Veníamos lindo este verano, con temperaturas moderadas que les hacían la vida más fácil a nuestras plantas pero ahora, desde mediados de diciembre más o menos, el calor se nos vino de golpe y ya rondamos los 40ºC a la sombra, en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, o sea el norte de esta hermosa Patagonia. Tenemos que regar, porque si no lo hacemos, ¡chau jardín! ... el tema es cómo y con qué agua lo hacemos.
Por ejemplo, un abedul de 10 años libera al aire ahora, en pleno verano, mínimo 500 litros de agua por día en forma de vapor. Obviamente, para crecer óptimamente, necesitará reponer ese volumen desde el suelo ... algo que es imposible satisfacer con el riego habitual, y entonces el árbol reacciona con diferentes planes de contingencia y de acuerdo a las herramientas defensivas que su genética le permite.
Plan A, disminuye significativamente el tamaño de sus hojas o la cantidad de ellas, para reducir la traspiración. Plan B, comienza a tirarlas hasta perderlas totalmente ... este es el mecanismo de defensa de los árboles y arbustos de zonas desérticas, que recuperan velozmente su follaje cuando reciben agua.
Si somos observadores, podremos apreciar cuándo nuestras plantas en general, comienzan a tener sed, sea por falta de agua o por ser ésta demasiado salada. El caso emblemático lo tenemos con los tilos, que se defienden tirando todo su follaje ni bien comienzan los calores y luego suelen recuperarse en la primavera siguiente.
Otro de los síntomas es el "adelanto del otoño", o sea el cambio de coloración por pérdida del pigmento verde (clorofila), luego le sigue la "quemadura" del borde de las hojas y por último su caída.
Ese es el caso del Acer pseudoplátanus, "sicomoro" (fotos). Primero se nota un notorio cambio de color que comienza del lado del sol, luego ese cambio se extiende al resto del árbol. Finalmente, si no se remedia el problema, el árbol mal regado tira su follaje y se debilita de tal manera que le dificultará su recuperación en la temporada que viene.
La causa puede ser falta de riego o riego con agua salobre, que le dificultan su absorción por las raíces.
Teniendo en cuenta estos detalles y otros que mostraremos más adelante, podemos solucionar o al menos atenuar el problema si comenzamos a regar con agua de buena calidad.