La gráfica no es para mí algo meramente decorativo: es funcional, también. Mis dibujos, sobre todo en la papelería para paredes, asegura movimiento, siempre. Es la estética de la amplitud: esta singularidad es lo que me caracteriza, creo".
Así se presenta este joven alemán nacido en Monaco di Baviera, en 1969, cuyo última creación es "La casa de Alicia", que causó tanto furor en la reciente edición de la Feria del Mueble de Milán.
Justamente fue en este evento donde Maskus, a los 16 años, descubrió lo que quería hacer con su vida: “deseo hacer eso”, decía señalando cada uno de los diseños que veía en la Meca de los creadores mobiliarios de todo el mundo, que año a año se prueban allí para convertirse en estrellas o bien ser un anónimo más en este mundo.
“No tenía escuela ni academia pero estaba seguro que era eso lo que quería ser: diseñador. Lo que pretendía hacer estaba allí, ahí”, recuerda ahora. Regresa a su pueblo natal y empieza a trabajar para Benetton, firma que lo empieza a vincular con la posibilidad de ambientar restaurantes y discotecas. “Empezaba a aprender, entonces, la fase artesanal de este oficio. No sólo a proyectar sino a saber concretar lo que se me ocurría. Ese fue un período imparable para mi vida", rememora aún hoy.
Más tarde, al visitar de nuevo Milán una empresa le encarga que diseñe y concrete un modular, pieza que fue un éxito para todos: vendieron más de 2.000 piezas por mes. Fue en ese momento que Maskus decide ingresar a estudiar a la academia Domus, de Milán: "Tenía que agregarle conocimiento y técnica a eso que parecía ser talento natural que tenía yo".
"El contacto con grandes maestros del diseño provocó en mí un esclarecimiento profundo", insiste. De ahí en más su vida giró entre Monaco y Milán y hoy se le han agregado varias escalas en todo el mundo, como Londres, París, Nueva York y Tokio. “Pero mi cuartel general siempre lo sigo teniendo en Milán, que es como si segunda cuna. Ahí volví a nacer, también”.