La decisión de la comunidad internacional acerca de disponer, por vía legislativa, la obligación de incorporar derivados de la biomasa al 'pool' de combustibles de flota responde a la urgencia mundial por mitigar los alcances del efecto invernadero.
Sin embargo, el alcance de la cuestión posee varias aristas que igualmente deben preocuparnos. En el caso del biodiésel, por ejemplo obtenido desde oleaginosas cuyos aceites son comestibles, si tan sólo se adicionara un 2% de derivados de dichos aceites al diésel de petróleo sería necesario emplear el 50% de la producción mundial de aceites vegetales.
En la actualidad la humanidad consume entre el 85 y el 90% (según el cultivo) de todos los aceites comestibles que se elaboran. La competencia por este recurso escaso ya está llevando los precios por encima de valores
accesibles. En el caso del aceite de palma, aunque los mayores productores mundiales (Malasia e Indonesia) sólo consumen menos del 7% del total que producen, los países de la región (India y Bangladesh en particular) ya han declarado que les será imposible adquirir este aceite a los precios actuales.
Aún obviando este factor, el costo de la materia prima del biodiésel representa más del 85% del total, por lo que los 'lobbies' del biodiésel han convencido a los legisladores de cada país de dictar leyes que eximen de impuestos (en el caso Argentino el ITC) a la producción de biodiésel.
Desde otro ángulo de mira, las restricciones al contenido de azufre del combustible diésel de origen fósil (uno de los mayores causantes del asma infantil, a través de aerosoles que viajan en la troposfera más de 1.000 kilómetros) han obligado a las refinerías a producir un diésel libre de azufre que seca mucho los cilindros.
El agregado de un 2% de biodiésel elimina este problema, por
lo que el costo de incorporar este 'aditivo' imprescindible debería ser absorbido por los usuarios. ¿En nombre de qué intereses deberíamos subsidiarlo? ¿Transportarnos en lugar de alimentar a la humanidad?
Finalmente:
1. Los análisis de ciclo de vida de la producción de biodiésel indican que el ahorro de emisiones de dióxido de carbono es de sólo el 30% cuando se computan el empleo de máquinas agrícolas, fertilizantes, herbicidas, refinación, manufactura de biodiésel, etcétera.
2. (Esto es más preocupante) La combustión de biodiésel produce más óxidos de nitrógeno, los que en la atmósfera producen un efecto invernadero 24 veces superior al del dióxido de carbono.
El caso del bioetanol, para uso en motores 'nafteros', posee particularidades igualmente interesantes y, si bien dentro del Mercosur la apuesta brasileña por este recurso ha sido sostenida en el tiempo (más de 20 años de esfuerzos continuados, con pérdidas iniciales superiores a los 12.000 millones de dólares), aspectos demográficos y el empleo de mano de obra poco o nada calificada para cosechar caña, entre otros aspectos, lo hacen singular.
En los países centrales la apuesta está en la biotecnología (Dupont en particular), para desarrollar celulosas eficientes y poder eventualmente cosechar celulosa de la biomasa marina (pensemos ya en la plataforma del Mar Argentino).
MIGUEL A. BALTANAS (*)
(*) Investigador principal (Conicet) y profesor titular (UNL)