Se puede contaminar el espacio público inyectándole estéticas y usos nuevos?
Esta es la pregunta que la prensa europea especializada se vive haciendo desde hace un tiempo atrás con la aparición de los "nuevos artistas urbanos", que son tan parecidos a los gatos... aman la libertad para moverse.
El arte necesitaba un nuevo campo de batalla. Y la ciudad -o las ciudades, podría decirse- se han puesto a tiro para semejante guerra. "El arte es un animal doméstico. Quizás un gato. Un felino que no ha perdido del todo el instinto merodeador", dicen los críticos de esta nueva movida, "street art".
Francesca Gavin, en su libro "Creatividad en la calle. Nuevo arte underground "(Blume, 2008), defiende la existencia de una nueva tendencia creativa de "interrupciones callejeras" heredera de los situacionistas. "La razón por la cual hoy la obra de estos jóvenes artistas es importante es porque fuerza al público a ser consciente y a interactuar con el mundo que le rodea. En una cultura dominada por un exceso de medios sensacionalistas, insustanciales y de usar y tirar, y por una cultura virtual, el mundo físico, real, tiene que reafirmar su presencia (...). La calle es el único lugar donde sabemos que algo es real". Gavin elabora una lista de los 30 principales artistas que trabajan en las grandes urbes con técnicas a menudo de "bloqueo". Algunas propuestas son sencillamente esteticistas, otras más poéticas. Pero prácticamente todo ya había sido inventado hace tres décadas.
Francesca Gavin afirma que estos jóvenes artistas "fuerzan al público a ser consciente y a interactuar con el mundo que le rodea". En su libro dice: "El arte público crea un espacio político, un ámbito donde las identidades y las ideas de conflicto y diferencia provocan una reacción en la audiencia".
De toda esta movida sobresale Graffiti Research Lab, con dibujos "brillantes que compiten con la publicidad y sólo se hacen visibles por la noche". "Sólo hay que juntar un LED, una pila y un imán con cinta adhesiva. Duran una media de tres semanas y son piezas abiertamente políticas, contra el Gobierno de Bush y sobre la idea de qué es lo público y qué lo privado", explican.
El trabajo de los GRLab se expuso hace unos meses en el MOMA.
El nuevo grafitero Robin Rhode, por su parte, combina el dibujo a carboncillo sobre la pared con la performance. Su serie Playground fue concebida en las esquinas de las calles de Johannesburgo para reemplazar virtualmente los parques infantiles sumidos en el abandono. El trabajo de Rhode es defendido por una galería neoyorquina.
¿Qué tienen todos en común?
* Semejan ser una fauna que circula por la ciudad, medio a escondidas casi siempre, que aparece y desaparece dejando huellas...
* Practican un arte postgraffiti. No estropean nada que esté prolijo ni suman en el caos visual que hoy es una ciudad... al contrario, eligen los peores lugares de una comunidad -esos que están abandonados, feos, húmedos- y los embellecen, les dan estética. Los devuelven al mundo con un diseño. Y esto no es poca cosa, ¿no?
* Brindan poesía a la gente del lugar. Por ejemplo, el neoyorquino de origen cubano Jorge Rodríguez Gerada elige a gente anónima de un vecindario y luego dibuja su retrato a gran escala en alguna pared abandonada.
* Muchos de ellos han querido ser domesticados por el MOMA o el Tate, de Londres. O por firmas como Nike o Diesel. "Los rechazamos: las corporaciones se portan demasiado mal como para que les hagamos el juego", les dicen estos nuevos artistas urbanos al negarse a estos supuestos "mecenas".
* La calles es el soporte y la pared el lienzo. De ahí en más, vía libre para la creatividad artística y política.
* Son una generación que no encaja en el sistema convencional de distribución, como son las galerías y los museos.
* Odian que los confunda con los grafiteros: aclaran que ellos "han encontrado la fórmula estética que vincula el arte y la calle". La calle es el único lugar donde sabemos que algo es real, insisten con la fuerza de quien enuncia "un manifiesto". "Es en la calle donde nos sentimos menos domesticados", concluyen con una sensación que no es poca cosa para estos tiempos que corren. (H. L)