Brandon Flowers es el excéntrico músico que viste chaquetas con hombreras, plumas y brillantina. Es el intérprete que derrocha energía y timidez en el escenario con su grupo, The Killers. Es la estrella ambiciosa que critica sin morderse la lengua a sus contemporáneos. Es el chico de 28 años padre de familia, mormón y de vida ordenada. Es el artista que resplandece entre las luces de neón y las palmeras de plástico. Es el creador de éxitos que llenan las pistas de baile. Es la persona dura que evidencia la aridez de su alma en el desierto de Nevada. Es el letrista oscuro y desconcertante creador de himnos absurdos en apariencia.

Todo eso y mucho más es el poliédrico Flowers, el líder de The Killers, uno de los grupos más masivos del momento, un "llena estadios" como hay pocos al finalizar la primera década del siglo XXI. Un grupo tan paradójico como su líder, tan inclasificable como su cantante, tan rock como pop, tan intimista como bailable, tan Springsteen como Depeche Mode, tan New Order como The Cure.

Australia y Estados Unidos cierran la gira de presentación de su tercer álbum de estudio y el cuarto en total, "Day and age", una respuesta "pop art" al ambicioso y complejo "Sam´s town" (2006), del mismo modo que éste contestó al puro rock de "Hot fuss" (2004). Tres discos, tres grupos diferentes empeñados en contradecirse bajo la misma marca, The Killers, nombre que sirve como tributo a New Order.

"No puedes salvar al mundo con la música, pero lo puedo intentar. Tengo el mismo trabajo que Bruce Springsteen. Tengo que llegar tan lejos como pueda", asegura el soñador Flowers en una reciente entrevista con la especializada revista estadounidense "Spin", que le concede su codiciada portada.

"Siempre soy competitivo. Quiero ser mejor que el resto. No me disculparé por ello. No hay nada sucio en eso", afirma con disciplina mormona, su religión, la que lo aleja de las drogas y el alcohol, del tormento, señas de identidad de las viejas estrellas del rock.

Stuart Price, el productor de "Day and age" y de la penúltima Madonna, ha comparado la ambición de las dos estrellas.

Dave Keuning, Mark Stoermer y Ronnie Vanucci, sus disímiles compañeros de grupo, tienen las mismas ganas que él de comerse el mundo. De ahí, el último disco, una concesión ochentera, bailable, colorista, alejada del blanco y negro de "Sam´s town" para ganar más adeptos.

Flowers ha dejado aparcado el bigote, su lado íntimo, la aridez del desierto por la diversión (aparentemente) banal y sin complejos iluminada con luces de neón. Y como bandera, su single "Human".

"Es la mejor canción de nuestra carrera", asegura el cantante y teclista nacido en Las Vegas en 1981, que pasó parte de su juventud en un pueblecito cerca de Utah con sus padres, un hermano que le transmitió su gusto por Morrisey y The Cure y cuatro hermanas. Un lugar con escasa tasa de estrellas del rock por kilómetro cuadrado.

"Are we human or dancer?" (¿somos humanos o bailarines?), se pregunta Flowers en "Human". La frase ha dado ya para un tratado filosófico en internet. "Para mí tiene sentido. Es difícil de explicar". Ni lo pretende.

Las cábalas desaparecen en Berlín, en Madrid y en el resto de las ciudades europeas por las que han "asesinado" ya a sus "víctimas".

El concierto se abre directamente con el éxito y con Flowers ataviado con su chaqueta con hombreras y plumas. A través de la catarsis colectiva se explica el estribillo por sí solo.

Como más tarde cobrará sentido por el bramido del público el "I got soul, but I´m not a soldier" (tengo alma, pero no soy un soldado). El mismo ante el que tras los últimos Brit Awards se rindieron Bono, Gary Barlow y Chris Martin y sus Coldplay en un bis de alto nivel comandado por Flowers.

Para cuando habla de almas y soldados, Flowers ya se ha despojado de las plumas.

Con sus pantalones negros ajustados, su chaleco negro y su camisa negra pasea por el escenario su delgada figura con energía pero con timidez, sin interacción, ametrallando hit tras hit, manteniendo el clímax los 90 minutos sin descanso.

Luce pelo corto y su cara de niño rasurada. El bigote de "Sam´s Town" es pasado, ese bigote que hizo pensar a Neil Tennant (Pet Shop Boys) que era un disfraz para querer demostrar que The Killers era algo más que pop después del exitoso "Hot fuss". "Cada vez que me afeito, pongo mi pelo en una bolsa. Estoy esperando la oportunidad para dársela", replica a Tennant el Flowers más irónico, enemigo también de Franz Ferdinand y Green Day.

No soporta que se infravaloren éxitos como "Somebody told me" o "Mr. Brightside": "Son una parte importante de esta generación".

Esos hits le valieron a The Killers la etiqueta de "la mejor banda británica de Estados Unidos". Por ello, en "Sam´s town" Flowers buscó en sus raíces americanas para encontrar quién es, para ser honesto. "El mejor álbum de los últimos 20 años", se atrevió a asegurar. Nada que ver con "Hot fuss", pero igualmente un éxito de ventas y un motivo de comparación con su admirado Bruce Springsteen.

No todos entendieron el cambio y lo consideraron -Tennant entre ellos- una obra pretenciosa.

De nuevo, acción y reacción. "El enfado por lo que decía la gente del disco me hizo querer probar lo bueno que es. Cantaríamos esas canciones con más fuego. Las críticas nos ayudaron a ser una gran banda en directo", dice no sin razón pese a la timidez de los cuatro.

Esa revancha se le nota en el escenario, en la gira, donde reivindica sus penúltimos éxitos, como "Read my mind", "Bling" o "When you were young", con el que cierra el concierto.

En el único momento de sosiego, Flowers, su voz y el piano. Ya no hay que bailar. Sólo escuchar el "Sam´s town" minimalista en el que desnuda su alma: "Nadie tuvo nunca un sueño por aquí, no me importa empezar yo", canta.

"Estoy pensando menos, por eso ´Day and age´ es un disco divertido. No estaba preocupado por las críticas ni por intentar seguir las huellas de U2", explica Flowers el paso siguiente.

Tras el concierto en Berlín, Vanucci, Keuning y Stoermer firman autógrafos, se hacen fotos y charlan con los fans, que en vano esperan al esquivo Flowers. "Aún no entiendo por qué la gente quiere hablar conmigo", dice ignorando su propio magnetismo. De madrugada no habrá drogas ni alcohol. "Ninguno es un animal festivo", dice Flowers, que llamará por teléfono a su esposa Tana y a su hijo de año y medio, Ammon, su fan más joven. El más mayor quizá sea el mítico Lou Reed, con el que compartieron guitarra y voz en el tema "Tranquilize", en su disco de caras B y rarezas "Sawdust".

En ese trabajo, "dedicado a los fans", decidieron dejar de luchar por evitar las etiquetas y acuñaron la suya propia: glamorous indie rock. En la canción que lleva ese nombre hacen una declaración de intenciones: "Glamorous indie rock. Eso es lo que quiero, lo que está en mi alma, lo que necesito".