Este mes de febrero, “cortito como viraje e’laucha”, es muy importante en el calendario del jardín porque aún es tiempo de hacer algunas cosas y se va haciendo tarde para otras, como quedó dicho en una nota anterior. Cada vez hay que tener más precauciones con la poda en general para evitar que se formen varas muy tiernas que se helarían con los primeros fríos.
En ese contexto se me ocurre que les podrá interesar mi opinión sobre el manejo de los rosales en esta época del año.
PODA
Con respecto a podar o no podar las plantas de rosas, quiero hacer un pequeño análisis que espero les sirva. Recuerdo que hace años atrás opinaba que para esta reina de las flores “renovarse es vivir”... hoy en día y como resultado de “patear jardines” y recibir consultas y sugerencias, esa opinión tan drástica ha ido variando y creo que para bien.
Sigue siendo absolutamente cierto que para las rosas la poda rejuvenece pero también lo es que cada poda debilita. Esto, que parece una contradicción, merece una explicación.
Cuanto más follaje tiene una planta mayor es la cantidad de alimentos que sintetiza por el proceso de la fotosíntesis. Todo el excedente de alimentos en forma de almidones y azúcares se acumula especialmente en las raíces pero también en las ramas principales ... ergo, si se la poda constantemente esa acumulación es mínima o inexistente; se altera el equilibrio fisiológico de la planta y ésta comienza a sufrir “hambre”.
Cuando se hace una poda luego de que se le ha permitido hacer una acumulación de reservas, la brotación es intensa porque invariablemente una planta va a buscar reponer las ramas perdidas. Observe y verá que por lo general esos nuevos brotes se producen en la misma zona del corte.
Volviendo al tema del rosal, si usted lo ha estado podando constantemente a través de este “verde” (lapso que abarca desde la primavera hasta el otoño) sería apropiado dejarle un período de descanso hasta la primavera que viene. Con esto -desde mi punto de vista- se obtienen dos ventajas nada despreciables.
La primera de ellas es que el rosal entra al invierno con ramas desarrolladas y bastante “maduras”. A pesar de que es un arbusto de madera muy esponjosa y con alto contenido de agua (savia) en sus tejidos por lo que es sensible a las heladas muy fuertes, podemos lograr madera más resistente si a partir de ahora (mejor aún comienzos de febrero) no podamos y dejamos esa tarea para la primavera.
En resumen, el rosal se beneficia y se hace más resistente a heladas. Tal vez en el Alto Valle esto no es muy importante pero sí lo es en regiones donde nieva todos los inviernos.
El segundo beneficio lo obtenemos en primavera, una vez que ha pasado el peligro de heladas.
Está comprobado que cuanto más corto se poda un rosal más tarda en formar varas florales y florecer. En primavera, entonces, yo optaría por esperar a que se produzca la primera floración y recién después podaría a tres o cuatro yemas a contar desde la base, pero no todas las varas sino sólo la mitad o una tercera parte de ellas.
Luego continuaría con esta poda durante el verano y a fin de enero la suspendería hasta la primavera siguiente. Esto para todos los rosales, excepto los trepadores, que se podan tipo viña en la primavera.
TRASPLANTE
En general siempre es preferible plantar rosas en otoño y no en primavera pero, por razones operativas propias de los viveros, la oferta de plantas a raíz desnuda comienza recién a fin de junio.
Esta época y hasta fin del otoño es ideal para hacer trasplante de rosas ya establecidas en el jardín y que por algún motivo se deben cambiar de lugar. Para un trasplante con éxito asegurado, recuerde hacer primero el hoyo antes de sacar la planta, de modo de no demorar la plantación.
Haga una poda de raíces eliminando todo lo que se quebró, machucó o se vea débil. En cada corte se producirán nuevas raicillas que asumirán la absorción de agua y nutrientes, para lo cual ayudarán las temperaturas templadas del otoño y de esa forma en la primavera ya estarán bien establecidas.
Plante el rosal con la zona del injerto una pulgada por debajo de la línea del suelo. En cuanto a la parte aérea, cúbrala con una buena montañita de tierra húmeda y corte todas las ramas que sobresalgan, de modo que después todo quede bien cubierto y se mantenga la humedad, lo que evitará su deshidratación antes de que las raíces comiencen a trabajar.
A mí me ha dado muy buen resultado usar aserrín de álamo para tapar las rosas recién plantadas, porque así se evita el nacimiento de yuyos.
Y recuerde dos detalles que creo son importantes. Sepárelas lo suficiente para minimizar la competencia por la luz y los nutrientes ... de acuerdo al tipo de rosa las distancias deben ser las suficientes para que los follajes no queden encimados porque la ventilación disminuye los riesgos de ataques de oídio (“ceniza”). Las antiguas rosas inglesas y las arbustivas se deben separar mucho más que las híbridas de té y éstas más que las miniaturas y evite plantar muy cerca de paredes a pleno sol... el calor excesivo no les cae nada bien.
Las plantas tienen derecho a sentirse bien... o sea, a tener “bienestar”.