Una arquitecta y un ingeniero son los artífices de esta casa de familia, ubicada en las afueras de Buenos Aires. Optaron por un modelo que coquetea con el neoclacisismo francés con algunos matices de estilo griego. En los interiores, una combinación acabada de elegancia con confort.
Cecilia Moretó y el ingeniero-constructor Sebastián Bensusan diseñaron esta estupenda vivienda para una familia con tres hijos en el barrio cerrado de Abril, ubicado a 45 minutos del centro de Buenos Aires. Los dueños de casa, un matrimonio de profesionales, habían conocido varios de sus proyectos y por eso, fascinados con los visto, les dieron rienda libre a los profesionales para que realizaran tanto el proyecto, construcción como la ambientación.
“La casa tiene 350m2 y el terreno 1500m2. Es como vivir en un bosque porque los terrenos de esta parte del barrio son muy grandes y están cerca de un lago. Este tiene un eucalipto enorme. Hay once o doce árboles más y no cortamos ninguno. El eucalipto tiene 7 metros de alto y 3.4 metros de diámetro. Tiene 150 años y como estaba en el medio marcó muchísimo toda la arquitectura. Tuvimos que poner la casa alrededor, y que el comedor diera ahí de lleno.”, señala Cecilia
Una vez definido el terreno, la dupla de profesionales estudiÓ el estilo arquitectónico más apropiado para construir la casa que debía combinar las ventajas de un hogar moderno y citadino con la paz y la tranquilidad de una casa de campo, principal pedido de los clientes. Finalmente se optó por un modelo cercano al neoclacisismo francés con algunos matices de estilo griego en lo que se refiere a las proporciones clásicas, las líneas ordenadas y simétricas. Lo moderno se manifiesta en la simpleza ya que se evitó la ornamentación exagerada y se optó por las combinaciones netas y despojadas con marcado énfasis en lo horizontal con techos de tres metros, ventanas angostas y hall de entrada de doble altura.
l principal acierto de esta casa es la facilidad con la que articula los espacios interiores y exteriores utilizando vidriados en los laterales y el fondo. Los ventanales, que llegan hasta el techo y están metidos dentro de la mampostería, comunican visualmente el living y el comedor con el jardín generando un contacto directo con la naturaleza. Al no tener una visión directa del techo se logra la sensación de amplitud ya que el vidrio no se convierte en un obstáculo sino en una herramienta que vincula armónicamente el adentro con el afuera.
En las habitaciones, de generosas proporciones, se repite el efecto de los techos altos y se refuerza la presencia exterior con varias ventanas dispuestas de tal forma que permiten la entrada continua de luz dependiendo la hora del día.
Una de las intenciones primordiales era lograr que todos los materiales de la casa se mezclaran con los elementos del bosque. De ahí que toda la carpintería sea de madera lustrada oscura para que el color se asemeje al de los árboles. “Traté de usar todas las cosas como muy naturales nada artificial ni de color estridente. Coincidimos en la idea de que queríamos rescatar el exterior e incorporarlo al interior. La idea era entrar a la casa y encontrarse con el árbol”, sostiene Cecilia.
La presencia absoluta del eucalipto influyó sin duda en la selección de los demás materiales nobles que se usaron para ambientar los distintos espacios de la vivienda. Cabe destacar la piedra parís color arena para las paredes, el machimbre patinado en el cuarto de los chicos, los pisos de piedra uruguaya y el hall de mármol Travertino. Para la cocina se eligió machimbre en lugar de azulejo para hacerla más cálida y se optó por armar los pisos y las paredes de porcelanato mate y dejar la mesada de Silestone. En el living se levantaron unas pilastras para marcar el espacio y hacerlo más amable ya que al ser tan grande se corría el riesgo de verse desbordado.
La decoración, por su parte, mantiene la misma línea armónica del bosque en cuanto a la paleta de colores, la selección de los muebles y la textura de los tejidos.
“Todas las cosas son compradas menos un mueble que era herencia de la dueña de casa que combiné con unas mesas que diseñé. La mesa de jardín que tiene un mantel está puesta con individuales de soga. El concepto es que este comedor sea como un jardín de invierno. Una de las lámparas la diseñé con mi hermana y es de hierro oxidado forrada con una esterilla para que hiciera juego con las cortinitas. La otra lámpara la pedí en Bariloche a un artesano y está hecha con astas de ciervo ya que se les caen todos los años. Es algo natural, del bosque. También está la mesa de tablones de pinotea medida de demolición que tiene una textura muy especial y las sillas francesas que compré en el mercado de pulgas de Dorrego y les puse ese tapizado de lino con hojas otoñales muy parecidas a las del árbol de afuera”, apunta la arquitecta.
Además de los objetos ya mencionados surgen piezas interesantes como la alfombra del hall hecha con ramitas, las cortinas de corderoy, las jaulas para pescar de la India, las arañas de cristal, la mesa ratona de cuero, un sillón Luís XVI heredado, la alfombra de yute y el cuadrito hecho con páginas de un periódico francés de comienzos del siglo pasado.
Así como se cuidaron los detalles de los interiores, el bosque no se dejó intacto y se intervinieron algunos espacios para crear un jardín que, si bien no es nada estructurado, sí traza un área de plantas con movimiento, mucha gramínea, panicetum y cortaderas. Incluso en la parte de atrás donde está la lambertiana se dejó una zona verde con una reposera para sentarse a leer debajo del árbol. Otro de los espacios llamativos de la propiedad es la habitación principal que se diseñó como si fuera la suite de un hotel. El vestidor es amplio y da la sensación de ser un recibidor mientras se pasa a la alcoba que tiene ventanales y permite observar el jardín desde la cama. El baño tiene dos bachas, el piso es de granítico blanco y las paredes de cerámico mate.
En este proyecto residencial es posible observar cómo el bosque se enriquece con la energía de los habitantes de la casa a la vez que ellos se benefician de las bondades de la naturaleza. Sin duda la armonía perfecta.
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TEXTO: MARÍA INÉS mc cormick
estilismo: mariana rapoport
fotoS: DANIELA MAC ADDEN