"Pandemic 2" no es la continuación de una película de horror sino la saga de un exitoso juego para ¿chicos?.

El argumento es simple y la estética, depurada. Todo lo que el jugador debe hacer es, claro, contaminar el mundo.

Hay una serie de herramientas que pueden ayudar en el camino al principiante de terrorista ambiental.

Primero, una caja de dinero con la cual debe pagar el padecimiento de una humanidad inocente y segundo, un abanico de síntomas que van desde la diarrea hasta la fiebre pasando por alucinaciones, convulsiones y putrefacciones de todo orden.

El juego se desarrolla sobre una suave banda de sonido que nos hace pensar que estamos al mando de un laboratorio multinacional decidido a poner fin a la civilización tal cual la conocemos. Cuando el dinero se acaba es necesario esperar un ratito a que nuestros recursos hagan lo suyo -que los países y las personas vayan enfermando paulatinamente- para recuperar el flujo de caja. En otras palabras: por cada enfermo muerto ganamos unos pesos.

En sus inicios el juego muestra un mapa del planeta en color verde esperanza. Con el juego en su fase final ese mismo mapa adquiere un tono rojizo, desértico y, sí, enfermo. El mundo ha sido arrasado. Y eso, por extraño que suene, en "Pandemic 2" te hace un ganador.