Gonzalo Fernández Iramain es uno de esos personajes inclasificables: se lo puede encontrar decorando una casa en Cholila, diseñando un restaurante en Bariloche, timoneando un hotel boutique en algún paraje perdido del sur argentino o simplemente pintando y recibiendo amigos en su mágico rancho patagónico.
La historia oficial cuenta que en el 2008 decidió armar su vida en este galpón de chapa donde almacenaba muebles y demás tesoros que fue juntando a lo largo de su vida. Poco a poco, y con muchísimo ingenio, el esqueleto de este viejo galpón fue recobrando un nuevo significado y en esta epopeya, estuvo secundado por una banda de buenos amigos que lo ayudaron en dicha transformación.
Al poco tiempo de mudado un fuego furioso prácticamente lo pulverizó. "Durante una gran nevada, las llamas destruyeron el 80%. Más allá del aspecto trágico que pueda tener, fue una chance para repensarlo todo y aprovechar las variables que se abrían".
En palabras de Gonzalo, esto quiere decir empezar de cero una vez más, invitar más amigos a disfrutar de otro buen asado y que entre vaso de vino, todos se pusieran manos a la obra y lo ayudaran a reconstruir su casa.
Está claro que Gonzalo no estaba para nada interesado en hacer más de lo mismo.
Después del incendio decidió sumar un cuarto en la planta alta y en la planta baja armó cocina, comedor, estar y taller. A los seis meses ya estaba habitable nuevamente. "Las reformas son una constante, las primeras ideas surgieron luego del incendio: hoy no está igual que hace un mes y no estará igual dentro de dos meses. Siempre lo estamos ampliando", cuenta.
El rancho suma unos 120 m2 entre planta baja y alta. Está emplazada sobre un paradisíaco terreno de 3200 m2, con una vista subyugante del lago Nahuel Huapi, a media hora del centro de Bariloche. Allí comparte tierra con otros familiares y, entre todos, tienen patos, gansos, gallinas y una huerta orgánica.
La casa tiene un clima mágico, armado con una combinación de muebles y objetos que a Gonzalo le gustan y hoy están poblando su mundo pero mañana, quien lo sabe, bien pueden estar en otro destino. "La decoración no existe: es sólo el rejunte de cosas que uno va encontrando. Yo quería lograr un espacio versátil, amplio, para reunirme con amigos, pero que funcionara también como taller de pintura y restauración sin que desentonara.
Está claro que el estilo de la ambientación es inclasificable, que está conformada por objetos encontrados, comprados o regalados que entre todos forman una armonía deliciosa y un lenguaje único, onírico, donde prima, ante todo, el buen gusto.
Contacto: fernandeziramain@gmail.com