Hoy a las 22 en el Aula Magna Salvador Allende de la Universidad Nacional del Comahue, el sábado a la misma hora en el Teatro Amancay de San Martín de los Andes y el domingo en el salón Araucanía de Bariloche -y antes de su gira europea- se presenta uno de los ensambles más refinados del folclore argentino, Proyecto Sanluca. Raúl Carnota en guitarra y voz, el percusionista rosarino Juancho Perone y la armónica de Franco Luciani, en un concierto con chacareras, zambas, gato, vals, chamamé, rasguido doble, candombe, tango, tonada cuyana, huayno y vidala.

Raúl, músico y compositor, es además recreador permanente de obras propias y ajenas, a las que Juancho dota de acentos, silencios y contrapuntos rítmicos y Franco, notable armonicista, aporta su luminoso arsenal sonoro.

Con esta apuesta, Carnota aviva la certeza de estar ante un artista vivo y permanentemente inquieto desde sus inicios en 1972 y da un nuevo salto que reafirma su andar imprescindible. Hombre de paso constante y palabra serena, reflexiva. "Yo voy actuando a partir de las necesidades que vamos teniendo. Y, en este caso, todo se disparó cuando fue Franco a tocar conmigo, como invitado en Retrospectiva, un recital que hicimos en 2007?", le cuenta a "Escape".

-Noviembre 2006 en La Trastienda. Es un disco tuyo, también.

-Sí, en vivo. Ahí me di cuenta de la calidad de lo que habíamos hecho. Toqué con tanta gente ese día que descubrí lo que había sucedido ahí. Fue donde armamos el Proyecto Sanluca con Rodolfo (Sánchez, maravilla de percusionista) y Franquito. Yo toco solo, en dúo y en trío, y éste es uno de ellos. En una época la formación era con bajo eléctrico, arrancó Willy González, después tocó Tomás Pagano, y también con el piano de Eduardo Spinassi y Rodolfo. Primero estuvo Lilián Saba, luego Pablo Fraguela? Ahora, con el Proyecto Sanluca, a fines de julio vamos a hacer como seis, siete fechas en Europa, o más. A donde regresamos en octubre.

-¿Qué le aporta a tu modo de tocar? ¿Un color, un timbre, una sonoridad distinta?

-Sí, tímbricamente es distinto a los que antes armamos. Hay un acomodamiento en los arreglos para tratar de compensar la falta de graves.

- ¿Están en tu guitarra?

-No, en la percusión. Bueno, son ideas que vamos teniendo. Desafíos, de alguna manera. También es una forma un poco egoísta de no anquilosarse.

-De seguir buscando.

-Sí? Uno nunca llega a ningún lado. En realidad, ese es el secreto.

-Lo interesante es el camino.

-Creo lo mismo.

El fin de semana anterior, Raúl Carnota tocó una vez más en La Trastienda. Como solista, en un concierto múltiple en el que también participaron Juan Quintero, Franco Luciani, Juan Iñaqui, el Negrito Carlos Aguirre y Jorge Fandermole. "Lo interesante es, como siempre sucede en las formaciones que hacemos, la llave que abre la caja es la falta de egocentrismo. El protagonista es lo que se toca, no los que intervienen. Los músicos estamos habituados a eso. Es difícil entre las estrellas. Pero como ninguno de nosotros lo es, podemos hacerlo. Por ahí, el ego está en otro lugar. No en la importancia personal", contó a "Escape".

-Es dejarse llevar por los sonidos.

-Amor por la música, más que a uno mismo. Cuando el amor propio es muy grande, se dificulta todo. Yo, en general, toco diferente si lo hago solo, en dúo o en trío. Son distintas formas de tocar y de ir haciendo la síntesis. La música es como un juego y una cosa es jugar con uno mismo, la guitarra y la voz, otra es interactuar con otro, y otra hacerlo con dos. Ése es el tema. Interactuar. Y entonces, es estar abierto a otros sectores de la música donde hay improvisación, pero repentina. No sólo de tal o cual instrumento. Muchas veces improvisamos entre todos. Juntos. Algo. Nos ha pasado tomar un tema que nunca habíamos visto y armarlo de un tirón.

-Están en un borde hermoso de transitar en ese momento.

-Sí, eso es lo que el público se pierde de la música. Lo que sentimos y jugamos por dentro. Es un compartir. Eso es. Se hace algo entre todos. Ninguno de los elementos sobre el escenario, es más importante que otro.

-¿Cómo los influye la presencia del público?

-En general, con la gente hay un juego de ida y vuelta, energético. Energía que va y viene. Eso entusiasma? Más que tocar en un ensayo, por ejemplo. Cuando pisamos el escenario no sabemos qué va a pasar. A veces es como saltar sin red, como cuando se toca sin probar sonido (ríe).

-Y maldecís internamente al que controla la consola.

-Ésa es una de las ecuaciones posibles que uno tiene que cruzar? (Queda segundos en silencio). En realidad, te voy a ser muy sincero, yo cuando me subo a tocar, toco con mis compañeros. Después, si el público recibe más o recibe menos, ya no lo manejo ni intento hacerlo. Aparte, tampoco, trato de modificar a la gente. Cada público hace lo que quiere. Los hay más entusiastas, menos entusiastas, emocionales, y no les doy indicaciones de nada. Si quieren saltan, si quieren cantan, si quieren aplauden? Yo no los conduzco, estoy ocupado en hacer lo mío. Nunca se me ocurre, mientras toco, decirles algo? (Ríe con picardía).

-¡A ver esas palmitas!

-Por ejemplo. No me sale. Lo único que me sale es tocar. No soy de menospreciar ni de subestimarlos. Ni trato de que hagan lo que digo? Para algunos el escenario es un pequeño espacio de poder. Aparte, no lo sé hacer. Muchas veces lo veo en otros colegas? Bueno, el que lo sabe hacer que lo haga. Yo aprendí a hacer música, no más.