Eduardo Hugo Rapoport es un prestigioso biólogo etnobotánico especializado en estrategias de invasión de las especies que anda por el mundo ponderando los valores alimenticios de las "buenezas", como llama a los yuyos o malezas comestibles.
A los 81 años de edad no detiene su incansable tarea de explorador y profesor emérito de la Universidad Nacional del Comahue, marco en el cual es -además- investigador superior del CONICET.
Publicó años atrás con sus colegas Laura Margutti y Ana Ladio, y el ilustrador Eduardo Sanz, una prolífica investigación sobre plantas comestibles -nativas y exóticas- de la Patagonia argentina y chilena, que aún hoy continúa reeditándose. Este trabajo incluye una completa información e imágenes sobre unas 60 especies vegetales comestibles habitualmente despreciadas, con sus diversos usos por parte de antiguas comunidades de pueblos indígenas e incluso formas en las que las preparaban para comerlas.
Además, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria publicó otro libro, ahora con 240 especies, en coautoría con su esposa Bárbara Drausal y el científico Angel Marzocca.
"Sin embargo esto recién empieza, está todo por hacerse", dijo a Télam.
"Los etnobotánicos recién comienzan a recuperar ese conocimiento que tenían nuestros tatara tatarabuelos... los que salieron de Africa", afirmó.
Pionero en esta investigación en la Patagonia, estimó que en el sur americano existen alrededor de 600 especies vegetales comestibles, de 17.000 que hay en el mundo, pero que apenas fueron registradas y comercializadas algo más de 100.
"Trabajé en ecología geográfica y estudié cómo se dividen las especies de animales y plantas en un continente entero. Tomé las especies más extendidas, las más exitosas y dominantes y me interesé por sus estrategias, especialmente de las invasoras: plagas, pestes, epidemias y malezas", relató.
"En la Patagonia somos invadidos por especies de todo tipo, especialmente malezas y
todo el mundo está contentísimo de que ocurra eso. Es una mezcolanza espantosa que estamos haciendo en el mundo de manera totalmente inconsciente", agregó.
Así fue tomando conciencia del potencial alimenticio de estas especies y de la posibilidad de alentar su consumo humano en lugar de combatirlas con herbicidas, una práctica costosa y contaminante.
"La palabra yuyo viene del quichua: 'iuio', y significa planta comestible. Son las mal llamadas malezas, que rebautizamos 'buenezas' y son eurasiáticas e invasoras", explicó.
Destacó que en Europa, Estados Unidos y México "se comen desde hace siglos" y que "hoy están en supermercados".
"México es el país que mantiene la tradición más pura en América. Allá comen varias especies que nosotros consideramos malezas, como la verdolaga. En todos los mercados hay montañas de verdolagas para hacer sopas, ensaladas y cocinarla de mil maneras. Incluso la cultivan", agregó.
Indicó que en el país se perdió esta tradición "y muy poca gente sabe reconocer las plantas para saber cuáles pueden comerse. Siempre aparece alguien que recuerda que su abuelita le enseñaba a reconocer las plantas. Pero lo olvidaron y tratamos de recuperar ese conocimiento".
En Bariloche, Rapoport comparte su pasión por las malezas comestibles con su esposa, quien también tiene un valioso aporte al tema: el libro "Cocinando con yuyos", aún inédito.
Juntos preparan deliciosas ensaladas y sopas con las malezas que recolectan a diario en su casa y hacen lo mismo cuando salen a explorar la Patagonia en busca de nuevas exquisiteces.
A la hora de señalar sus predilectas, el científico se inclinó por el diente de león, en ensalada. "Es mi locura y la junto acá, en la puerta de mi casa", dijo y también destacó la acederilla y el el geranio de Magallanes. "Todas tienen propiedades medicinales pero lo importante es que hacemos unas sopas deliciosas que, especialmente en verano, son muy fáciles de digerir", afirmó. (Télam)
DE LA ECOLOGÍA A LA INVASIÓN DE LAS ESPECIES
El doctor Rapoport recorrió un extenso camino en las fronteras de la ciencia y la investigación. Obtuvo la licenciatura en Biología y el doctorado en Ciencias Naturales en la Universidad Nacional de La Plata, y trabajó en distintos países de América y Europa.
Apenas estrenó el título comenzó a desarrollar distintas investigaciones como la excursión en 1959 al Amazonas venezolano. Allí investigó la microfauna con científicos de diversas especialidades y los indios makiritare y yanomami.
En los ‘70 fue profesor de la flamante Universidad Nacional del Comahue y creó la materia Ecología Urbana.
En 1978 la dictadura dejó sin trabajo a 200 investigadores en Bariloche y Rapoport viajó a México, donde creó esa misma cátedra. En el Museo de Historia Natural de esa capital realizó la investigación que dio lugar a los dos libros de “Aportes a la ecología urbana de la Ciudad de México”, el primero de una muy amplia serie de publicaciones.
También allá editó su primer gran trabajo sobre la que sería luego su especialidad excluyente: las estrategias de las especies invasoras o ecología de las invasiones, un área investigativa en la que fue también pionero en el continente. (Télam)