No cabe duda que el tema del césped es uno de los mayores desvelos de todo aquel que se inicia en la jardinería o simplemente quiere tener un tapiz verde en su hogar o lugar de trabajo. Llama la atención a los que estamos en el tema, cómo mucha gente se complica la vida cuando decide encarar este trabajo o delegarlo a alguien que presuntamente sabe hacerlo.
Para clarificarlo, voy a ennumerar lo que para mí son las premisas básicas (ver recuadros).
EL SUELO
Seguramente este es el tema que más dolores de cabeza y dudas genera. En líneas generales les puedo asegurar que en muy pocos casos un suelo es “imposible” y se justifica renovarlo, con los enormes gastos que esto genera.
Difícil es separar un tema de otro porque están todos íntimamente relacionados. El suelo con el drenaje, el drenaje con el riego y el riego con la calidad del agua forman un círculo, una unidad inseparable.
En nuestra región del Alto Valle y me atrevería decir todos los valles irrigados por los ríos Colorado y Negro, con origen en los deshielos andinos, el agua es de excelente calidad aunque levemente salina, salvo excepciones cuando recibe el aporte de aguas muy salobres de algún tributario, como puede suceder con el Colorado en determinados sectores de su recorrido.
Regando con agua de buena calidad, o sea muy bajo contenido de sales, se puede mejorar cualquier suelo, por más degradado que esté a causa de acumulación de salitre. A esos suelos se les pueden “lavar” las sales, como se dice en la jerga de los chacareros.
Ese “lavado” se realiza con el agregado de un mineral que abunda en nuestra región ... el yeso, o sea sulfato de calcio en forma de piedras o el llamado “agrícola”, que se encuentra en forma molida en la naturaleza. El agrícola se emplea en nuestras chacras y se aplica en capas sobre el suelo donde, al ser regado por inundación (o manto) se disuelve, se combina con las sales y el agua resultante lleva esta dilución a los desagües y de allí llega al río ... cuando el sistema de desagües funciona como es debido, por supuesto.
Esto mismo se puede hacer en nuestros jardines ... al menos el principio de “lavado” es el mismo, con una diferencia fundamental.
Como en las ciudades los desagües de las chacras no existen porque fueron eliminados con el crecimiento de éstas, la única forma de “lavado” es a través de la permeabilidad del suelo que lleva la dilución a la freática y de allí también termina en el río.
DRENAJE
Es en este punto donde juega un papel fundamental el drenaje del suelo. Si se pretende hacer esto en un suelo apelmazado por tránsito de vehículos y personas o existe una capa de arcilla impermeable que impide la circulación vertical del agua de riego, el “lavado” es imposible.
Por ese motivo nunca me voy a cansar de repetir como una liturgia eclesiástica que, si quiere tener un suelo “sano”, primero asegúrese que el agua drena convenientemente. Lo más habitual es lograrlo a través de punteadas con pala de punta pero a veces esto no alcanza porque hay obstáculos físicos más abajo ... en ese caso se deben hacer zanjas de drenaje o perforaciones a la profundidad necesaria para romper ese obstáculo, y que luego se rellenan con pedregullo fino o arena de construcción.
Cuando este trabajo no se realiza adecuadamente un césped podría
-teóricamente- crecer porque sus raíces no profundizan más allá de los 30 centímetros. Pero, como dice el dicho, esto es “pan para hoy y hambre para mañana”.
Al no poder “lavarse” las sales en forma vertical, el agua y las sales disueltas en ella permanecen cercanos a superficie. Por efecto de la evaporación del agua del suelo, la concentración de sales va en continuo aumento y llega el momento en que se hace excesiva y las plantas comienzan a mostrar los efectos con hojas quemadas, falta de crecimiento y manchones en que se va perdiendo y en los que aflora la sal.
El manejo orgánico de un césped permite disimular por algún tiempo este defecto del suelo, pero a la larga la intoxicación se hará visible.
LA PALA NO MUERDE
“De algo hay que morir, dijo un santiagüeño y agarró la pala para trabajar”. Con esto no quiero herir susceptibilidades de nuestros queridos hermanos norteños, pero bien dicen que “hecha la fama, échate a dormir” ... y las siestas santiagüeñas son famosas en nuestro país.
También a muchos otros “locos por las plantas” esta tradicional herramienta les gusta “como la cebolla al perro”, pero hay que reconocer que con ella, en muchos suelos, es posible restablecer el drenaje de éstos, especialmente con la de punta, que tiene hoja de unos 40 centímetros.
En un jardín orgánico la punteada se realiza solamente al comienzo y luego ya no será necesario hacerlo, para no poner “patas arriba” toda la flora y fauna microbianas. De allí en más, si es necesario airear el suelo, se trabaja con una herramienta llamada “laya”, que es parecida a una horquilla de tres dientes gruesos y aplanados en la punta, la que se clava y se le dan movimientos de vaivén, con lo que el suelo se afloja y airea.
Si no se consigue esta herramienta en el mercado, un herrero la puede fabricar con un caño como cabo y hierro torsionado para los dientes, a los que les puede dar incluso el temple necesario.
En superficies amplias, donde no hay cañerías ni cables subterráneos, se puede trabajar con subsoladores tirados por tractor, que permiten romper capas impermeables a más de 60 centímetros de profundidad.
PALIATIVOS ORGÁNICOS
El manejo orgánico del césped se apoya en varios pilares fundamentales, a saber:
1) Altura de corte: la mínima debe ser de 5 centímetros y más si fuera posible. Esto amortigua el pisoteo y apelmazamiento del suelo, disminuye la evaporación del agua y provee de sombra para que se pueda desenvolver la vida macro y microbiana que descompone la materia orgánica.
2) Cortes devolutivos: esto significa que cada corte no extrae la masa verde sino que la reincorpora al suelo en forma de mulch, con lo cual todos los elementos nutritivos se reciclan, tal como sucede en la naturaleza. Por ese motivo sólo se justifica el agregado de nitrógeno (urea, nitratos o sulfato de amonio) en el primer año de vida y en forma muy reducida, lo que se va haciendo innecesario a medida que el césped se desarrolla y se vuelve superfluo ya a partir de la segunda primavera. Las lombrices se encargarán de alimentarlo en forma totalmente suficiente.
3) Riego: cortado a la altura indicada y con la capa de mulch protector en superficie se minimiza la pérdida de agua del suelo, lo cual equivale a decir que las sales se mantendrán adecuadamente diluidas y ocasionarán menor daño. Aunque a la larga será necesario -también- realizar perforaciones de drenaje.
O sea que el manejo orgánico del césped asegura una retroalimentación natural de éste por efecto de los organismos del suelo, especialmente las lombrices, y retarda la acumulación nociva de las sales pero no las elimina.