Los cercos verdes, también llamados cercos vivos, son un importante elemento estructural del jardín no sólo porque generalmente marcan sus límites sino porque incluso son muy útiles para crear espacios dentro del jardín o parque. El tema fundamental, desde mi punto de vista, es saber con cierta exactitud qué se espera de él, pues las opciones son muchas pero todas pasan por un denominador común: el trabajo de mantenimiento.
Me voy a explicar mejor. Si usted tiene un jardín “normal” dentro de una ciudad y coloca un cerco de cipreses que alcanzan una altura de 15 metros y un ancho de unos 4 metros, le va a quedar muy poco espacio y sol. Si usted tiene un parque en una chacra y coloca un cerco de plantas pequeñas, no va a tener el suficiente reparo, que es lo que más se necesita en esta región en un lugar como la chacra.
ALTO Y ANCHO
Además del problema físico de espacio o reparo se agrega otro aspecto “físico” … el suyo. Si en su jardín es suficiente con una altura de 2 metros (lo más frecuente), lo lógico es elegir plantas que alcancen esa altura y se mantengan razonablemente dentro de ese rango.
Pero no solamente la altura importa sino también el ancho de crecimiento. En ese sentido no será lo mismo un cerco con arbustos globosos como lo son muchas “tuyas” (thujas) que otro de laurentinos (Vivurnum tinus), de crecimiento más vertical (en los catálogos de jardinería esa forma de crecimiento se denomina fastigiata).
Eligiendo acertadamente ambas variables van a reducir de modo significativo los trabajos de poda para mantenerlos en línea. Incluso, si la elección es puntillosamente certera, prácticamente no va a hacer falta la tijera.
Para eso son muy útiles los catálogos de los viveros productores, complementado con las charlas con quienes se los ofrecen en venta. Estando orientado con los nombres técnicos o comunes, Internet es también una herramienta valiosísima para lograr información.
Trataré de darle algunos ejemplos gráficos. En la foto 1, se observa una combinación de Viburnum tinus (laurentino) con Berberis atropurpurea (rojo), con muy escasa poda, al igual que en (2), Photinia fraseri (fotinia), (3) ligustro y (5) Ilex aquifolia (mal llamado muérdago). Esto contrasta con las formas podadas de fotinia (4) y muérdago (6).
BIODIVERSIDAD
Para complicarle aún más el tema (“para qué la vas a hacer fácil si la podés hacer difícil”) también puede pensar en hacer un cerco combinando diferentes especies y variedades. Esto no sólo será más atractivo sino también le asegurará una mejor sanidad … es archisabido que los monocultivos son más atractivos para plagas y enfermedades que una con biodiversidad. En la naturaleza es muy raro encontrar poblaciones puras de una sola especie y -cuando sucede- es en forma de bosquecillos muy acotados en el espacio.
No necesariamente tiene que ser de una especie de hoja perenne, sino que si se intercala cada tanto alguna de hoja caduca, tendrá pequeñas “ventanitas” en invierno. Si además se combinan algunos arbustos de flor primaveral y veraniega con otros que muestren cambios de color otoñal, se obtendrá un interesante juego de colores y texturas a través del año.
Justamente nuestra Patagonia tiene el sello distintivo de las estaciones bien marcadas. En las chacras, la primavera con la espectacular floración de los frutales, seguido del ingreso del verde de los follajes que crecen, luego el color de los frutos madurando y por último el amarillo oro de las alamedas y el rojo borravino de perales y vides, todo eso acompañado de los aromas característicos, nos hacen sentir que la vida fluye y se renueva constantemente.
La pregunta es entonces por qué deberíamos privarnos de esa danza de la naturaleza. Un cerco de coníferas puede ser atractivo, pero todo el año tendrá el mismo color verde y al final se hará más aburrido “que bailar con la hermana” … la de uno, por supuesto.
En la próxima nota haremos hincapié en la ubicación … sol o sombra, ésa es la cuestión.