esde hace ya una punta de años (¡qué antiguo!) me he ocupado del peligro que encierra el uso predominante de una sola especie de árboles (monocultivo) en las veredas de nuestras ciudades. Hagamos un poco de historia.
Finalizando la década del ´70, cuando tuve el placer de comenzar a escribir sobre jardinería, fui invitado como expositor al Primer Congreso de Arbolado Urbano organizado por mi recordada amiga Diana Porley, por entonces directora de Espacios Verdes de la ciudad de Neuquén y anfitriona del congreso. Allí el paisajista Griffau, una autoridad en la materia, se maravilló de la espléndida forestación de olmos que mostraban las ciudades valletanas, pero nos alertó del peligro que encerraba el hecho de que prácticamente el 80% del arbolado era de olmos siberianos.
"Ojalá nunca aparezca la vaquita del olmo", nos dijo, "una plaga que en la provincia de Buenos Aires está causando estragos y obligando a su erradicación". Falleció antes de ver que su pronóstico se cumplió fatalmente... Una década después y hasta la fecha, esta plaga motiva erradicaciones masivas de olmos, convalidadas por ordenanzas que lo permiten e incluso prohíben su plantación en veredas.
En reemplazo de los olmos se echó mano a otra especie cuya multiplicación por semilla es sumamente fácil para los viveros municipales: el fresno americano (Fraxinus americana). Actualmente representa también entre el 70 al 80% del arbolado de nuestras ciudades.
Recordando esta amarga lección del olmo y especialmente por el daño que ocasionaban las raíces de esta especie, en más de una ocasión alerté sobre el tema del monocultivo... "Hoy ´olmitis´, mañana ´fresnitis´", decía hace 20 años. Dicho en criollo, "la misma leche con diferente gordura", y rogaba que no apareciera una plaga específica que nos pusiera en la misma encrucijada.
Y AHORA QUÉ
La rueda del facilismo siguió girando y ningún organismo provincial o tan siquiera municipal tomó la posta. Los municipios continuaron produciendo fresnos en cantidades industriales y los viveros a venderlos indiscriminadamente... Se trata de una especie noble y muy bonita en otoño.
Esto que el lector nos menciona en su carta ya era de mi conocimiento desde hace algunos meses, cuando fui invitado a una reunión en la ciudad de Cipolletti, donde los técnicos participantes mostraron su preocupación sobre el tema. Según mis informantes "generalmente bien informados", poco o nada se ha hecho sobre el tema. Uno de ellos es el autor de esta carta de lectores, que no sólo me facilitó algunas fotografías sino que incluso se acercó a este diario a mostrarme ramas atacadas... Lo que vi fueron manojos de semillas saturadas de una masa pegajosa y sumamente desagradable.
La pregunta que se me ocurre es "y ahora de qué nos disfrazamos". Sería interesante saber si el foco de la infestación se limita a la ciudad de Cipolletti o ya se está extendiendo por el Valle (no la he visto en Roca), además que se nos informe qué medidas se están tomando, si existe un plan de control para evitar su propagación o hay que esperar la "motosierra sanitaria" y si existe control sobre los viveros municipales y los de venta al público para evitar su difusión.
Demás está decir que, si seguimos de brazos cruzados, el daño a la ecología urbana tendrá dimensiones catastróficas, pues nos quedaríamos prácticamente sin árboles por una cierta cantidad de años. A esto debemos sumar que no hay investigación sobre nuevas especies, a lo cual espero que pueda contribuir la nueva Universidad de Río Negro con una cátedra o al menos seminarios sobre arbolado urbano.
Por mi parte digo y repito: estamos insistiendo en especies y variedades arbóreas de zonas con mayor régimen de lluvias que la nuestra, que es semiárida. Se impone la investigación y prueba de especies de zonas áridas y dejar de lado de una buena vez el famoso "no se puede", sin siquiera haber tomado en cuenta las experiencias de otros países que con severa restricción de agua han solucionado el problema.
Teodorico Hildebrandt
eljardin@rionegro.com.ar