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  Viernes 12 de Febrero de 2010  
 
 
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  De la inocencia a las enaguas
Sendra, el creador de "Yo, Matías", se mete en la literatura con "La calle de las cuatro enaguas".
 
 
 
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El humorista gráfico Fernando Sendra, creador del genial personaje infantil "Yo, Matías", incursionó en la literatura con la flamante novela "La calle de las cuatro enaguas", una historia de amor y aventuras ambientada entre Buenos Aires y París a principios del siglo XX.

El protagonista, Jean François Millard, es un adolescente que descubre al mismo tiempo y de un modo inesperado el sexo y el amor al enamorar a las cuatro mujeres más deseables de su barrio. Por la novela (Ediciones B) deambulan personajes como la profesora de latín del joven, una prostituta, una criada y una dama de alcurnia, por lo que su vida de seductor precoz comenzará a transitar los intrincados caminos del amor físico y espiritual.

Sendra recrea con una prosa sensitiva una novela de sutil erotismo en una historia de iniciación en la que se mezclan el amor, la intriga policial, el humor, la sugestión y la conquista del primer paraíso.

Tan mágicamente como seduce a cada mujer -y también por culpa de ellas- Jean François se verá envuelto en intrigas insospechadas y en negocios turbulentos, como participar del truco del mago más famoso del mundo y hacerse cómplice de un robo o revelar las certeras profecías de un monje que llega desde el confín de los tiempos para inquietar su presente y anticipar su futuro.

Desde hace más de 30 años este marplatense padre de cuatro hijos se dedica al humor gráfico: en 1985 creó el personaje Prudencio, que luego derivaría en "Yo, Matías", y aunque publicó diversos libros -que reunían sus historietas- ésta es su primera novela.

-¿Cómo fue el salto de la historieta a la novela? ¿Tiene algo en común la composición para una u otra?

-Esta novela la empecé a escribir en un impulso de curiosidad frente a una imagen que se me ocurrió y que decidí anotar, pero resultó que la imagen era tan vívida que pude no sólo contar lo que vi en un principio sino una serie de situaciones que se daban alrededor del hecho principal. Lo único que no lograba entender era quién era el narrador; yo podía ver toda la escena pero no al que la contaba. Buscando averiguar quién era seguí escribiendo tres o cuatro mañanas, y cuando me di cuenta ya estaba metido en algo que me apasionaba. De todos modos, mi oficio de tantos años de humorista se me cuela y yo me doy cuenta de que, tal como en el humor, trato de ir generando un clima para luego cortarlo con algún hecho sorprendente, aunque no necesariamente cómico.

-Una de tus creaciones más famosas es el entrañable Matías. ¿Sentís que algo de él o de las historietas se trasladó a este libro?

-No me parece. Tengo la sensación de que hay una cantidad de cosas no dichas que a través de esta novela sí puedo abordar. Pero la problemática de esta historia es de amor y misterio. Como dice mi hija, "ahora mi papá escribe pornografía".

-¿Cuál fue el disparador de la novela?

-Muchas veces yo me cuestioné la capacidad de afrontar un trabajo de largo aliento, ya que lo mío en general lo empiezo y lo termino en el día. Por eso, desde hacía rato la idea de escribir una novela la veía como una posibilidad de terminar con esa fantasía. Pero nunca encontraba el momento. Todo comenzó con un llamado de un amigo que me dijo que se había metido a escribir una novela y me contó el título, aceptó mis felicitaciones y luego me confesó que el título era lo único que tenía. En ese momento me pareció un disparate su planteo; entonces me pregunté por dónde empezaría yo. Mi primera idea fue buscar un tema, pero en los minutos siguientes desistí y pensé que debía buscar una época y un lugar sobre los que quisiera escribir. Así me surgió la idea de situar todo en 1901 y en París.

-¿Cuánto tiene de autobiográfico este joven Jean François que se enamora de cuatro mujeres tan diferentes?

-Todo, pero eso no quiere decir que los hechos que cuento me hayan ocurrido de tal modo. Es sólo que para revivir ciertas emociones invento algunas situaciones nuevas con trozos de verdad, mentiras descabelladas, fantasías que algunas se cumplieron y otras aún mantengo y fracasos que distorsiono hasta convertirlos en éxitos, por ese viejo asunto de la autoestima. Al margen de eso, algunas cosas son invenciones necesarias para sacar adelante la novela, pero en todo caso sospecho que puesto en la piel y en las encrucijadas de este joven yo hubiera hecho algo por el

estilo.

   
   
 
 
 
 
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