Santa Fe (El Litoral/ Red de Diarios en Periodismo Social).- Más allá del límite norte de la ciudad, en donde la avenida Aristóbulo del Valle termina y se bifurca, al girar hacia la costa se ingresa a la localidad de Angel Gallardo; un lugar que, como lo definen sus habitantes, por la década del '50 apostó al cultivo de las hortalizas y dejó de lado las plantaciones de alfalfa, lino y trigo. Por entonces, eran criollos los que habitaban la zona sin imaginarse que años más tarde llegarían hasta allí numerosos grupos de hombres y mujeres de nacionalidad boliviana dedicados al trabajo de la tierra. "Los criollos llegaron a esta zona de Santa Fe por una migración interna, que se produjo gracias al ferrocarril, y también por las posibilidades de progreso que les brindaba la tierra. De esa forma se construyeron viviendas precarias que, en virtud de un programa de erradicación de ranchos, fueron reemplazadas por casas de material'', contó Marta Fantón, la directora de la escuela primaria Nº 1.065 Manuel Belgrano de Angel Gallardo cuya matrícula de alumnos está actualmente constituida por un 30% de niños descendientes de bolivianos. La llegada Una corriente emigratoria producida entre 1960 y 1970 -sobre todo del departamento de Tarija, en el sur de Bolivia y prácticamente en la frontera con Argentina- influyó en la heterogeneidad de culturas, y no por ello divididas, que presenta hoy esta localidad. En la recorrida realizada, en un dialecto que les es propio, los bolivianos contaron a El Litoral que vinieron ``atraídos por el trabajo de las quintas''. "Se trata de población dócil que trabaja de sol a sol. Ese es el motivo por el que los propietarios de las tierras los tomaron y ellos, al identificarse con ese trabajo, decidieron quedarse e ir trayendo a otros'', relató la directora de la escuela. Y agregó que pese a sus características -ya que por lo general son individuos pacíficos e introvertidos- supieron integrarse a la comunidad a tal punto de preparar y celebrar en conjunto la festividad de Nuestra Señora de Chaguaya. De pasado a presente Las buenas épocas de las quintas permitió a los bolivianos que, una vez finalizada la cosecha, pudieran volver a su lugar de origen y visitaran a sus familiares. Incluso, muchos de ellos aprovechaban la partida para recomendarle al resto de sus "paisanos'' que vinieran al país y aprovecharan las posibilidades de trabajar la tierra bajo el sistema de mediería. "El boliviano sabe trabajar en la quinta y es por eso que el productor hortícola los ha buscado siempre; sobre todo en el cultivo de tomates. También es cierto que su mano de obra fue siempre barata'', precisó Teresita de Perezlindo, la directora de la escuela Agrotécnica Lucía Aráoz; a la vez que justificó su afirmación diciendo que, a diferencia del criollo, "es una persona muy trabajadora que se conforma con poco''. Sin embargo, la realidad de las quintas no es la misma que la de aquellos años. Por ello, de acuerdo a quienes trabajan en ellas, hoy puede hablarse de cierta decadencia; lo que, indefectiblemente, trae aparejado menos empleo y menos utilización de mano de obra. "Esta zona fue el cinturón hortícola de la región pero lamentablemente ya no lo es. Los precios de los productos y cuestiones de competitividad derivaron en un cultivo más productivo, como lo es el de la soja, y en que no se necesite tanta mano de obra'', dijo Marta Fantón. Y agregó que ``no es casualidad que muchos bolivianos estén trabajando en la construcción''. Con el boliviano se iba a porcentaje, es decir que no era un simple peón sino parte de la producción. El productor le daba comida, casa y al finalizar la época de cosecha se repartían -por el sistema de mediería- el beneficio en partes iguales. Pero hoy esa mano de obra temblequea en Angel Gallardo por la baja de los precios y por las zonas donde las verduras que se obtienen son de mayor calidad. La historia de Anacleto Al salir de Angel Gallardo y antes de llegar a la zona urbana de Monte Vera está la quinta de Anacleto Espinoza, un boliviano que gracias a su esfuerzo pero sobre todo a las buenas épocas de las quintas pudo acceder a ocho hectáreas. Allí, específicamente en una verdulería que se encuentra sobre la ruta, El Litoral encontró a dos de sus diez hijos; quienes contaron que su padre estaba en el Mercado de Productores y Abastecedores de Frutas y Verduras y no llegaría hasta la tarde. Fueron las familias bolivianas más visionarias -como la de Espinoza- las que pudieron acceder a sus propias tierras. Es que, tal como informó Teresita Perezlindo, comenzaban como medieros -régimen que fue derogado- y tras una buena cosecha tenían la posibilidad de adquirirlas. Lindante a la verdulería, los Espinoza tienen, entre otras, plantaciones de tomates, zapallitos y choclos que abastecen a gran parte de la ciudad. Sobre ellas se encontraba Delasmera Chinchila Aguilera, un joven de 22 años que a los 13 llegó desde Tarija por el mismo deseo de sus antecesores. "Me encuentro encasillando tomates. Vine a la Argentina porque los que iban a mi país contaban que aquí se ganaba bien pero ahora, con la crisis de las quintas, es lo mismo nomás'', contó este hombre de manos ásperas por el trabajo, a quien todos conocen como Moreno. "No me arrepiento de haber venido porque me gusta trabajar de esto. Sucede que no es como antes y que lo que saco -$50 semanales- sólo alcanza para comer. Ni pensar en que pueda viajar a Tarija a ver a mi madre que está allí'', agregó. Delasmera vive con su mujer y sus dos hijos en una precaria casa lindante a la quinta de los Espinoza. Sobre los horarios de trabajo contó que por lo general empieza a las tres de la mañana, para recibir y aprovechar a pleno la luz del día, y finaliza cuando se esconde el sol. Muchos bolivianos -y también criollos- son jornaleros. Es decir, no tienen un trabajo fijo pero acceden a puestos laborales de un día. ``Como sabemos cuando hay que plantar, cosechar o limpiar la tierra los jornaleros nos acercamos por nuestra cuenta a hablar con el propietario. Con suerte... con ocho horas de trabajo llegamos a sacar $25'', contó Luis. Y añadió que "en otras épocas la paga no era buena pero tampoco tan baja''. Integrados bajo la protección de la Virgen Ante la crisis de las quintas y la dura realidad por la que atraviesan quienes viven de ella, la comunidad boliviana de Angel Gallardo, conjuntamente con la criolla, se encuentra, como cada año, preparando la festividad de la Virgen de Chaguaya. Al respecto, una de las organizadoras señaló que la fiesta es el fruto de la integración porque en ella intervienen todos los pobladores de la zona. "Nuestra Virgen es boliviana y fue traída por el Padre Atilio Rosso en 1978, cuando era el párroco de la zona. La trajo para que la comunidad boliviana se sintiera protegida e integrada, ya que es a quien se venera en Tarija, y finalmente la adoptamos todos. Los bolivianos tienen una fuerte inclinación religiosa, sobre todo por su Virgen, y es por eso que en la fiesta trabajamos todos juntos'', contó Lidia. En Bolivia la fiesta se celebra en septiembre. En Angel Gallardo, este año será el 9 y el 10, en las inmediaciones de la capilla, y durante su transcurso tendrán lugar procesiones, misas, comidas y bailes típicos de ambas comunidades. "Como rasgo particular cada año se hace la Ceremonia de la pisada, donde cuatro fieles sostienen sobre sus hombros la imagen de la Virgen y por debajo van transitando los restantes; quienes a medida que van pasando son tocados con sus pies. Lo que simboliza la bendición de la tierra'', agregó Lidia. Por último, el contraste boliviano y el criollo se mantiene en Angel Gallardo desde hace más de 40 años pero no como un lugar donde se proclamen las diferencias sino como una localidad donde ambas comunidades aprendieron a convivir y lucharon por identificarse cada uno desde su lugar y desde su cultura. El amor hacia el trabajo de la tierra tuvo mucho que ver con ello. Mónica Ritacca |