Esta es una pregunta que durante mucho tiempo me ha desconcertado, porque realmente no había un criterio definido para dar una respuesta. Lo más usual era responsabilizar a la capa freática salobre y muy alta que provocaba muerte de raíces. Sin desecharlo como una causa en ciertos casos muy puntuales, la “cosa no cerraba” porque el problema se producía en demasiados lugares distintos. Había síntomas en sitios con suelos arenosos y capa freática profunda, en suelos semipesados y en jardines donde el resto de las plantas prosperaba sin inconvenientes de freática.La otra causa argüida era la falta de riego, pero tampoco era una constante. En definitiva, “había de todo, como en botica”.
ANTECEDENTES El antecedente o dato más cercano era el de la muerte de cipreses lambertiana (Cupressus lambertiana) en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires y que en décadas pasadas causó una verdadera psicosis que produjo el rechazo de nuevas plantaciones con esta especie. Pero al poco tiempo se comprobó que también afectaba a otros cipreses como el arizónica (Cupressus arizonica) y -en nuestra región al menos- al género Thuja (concocido como “tuja” o “tuya”), que se usa especialmente para la creación de cercos o cortinas rompevientos de mediana altura.
INVESTIGACIóN Con este dato Darío Fernández, entomólogo del INTA Alto Valle, revisó las hojas y descubrió una cochinilla muy pequeña, casi trasparente e imposible de ver a simple vista, que se instala en las escamas de las hojas. Porque debe saber que lo que llamamos comúnmente “pinitos” es un “combo” de lo que técnicamente son “coníferas”, en el que entran los pinos, piceas y abetos, con hojas en forma de agujas o planas, y por último las que tienen sus hojas en forma de abanico plano y segmentadas en forma de escamas que se separan fácilmente, como los ya mencionados cipreses y tujas.Es en esas uniones de las escamas donde se instala esta cochinilla, que pertenece a la familia de los Diaspididos pero que merecerá mayores estudios para identificarla con exactitud. La he observado en cipreses y tujas y en menor grado también en otras coníferas, pero no así en los “falsos cipreses” (género Chamaecyparis).
SINTOMAS Y TRATAMIENTO Los síntomas aparecen a fines del invierno con sectores muy definidos del follaje que comienzan a tornarse de color amarronado. Estos cambios de color se vuelven cada vez más oscuros y si no se actúa con rapidez se extienden a toda la planta.Realmente la invasión es explosiva y se produce en pocas semanas. Si no se actúa con rapidez, la planta sucumbe.Otra de sus características y que denota claramente que el ataque es producido por un insecto, es que las partes afectadas se van cubriendo de un hollín negruzco que se puede quitar con la mano. Ese hollín es una fumagina, que se produce como consecuencia de hongos que se desarrollan sobre el líquido azucarado que segregan esas cochinillas.Tenemos entonces un conjunto de daños producidos por esta plaga, visible sólo bajo la lupa. Por un lado, el daño directo por la succión de la savia de la planta y la inoculación de toxinas que produce el insecto y por otro el daño indirecto, porque esa fumagina que cubre las partes verdes le quita capacidad de realizar la fotosíntesis, o sea alimentarse gracias a la luz del sol.La forma de controlar esta plaga es por medio de pulverizaciones con aceite mineral emulsionable (“aceite curafrutal”) al 3% a punto de goteo (la planta tiene que chorrear). Con el sol el agua se evapora y el aceite de la emulsión permanece como una película y asfixia a las cochinillas.Ese aceite no es tóxico, no afecta a estas coníferas y no hay forma de que la plaga se vuelva resistente... porque hasta ahora no conozco a ninguna que aguante sin respirar. Pero ojo, no todas las plantas resisten esta capa de aceite, porque las que son sensibles pueden sufrir asfixia o “cocinarse” bajo ese aceite. En caso de dudas, antes de hacer una aplicación general primero hay que probar sobre unas hojas.