Se mudaron a Palermo Viejo hace más de quince años cuando Palermo Viejo era aún un barrio de casas bajas, habitado por vecinos que tomaban mate en las veredas ni bien caía el sol. Eligieron un loft de 90 m2 con patio, en uno de los edificios más emblemáticos de esta zona, que años después perdió su atmósfera reposada para convertirse en uno de los barrios más efervescentes, poblado de boutiques de moda, locales de diseño, bares y restaurantes.
Sus dueños, uno galerista y el otro artista plástico decidieron comprar una de las unidades de este condominio urbano, apodado los Silos de Dorrego, construido en el viejo esqueleto de una empresa molinera del 1920. "Lo que más nos sedujo de entrada fue la posibilidad de vivir en una casa con piscina y jardín, sin salir de la ciudad, y con la seguridad que da un condominio. Nos impactó el verde, el silencio, el estilo del edificio, la vegetación, las ventanas industriales y cambiar el ruido de Barrio Norte por el sonido más campestre que ofrecen los Silos", explican.
Cuando lo compraron se lo entregaron "pelado", lo que les permitió armarlo a su gusto. "Las unidades sólo contaban con paredes y cuatro bocas de salida de gas, luz, agua y cable. El resto lo hicimos nosotros: escalera, cocina, baño, revestimientos, pisos, etc", añaden.
En la primera etapa, contrataron a la arquitecta Paz Varan, quien aprovechando la generosísima altura, unos 7 metros de alto, les construyó un entrepiso de 40 m2 donde ubicó dormitorio y escritorio, todo en uno, más baño completo y vestidor. Mientras que en la planta baja, de otros 50 m2, armó el living, comedor y cocina revestidos de pisos de madera clara, todo con una ambientación al estilo Santa Fe Style, tan en boga en esos años.
A finales del 1999 decidieron darle una refrescada para adoptar un clima "urbano/contemporáneo", esta vez timoneado por el arquitecto Flavio Domínguez. En esta renovación, que fue más bien cosmética, "aparecieron los colores grises, los neutros, el cuero rojo", y para apaciguar aquellas paredes de ladrillo visto acudieron a dos estrategias igualmente rendidoras: las más simple y conocida fue pintar parte de las paredes de gris, mientras que los muros del comedor y del dormitorio fueron revestidos de paneles de fibro-fácil del mismo tono, "que dan un aspecto aterciopelado a las paredes, y nos permitieron recubrir el excesivo ladrillo a la vista sin pasar por el revoque".
En el living, hay pocos muebles de estilos diversos que amalgaman entre sí. Dos sillones de diseño italiano, una banqueta de madera de iglesia, una mesa baja de madera, una biblioteca empotrada donde despliegan parte de su colección de artistas argentinos de la galería Elsi del Río y artesanías.
En el comedor, la gran estrella es una obra del artista José Luis Anzízar, impactante acrílico de 3 x 1 metros, en una paleta de rojos, fucsias, verdes, naranjas y amarillos que provocan en el espectador una sensación de hipnotismo. Este hace un contrapunto delicioso con las sillas que fueron retapizadas en un género de los años 60, en la misma gama de tonos del cuadro. "Estas telas nos recuerdan a los interiores de los aviones Braniff de los años 60, atendidos por azafatas con uniforme Pucci", dicen.
La cocina, neta, se integra al resto del paisaje sin conflictos ya que fue trabajada también en la gama de los grises, con alacenas de acero y una mesada que combina acero con Corian, y está coronada por una larga repisa que sirve para apoyar esculturas y cuadros.
En el entrepiso, el dormitorio, con piso de cemento alisado, tiene dimensiones tan generosas que les ha permitido armarse una mesa de escritorio, un cuarto vestidor y el baño revestido de venecitas, donde también despliegan su colección de vírgenes latinoamericanas y obras de arte.
Está claro que son dos estetas que adoran rodearse de piezas bellas y que la decoración es un tema que los apasiona. "No podríamos vivir en un lugar que no sea agradable, cuidado, que nos contenga. No es lo mismo para nosotros vivir en un lugar agradable que en un lugar desangelado". Y, el arte, tanto o más importante que la deco, es otro de los fuertes de este loft. "Nuestra vida comienza en lo visual, en el placer que produce una forma, un color, un olor. Nos gusta ver arte, y coleccionarlo dentro de nuestras posibilidades. Disfrutamos mucho más invirtiendo dinero en un viaje para ver museos, galerías o bienales que en comprar un automóvil. Compramos mucho en viajes, mantas de Salta; imágenes religiosas de México, Puerto Rico y Guatemala; muebles de Buenos Aires, sábanas de Londres... pero tratamos de tener pocos objetos. No nos gusta la acumu-lación".