o”. Eso no es nada, interrumpió el inglés; nosotros escribimos Shakespeare y pronunciamos “Sespir”. Y la discusión seguía y seguía cada vez con más ejemplos. Hasta que el criollo se cansó y dijo: A mí me parece que ustedes están discutiendo inútilmente porque somos nosotros los que escribimos más distinto de lo que pronunciamos. El inglés y el francés se reían con superioridad.
- A ver- dijeron los dos-denos un ejemplo.
- Y...nosotros escribimos caballo y pronunciamos matungo.
- Largué la carcajada. Me había causado gracia el cuento...”

 

   
SUSANA YAPPERT
sy@patagonia.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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