Si usted no conoce Villa Pehuenia, enclavada junto al lago Aluminé, en la provincia del Neuquén, le puedo decir que es un lugar de gran belleza natural, tranquilo, típico de precordillera andina, con calles aún de tierra y con subidas y bajadas que lo harán resoplar para subir y poner el freno de mano para bajar. En resumen, un sitio bucólico para desintoxicarse de laburo y preocupaciones.
En el punto más alto de este idílico paisaje se halla una enorme roca. En la parte sur de ella, con imponente vista hasta el infinito por sobre lago y montañas, su dueña ya ha finalizado la construcción de su primera vivienda y está encarando la segunda, en la cúspide de esa roca, a modo de nido de cóndor.
Además de su jardín tradicional, enmarcado por un cerco de sorbus y con la primera plantación de rosas perfumadas, se presentó el desafío de "vestir" ese peñón inmenso con flores que pudiesen prosperar en alta montaña.
Si bien existen experiencias a nivel mundial de construcción de rocallas con esas características, la exigencia era hacerlo con mayoría de plantas autóctonas de nuestra cordillera ... por respeto al entorno natural y gusto de su propietaria.
Sacar esas plantas de alta montaña de su sitio natural es predar la naturaleza con escasísimas posibilidades de éxito. Sus sistemas radicales no permiten una extracción "quirúrgica" que asegure su supervivencia ... quedaba entonces una sola alternativa: ubicar a alguien que las "críe de potrillo", o sea de semilla.
Afortunadamente dimos con un amante de la montaña y de su flora, quien nos proveeyó de una primera tanda de plantas para realizar esta experiencia que considero inédita.
Plantadas en el otoño pasado, resistieron lluvia, nieve, viento y frío, entrando en la primavera de Pehuenia ya medianamente afianzadas. Más del 80% resistió las inclemencias, floreció y ahora es intención ampliar la plantación.