Los frutales de carozo, tan cultivados en nuestra región frutícola, tienen sus parientes creados exclusivamente para adorno. Estamos acostumbrados a ver montes comerciales de durazneros, ciruelos y cerezos totalmente mutilados. Si bien la floración en primavera nos parece profusa, esto se debe más que nada a la visión de conjunto y no de árboles individuales... si trasladamos esta forma de poda a los carozos de adorno, los sometemos a un maltrato cruel e innecesario que tiene como consecuencia inmediata una menor cantidad de flores y a mediano plazo deformaciones antiestéticas y una vida más corta.
Si bien es cierto que cada tanto se hace necesaria una poda, ésta se debe limitar a eliminar sólo una parte de ramas viejas, enfermas o muy mal ubicadas y -en todos los casos- una vez que ha finalizado la floración. De esta forma se le da tiempo a las ramas nuevas a formar yemas de flor para el próximo año.
Si se tienen frutales de carozo para consumo familiar, la poda puede ser más intensa, porque no hacerla puede implicar la quebradura de ramas por exceso de peso de fruta y para dismimuir el "añerismo", o sea la alternancia de años de gran producción con otros de producción escasa.
La premisa es siempre acudir en ayuda de la planta y no para castigarla. La poda excesiva puede llevar incluso a la aparición de gomosis, que no es una enfermedad en sí misma sino un síntoma de debilidad de la planta.
Hoy les quiero ejemplificar con dos especies espectaculares en primavera: el ciruelo de jardín y el duraznero de flor doble.