Un poco en clave de humor, otro tanto seriamente, el personaje de Pierce Brosnan, un asesino a sueldo llamado Julian Noble entabla, en una escena del filme, un diálogo más que revelador con su empleador, quien le expresa:
Te ves cansado.
Lo estoy. Necesito un descanso.
¿Qué quieres decir?
Moscú, Las Vegas, Viena, Filipinas, ahora Budapest... estoy exhausto.
Te tomas un descanso y buscamos a otro más barato. El lo hace bien y no te querremos cuando estés listo.
Siempre me querrán...
No, no siempre...
¿No hay un asilo para asesinos retirados? Arquería a las 4 de la tarde. Rifles a las 5. Cena temprano a las 6.
Como si estuviera discutiendo su permanencia con el traje del agente 007, aquel que le devolvió la fama e incluso haciendo alusión a su reemplazante (Daniel Craig) y la oportunidad de regresar en el caso de que las cosas en otros espacios cinematográficos no salgan del todo bien, Brosnan se ríe de si mismo y lo hace gracias a un inteligente guión que el director Richard Shepard creó con la seguridad de que nadie más podía interpretarlo. Y de que era el momento justo. El actor aún está sacudiéndose los últimos vestigios de su etapa Bond, aseverando que fue un proceso cumplido. Qué mejor para festejarlo que una comedia negra, con ácidos apuntes y una trama al servicio de su histrionismo.
Julian Noble entabla por accidente una conversación en
el bar de un hotel mexicano con un vendedor americano, Danny Wright (Greg Kinnear). Entre copas y confesiones varias, este hombre con poca vida social y sin hogar fijo que viaja constantemente con el objetivo de llevar a cabo sus "misiones", parece haber encontrado un amigo. Por primera vez en mucho tiempo, tiene alguien a quien confiarle sus sentimientos, con quien compartir sus problemas. Obviamente no será tan fácil convencer a Danny de sus actividades y, mucho menos, que las comprenda. Pero la atribulada existencia de este último, en la que todo le sale mal y sólo el apoyo incondicional de su mujer Bean
(Hope Davis) lo sostiene, funcionan como contrapeso ideal para el exitoso asesino y, poco a poco, ambos se verán interesados en la realidad del otro, entablando una relación de compinches durante su estadía en México. A medida que Danny conoce más detalles de las "actividades" de Julian, su rechazo inicial va mutando en un interés desmedido lo que le brinda una pizca de peligro a su tediosa vida.
Una vez que sus caminos los separen nuevamente, cada uno regresará a su cotidianeidad aunque lo que a Danny le resulta como motor de cambio para un presente más exitoso con respecto a su actualidad laboral, para Julian significa un proceso en caída donde nada vuelve a ser como antes. Con graves síntomas de vejez, el "matador" va perdiendo sus habituales dotes para hacer desaparecer a sus víctimas. Las dudas se apoderan de él junto con problemas de vista, mareos y temblores en sus manos a la hora utilizar su arma. Su actividad tambalea y esto le trae consecuencias serias. Sólo le queda realizar un último trabajo, aquel que le permita salir definitivamente del negocio. Pero para esto necesita ayuda y ahí es donde recuerda al único amigo que tiene, el pobre Danny, que ingresará otra vez en ese ambiente que funciona como escape ideal para su vida tan perfecta y controlada.
Como Laurel y Hardy, Abbott y Costello, Mel Gibson y Danny Glover en "Arma mortal" entre tantos ejemplos en el subgénero de las "buddy movies" (aquellas que retratan el andar de las parejas desparejas) Danny y Julian logran que sus diferencias los unan. Y lo que simulaba ser un juego se convierte en algo más serio de lo que será complicado
escapar.
El realizador Richard Shepard le imprime un ritmo eficaz al relato apoyado en las interpretaciones de Brosnan y Kinnear, ambos lúcidos y medidos en dos personajes complicados, en la soberbia fotografía de David Tattersall que recurre a los colores puros para brindarle a la imagen una cualidad distintiva y en una exquisita banda sonora que incluye en los créditos finales el clásico "Matador" de Los Fabulosos Cadillacs. Sin caer en lugares comunes la historia fluye con naturalidad más allá de lo descabellado de la trama siendo quizás su punto débil el desaprovechamiento que hace el director de esa gran actriz que es Hope Davis. Producida por el propio Brosnan, el guión le reserva los mejores diálogos y le permite mostrar una faceta diferente de su actuación en un punto clave de su carrera donde, si bien la franquicia de James Bond le brindó estatus de estrella, los años pasan y abandonarla significa un acertado pero riesgoso movimiento.
Con mucho humor, el actor se divierte con su actualidad y hasta se anima a llorar sentado en el piso cuando no puede cumplir con un asesinato, afirmándole al personaje de Kinnear, sin titubeos: "Mirame. Soy un desastre. Soy una parodia".
Una afirmación coherente sin connotaciones negativas sino todo lo contrario. Porque no hay nada mejor que el humor a la hora de mirarse al espejo. Y Brosnan lo sabe mejor que nadie.