Tantos años de experiencia como decoradora profesional le permitieron a Verónica Gravina abordar esta imponente casa con la mayor de las naturalidades. Sin estrés ni nerviosismos que derivan cuando se toma una gran obra, en este caso el reciclaje de un piso de 500 metros cuadrados de arquitectura neoclásica francesa. Es entendible que este esplendoroso edificio de 1930, en las cercanías de Plaza San Martín, le hubiera fascinado ni bien la contrataron. "Lo que más me gustó es su arquitectura elegante; su entrada de mármol, los pisos de roble de Eslavonia; las molduras en todas las habitaciones", cuenta.
Verónica cambió radicalmente la cocina, tiró las paredes que la dividían del comedor diario y unificó todo en un mismo espacio. "Lo hice de blanco para darle más luminosidad", explica. También le cambió la cara a los dos baños y toilette y optó por el mármol blanco ya que consideró que la nobleza de este material congeniaba de maravillas con esta vivienda tan señorial.
En el resto de la casa, las modificaciones fueron más bien cosméticas (entelado y pintura de paredes, por ejemplo), por no decir de índole decorativa. Su debilidad, está claro, es el eclecticismo, estilo que aquí ha practicado a gusto y sin limitaciones, logrando un mix de lo más encantador que le quita formalidad al espacio. "Mi estilo es mezclar aquello que me gusta: sillones confortables, materiales nobles como el cuero que envejece bien. En esta casa, antigua y francesa, sugerí muebles modernos, lámparas de los años 60, poltronas de Eames, telas de la India con algunos toques antiguos, como el juego de comedor clásico. En el living, que está formado por dos salas, es donde más mezclé, quizá por la amplitud de ambos espacios. Uno tiene una impronta más sesentona con los silloncitos daneses mientras que el más grande, armado alrededor del hogar de mármol, tiene un diseño más minimalista con algunos toques retro".
Este coqueteo con el pasado, pero modernizado, también fue implementado en el área privada de la casa. En el dormitorio principal, la cama está vestida con un acolchado en Toile de Jouy que combina de maravillas con el respaldo de su cama, forrado con terciopelo teñido a mano por una artista, autora también del género que tapiza la pared donde se apoya la cama. "Yo quería que fuera un cuarto acogedor".
En el dormitorio del bebé, que está anexo, quería darle una vuelta diferente, y apostó al color, en una paleta dominada por el blanco combinado con aguamarina. "Decidí ponerle este color en las cortinas de gasa, en el tapizado del silloncito francés, en el móvil de papier maché.
Después lo completé con una cunita del mercado de pulgas que se pintó de blanco, más una mesa francesa que sirve como cambiador", dice la decoradora.
La última contribución a la casa fue una enorme biblioteca de madera simil wengé, que colocó en una de las paredes del escritorio también sala de tevé, que está secundada por un comodísimo sillón de cuero, de medidas extra large, que Verónica diseñó especialmente para este espacio que, como en el resto de la casa respeta el pasado aristocrático de la arquitectura pero tiene un toque aggiornado que la hace tanto más vivible.
Una casa tradicional se ve, pero distinta. Para inspirarse.