| | El objetivo de los europeos es ambicioso: con su vecina, la gigante Rusia, quiere forjar una “nueva asociación energética”. Los jefes de Estados y de gobierno de la Unión Europea (UE), reunidos en la localidad de finlandesa de Lahti, invitaron por primera vez a una cena al presidente Vladimir Putin, para poner la primera piedra.
Para Moscú, Europa es el principal mercado. Una cuarta parte de todas las importaciones de gas y petróleo de la UE proceden de la lejana Rusia. El anfitrión y primer ministro finlandés, Matti Vanhanen, lo resumía así: “Nosotros los necesitamos a ellos y ellos nos necesitan a nosotros”, lo que según conocedores del sector son unas palabras que expresan más un deseo que la realidad.
Putin no está dispuesto a ceder en las exigencias centrales de los europeos. Los elevados precios de la energía y la creciente demanda respaldan su posición. Moscú, además, no ha ratificado la Carta de Energía, que aseguraría las inversiones de empresas europeas en Rusia.
Tampoco hay que esperar una apertura de mercados por parte de Rusia. Los grupos europeos apenas pueden contar con que participarán en la explotación de los enormes yacimientos de gas y petróleo. Así el mayor grupo mundial de gas, Gazprom, será el que explote en solitario el enorme yacimiento de Stockmann, en el mar de Barents.
La compañía francesa Total, al igual que otras, se ha quedado con las ganas.
Putin se apresta a atajar de inmediato la acusación proteccionismo que enseguida se formula. “Cuando una empresa rusa muestra interés en Europa, se encienden las alarmas y se afirma que vienen los rusos”, lamenta el embajador ruso en la UE, Vladimir Shizov.
Así hubo una clara agitación en Gran Bretaña cuando circularon rumores de que Gazprom quería comprar la empresa propietaria de British Gas. El gigante ruso del acero Severstal se quedó fuera de las ofertas por el grupo luxemburgués Arcelor, lamentó el diplomático.
Pero las empresas rusas, con las cajas bien llenas, no ceden y Gazprom construye en la localidad alemana Mecklenburgo-Pomerania Occidental un depósito de gas, demostrando en Alemania y en el exterior su poderío.
El frío calculador de Putin, el “zar del Gas”, sabe que la energía es el talón de Aquiles de los europeos. Hace medio año los europeos consiguieron poner en marcha una política energética conjunta. Muchos gobiernos nacionales sin embargo siguen sujetando fuerte las empresas energéticas.
En España, por ejemplo, la adquisición de la principal eléctrica Endesa por parte del grupo alemán E.ON ha sido bloqueada por las autoridades estatales. La Comisión Europea interviene con mano dura contra cualquier injerencia en el mercado y contra los elevados precios, pero no siempre con éxito. Por ello, los llamamientos de unidad en el tema de la energía frente a Rusia son a menudo sólo palabras.
En vista de la estrategia seguida por Putin de “divide y vencerás”, en Europa crece la desconfianza hacia Alemania. Los polacos y los países bálticos se lamentan de que el nuevo gasoducto de Rusia a Alemania pase, en el mar Báltico, por delante de ellos. El anuncio de Putin de convertir Alemania en un punto de reparto para los suministros rusos “ha debilitado el levantamiento europeo porque aumenta la desconfianza entre los socios del continente”, comentó el diario italiano “La Stampa”.
La consecuencia de todo ello: entre bambalinas son muchos los que se afanan por establecer una relación especial con Moscú y ello conduce a pensar que no son las condiciones más apropiadas para sacar en la conversación con un Kremlin que comparece de forma autoritaria el tema de los derechos humanos o el conflicto con Georgia. |
