De Green Point a Mbombela, de Nelson Mandela a Peter Mokaba. O lo que es lo mismo, de Ciudad del Cabo a Nelspruit, de Port Elizabeth a Polokwane: el Mundial de Fútbol propone a través de sus diez estadios un viaje de punta a punta en la nueva Sudáfrica.
El recorrido empieza a orillas del Océano Atlántico, en el extremo suroeste del país del arco iris. Allí, junto a las aguas infestadas de tiburones, se alza imponente el estadio de Green Point, en Ciudad del Cabo, una elegante construcción de líneas redondeadas con aforo para 70.000 personas que albergará, entre otros, una semifinal.
"El estadio del renacimiento africano", que costó unos 600 millones de dólares, es, junto a Soccer City y Durban, una de las joyas arquitectónicas sobre las que Sudáfrica sustenta el sueño de desarrollo con el que el Mundial llega al continente más pobre del mundo.
Sudáfrica debe ofrecer lo mismo que hicieron "cada una de las ciudades sede en Alemania, sea Berlín o Frankfurt", aseguró el director ejecutivo del comité organizador, el poderoso Danny Jordaan. "Nuestras ciudades deben estar a la par de esas ciudades".
Unos 750 kilómetros al este, por la carretera que recorre la costa en la que se besan el Atlántico y el Índico, Port Elizabeth es la segunda parada del viaje. Frente a la bahía que baña la ciudad, el estadio Nelson Mandela despliega sus velas a la espera de otros ocho partidos.
Completamente nuevo, el campo tiene capacidad para casi 50.000 espectadores. Todavía es una incógnita cómo será aprovechado tras el torneo, ya que la ciudad carece de equipos de rugby y fútbol de relevancia. Pero con un personaje como Jordaan, Port Elizabeth difícilmente se hubiera quedado sin Mundial.
Las aguas del Índico conducen otros 1.000 kilómetros al este a Durban, donde espera el alegórico Moses Mabhida, el tercero de los cuatro estadios construidos desde los cimientos. Su diseño está inspirado en la bandera sudafricana, cuya "Y" tumbada simboliza la unidad de un país que una vez estuvo dividido.
Esa "Y" se ha trasladado a las tres dimensiones mediante un magnífico arco que sobrevuela el campo y que puede ser recorrido en teleférico. Desde sus más de cien metros de altura, las vistas del Océano son espectaculares. Hasta 70.000 personas tendrán la oportunidad de contemplarlo en cada uno de los siete partidos que acoge, entre ellos otra semifinal.
Antes de viajar al norte, casi en el centro geográfico del país, Bloemfontein reclama también su dosis de protagonismo. A mitad de camino entre Ciudad del Cabo y "Joburg", entre granjas de labranza, la más afrikáner de las ciudades mundialistas alberga el estadio Free State, que tras su refacción amplió su aforo a 45.000 localidades.
Cuatrocientos kilómetros al norte, la poderosa urbe de Johannesburgo aguarda con su "historia de dos estadios": el viejo Ellis Park, en el centro de la ciudad, y el flamante Soccer City, en el emblemático barrio de Soweto.
El primero, de 60.000 asientos, es la catedral del rugby, el deporte de los blancos durante los años del "apartheid". Allí, los "Springboks" lograron el título de campeones del mundo en 1995, en una histórica tarde en la que una grada repleta de "afrikáners" acabó coreando el nombre del líder negro Nelson Mandela, elegido presidente apenas un año antes en las primeras elecciones libres en Sudáfrica. (DPA)
El Recorrido
En este recorrido por los estadios de Sudáfrica también encontramos el Soccer City, apodado la "olla" o la "calabaza" por su forma de recipiente y sus colores ocres, es el símbolo del amor de la población negra por el fútbol. Escenario del partido inaugural y la final, su amplia remodelación, por un costo de 512 millones de dólares, le permitirá dar aforo a 94.700 espectadores.
Más modestos son el estadio Loftus-Versfeld de Pretoria, unos 50 kilómetros al norte de Johannesburgo, y el Royal Bafokeng de Rustenburgo, unos 120 al noroeste. El primero es el más antiguo de los recintos mundialistas y tiene capacidad para 55.000 personas. El segundo, un sencillo estadio con pista de atletismo de 42.000 asientos, es fruto de las ganancias que deja el platino.
En el extremo norte de la modernizada carretera N1, que atraviesa en diagonal el país, Polokwane remodeló el estadio Peter-Mokaba para llegar a los 45.000 espectadores y albergar cuatro partidos del Mundial.
Pero el viaje termina en Nelspruit, a unos 1.800 kilómetros de donde empezó. Allí, a menos de una hora del salvaje Parque Kruger, muy cerca de la frontera con Mozambique, la ciudad construyó un nuevo estadio con capacidad para 46.000 personas, el Mbombela, el más recóndito de los pilares sobre los que se sostiene la nueva Sudáfrica.
Una arquitectura, se ve, que había que conocer.