Eduardo Rouillet

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Somos esas nubes / que viajando con el viento / vamos descubriendo su destino. Somos como el rayo / que montado en la tormenta / anticipa ya lo que vendrá.

(Fragmento de Los caminos del viento. Del tercer compacto "La marca de Caín" 07)

- Se hace camino al andar, dice Antonio Machado.

- Exactamente. Comparto más esa idea. ¿Qué es el éxito?

- Aparece hoy rodeado de banalidad, de la llamada magia de la fama, de tener un nombre y ganar dinero.

- Cada vez estoy más liberado de eso. Tengo una edad (nació en La Plata un 15 de enero del 52) y una historia, que esas cuestiones son ya las menos importantes y atractivas de todo esto. Lo más interesante es lograr que el alma y la obra conjuguen en una sola cosa, que la obra esté viva, tenga alma. Éxito es hacer lo que quiero con la gente que quiero, en las mejores condiciones, amparado por los amigos, por una buena situación y esperando que suceda ese instante de magia, cuando la obra y el alma se unen. Pasa algo maravilloso que me garpa mucho más que cualquier otra cuestión, que una tapa de revista".

- Suena bello, ¿pero siempre se logra?

- Cada recital es diferente del anterior. Un nuevo lugar me pone más alerta, renueva mis ganas de mostrar lo mejor a gente que nunca me ha visto. Invoco lo mejor de mí para esa situación.

- También tenés oficio.

-Claro, y una banda maravillosa de excelentes músicos (Claudio Quartero en bajo, el tecladista Javier Lecumberry, Oscar Reyna en guitarra y Topo Espíndola, batería). Nos llevamos muy bien. Hacemos juntos este viaje y me siento respaldado por todo el equipo. Cada vez más, en cada recital, por lo menos en un ochenta por ciento estamos en ese juego, en esa maravilla. Por supuesto, siempre hay algún momento de desconcentración, pero andamos muy bien con la banda. Cuando hay entusiasmo, ganas, compañerismo, si te desconcentrás, mirás al otro que está riendo, te hace un guiño y ya zafaste del bache.

- Tira para atrás dejar cosas pendientes en casa. En gira saltás de un mundo a otro?

-Nosotros, con Poli, somos solos y compartimos todo, vamos de gira. El hogar es donde estamos juntos.

Largo y flaco como el diapasón de su viola, flameando en el viento de sus sonidos, jugando con las vibraciones del alma y las cuerdas, invadido de sueños y vinos dulces de la vida que se cuela por las hendijas del tiempo seco, va Skay dedos libres virtuosos. "Hay un momento mágico en que no hay más pensamiento, parecería que sentís la música desde la punta de los huesos y la guitarra es como una extensión. No pienso en nada, pasa esa cosa indescriptible. Muchos han intentado describirla no sé si con éxito. Todo está bien, no hay que criticar. Y los que asisten son parte del mismo evento, pueden ser uno, diez, cien o diez mil, da lo mismo. Lo que pasa está vivo ahí".

- ¿Depende de la obra, hay las que te transportan más fácilmente, de las armonías, los solos?

- Seguramente. De movida cada tema tiene un pulso distinto. Hay más furiosos, más introspectivos y estoy, de algún modo, interpretándolos. La cuestión es vincularme con la esencia, lo que llama a ese tema.

- Estuviste en Buenos Aires, hoy estás en Bariloche, mañana en Neuquén?

- Hasta ahí. No somos de hacer giras más largas. Vamos a dar dos recitales y después paramos diez, quince días y nos preparamos para al siguiente. Damos un par de conciertos por mes; una dinámica preciosa que me permite, por otro lado, retomar mis actividades de meditación, vincularme con otras tareas, componer, volver al estudio a revisar el trabajo. Me posibilita ir haciendo distintas tareas al mismo tiempo. Renovar arreglos, volver a arreglar. Cuando nos juntamos con la banda para preparar un show, siempre hay ideas nuevas para darles vida a los temas.

- Ése es otro punto. Si las obras no se van alimentando, agregando palitos al fuego, se desgastan.

- Tal cual. Es así. Entonces trabajamos todo el tiempo. Hay tan buena relación con el grupo y si no se me ocurre nada, viene alguien, sugiere retoques y van apareciendo las novedades que me vuelven más alerta.

- ¿Cómo manejás el culto que hay alrededor de ustedes?

- Sí? No ligo mucho con eso. Sé que existe. Incluso muchos chicos jóvenes que tienen bandas nos siguen, nos dicen que nosotros damos como cátedras (ríe). Vienen a aprender. Es precioso. Me hace sentir responsable en el sentido de dar lo mejor. A mí me ha pasado, los Beatles fueron un modelo, un ejemplo. Yo sé que uno mira ahí, pero intento no hacer fantasma con lo que creo. Dar lo mejor que sé, que puedo.
Muchas veces quedan fascinados con el entorno. Esa especie de mundillo de la farándula. Pero nunca cultivamos eso, nos movemos en otros ámbitos, con mucho cariño y respeto por la gente. No me encarno en el personaje de culto.

- A pesar de tocar como tocás, has sido siempre -como se dice- de bajo perfil. Pero de afuera es difícil darse cuenta. Artistas de tu generación y menores son considerados ídolos.

-A veces les gusta jugar con ese rol, con ese papel. En una época el rock jugaba con el escándalo, era una manera de llamar la atención, de desestructurar. Hoy el mundo es escandaloso y el juego, para mí, pasa por otro lado. Me conmueven mucho más la poesía y la belleza, que el escándalo. Pero es parte del sistema ya. Si no hay un culo no vende."

-Y cuando aparece, se mide si levanta la audiencia.

-Y los culos se caen siempre.

-Tienen una fugacidad que las obras musicales no. La música permite que tu trabajo de hace veinte años?

-Siga vigente. Sí. A mí me fascina componer. Tengo una especie de compulsión, si querés, con la composición porque es la posibilidad de encontrar universos nuevos, de descubrir algo. Y cuando compongo, lo bueno es ofrecerlos, mostrarlos y llevarlos para que estén vivos. Todo el pasado, por supuesto, es parte de mi vida, pero estoy más entusiasmado con el presente. Para componer pasa algo tan raro. Estoy terminando un disco nuevo (solista, que saldría en noviembre)? Hay un tema, "Tarde de lluvia", es de una desolación feroz y lo compuse un día a las tres de la tarde con sol radiante (risa de nuevo). Era brillante, prístino y me salió ese tema. El arte hace una reinterpretación de la realidad. Lo que hago es darle vida a un mundo interior que se nutre de las vivencias, pero lo que voy sacando responde más al mundo interno que a la realidad externa? Generalmente, momentos muy inspirados aparecen si he dormido poco, si he bebido la noche anterior. Las famosas resacas suelen ser muy creativas. Pero no hay una fórmula. Caminando se me ocurren cosas.

- ¿En los viajes?

- Son muy inspiradores. Yo viajo siempre con un grabadorcito de periodistas y archivo ideas. Cada lugar parece tener un sonido y una música particulares. Entrás a Marruecos y en el aire suena una cosa; entrás a Nueva York y hay un rock sonando. Vas a España y hay otra música?

- ¿En Buenos Aires?

-También hay una musicalidad. El tango casi lo sentís. Cerrás los ojos y el sonido es un tangazo súper melancólico. Una tarde de lluvia escuchás a (Astor) Piazzolla y qué otra cosa es BA sino eso? Por eso, en los viajes estoy tratando de desmenuzar de qué se trata eso que resuena internamente, por las vivencias, por cómo la gente habla, por las costumbres, por el ruido de la calle. Lo más interesante es cuando se vuelve y empieza a rever la película que pasó. Esa confrontación con las culturas de otros lugares y la de acá, la hago a la vuelta, pero mientras estoy metido en el viaje me siento una esponja tratando de absorber todo.