Una casa de 60 años de antigüedad en Santiago de Chile quedó irreconocible tras el trabajo de remodelación de los jóvenes arquitectos Pablo Riquelme R., Renzo Alvano y Diego Romero. Espacios abiertos y estilo contemporáneo reinan hoy en este hogar que alberga una joven familia, adaptándose a su estilo de vida. Recursos sorprendentes fueron aprovechados para darle un carácter actual que responden a las nuevas necesidades de la vida urbana. Tras una larga historia de inquilinos cambiantes, y dos años de total abandono, esta casa típica de los años ’40, se encontraba en el deterioro total. Se trataba de una construcción bastante tradicional de este sector de Santiago; una casa de 160 m2, en un terreno generoso de casi 600 m. Corría el 2003 y los propietarios, una pareja joven (el gerente de un banco y ella diseñadora de vestuario en ese entonces sin niños), buscaban el lugar ideal para proyectarse como familia. Como el mal estado de la vivienda era intimidante, pero la oportunidad de compra era estupenda, la pareja consultó antes que nada a los arquitectos para saber cuales eran las posibilidades de arreglar la construcción, ajustándola a su sueño. La decisión de compra, con la intervención de los arquitectos sería un éxito. El punto de partida para este proyecto de vivienda fue la parte construida. El principal reto fue despejar el abigarramiento de pequeños espacios que componían el programa original y propiciaban la oscuridad al interior. Por esto la estrategia para diseñar el nuevo hogar consistía en entregarles más luz a todos los recintos intermedios como el área social y la cocina. Tras estas inquietudes surgió el proyecto al ir adosando la casa hacia uno de los perímetros para conseguir más espacios abiertos en el interior del primer piso. En la planta baja se ubicó un amplio estar, cocina comedor, toilette, dos cuartos para los niños con su baño en suite, playroom con acceso directo al pequeño jardín trasero, toilette y un área de servicio con lavadero con otro baño más. Luego, clientes y arquitectos quisieron imaginar un segundo piso inexistente en la antigua estructura, para ubicar el sector más privado, con dormitorio principal, un wing closet y un baño. El tema de la luz y el espacio fue trabajado creando ventanas y -sobretodo- patios interiores y terrazas. Esta propuesta fue la mejor solución para conseguir luminosidad en los recintos que eran muy oscuros, derivando además en generar vínculos entre los espacios estáticos que gracias a estos lugares verdes y soleados se ven optimizados, conectados y beneficiados por la luz natural y la aireación. Por ello, el patio interior y las terrazas permiten que cada espacio se comunique con el exterior y se extienda en su amplitud. Con este propósito los arquitectos armaron una planta baja de 230 m2, y una plataforma de 90 m2 arriba completamente hecha a nuevo, la que concluye el tono vanguardista del hogar. “Dejamos pocos elementos preexistentes”, afirman los arquitectos. “Como nosotros vimos que la casa estaba tan mala, nos dijimos que había que hacerla bien y de una propusimos una transformación rotunda”. Para esto contaron con carta blanca por parte del cliente. En lo que sí los propietarios se mantuvieron profundamente ligados fue en la elección de materiales. “Ellos se involucraron bastante en este aspecto, tienen súper buen gusto”, dicen. Así, en este proyecto se vieron incorporados diversos elementos, como por ejemplo el vidrio, muy ausente en la estructura original.
Por el contrario, para los suelos decidieron en conjunto clientes y arquitecto restaurar el parquet que estando en muy malas condiciones fue recuperado tras unas pulidas y un vitrificado. Para arriba se buscó un revestimiento que contrastará y sorprendiera en comparación con la planta baja, dando un carácter más moderno en términos de volúmenes, y evitando rayar en la frialdad: la elección de la madera otorga calidez al ambiente y por su matiz oscuro le da elegancia y sofisticación al volumen.
Uno de los espacios protagonistas de este hogar es la cocina donde funciona el comedor principal. Con mucha sensibilidad y practicidad a la vez, este es uno de los puntos de personalidad más marcada en el hogar. “El esquema del comedor, que propusimos como un lugar separado, no se ajustó al estilo de vida que los propietarios querían mantener con sus visitas. A él le encanta cocinar y a ella también, parte de la idea era que todas sus visitas estuvieran a la mesa mientras él preparaba los platos. Por esto finalmente diseñamos un comedor vinculado con la cocina, de una integración absoluta, como para estar compartiendo mientras se está preparando”, expresan. En este mismo modelo de cocina y comedor íntimamente integrados se diseñó una isla que sirve como mesón con comedor auxiliar pensando en que los invitados pueden tomar un aperitivo en una especie de bar, disfrutando de los aromas de la cocina, mientras el dueño de casa está creando sus delicias de chef, compartiendo una botella de vino directamente de la mini-cava, esperando que cuando todo esté listo pasen juntos al comedor principal. “Ellos tenían la voluntad de que la cocina estuviera muy vinculada a su experiencia pública. Ellos invitan gente a comer a casa y la querían invitar a la cocina a comer directamente a la cocina; no querían pasar por la formalidad de tener un espacio comedor casi sin uso”, explican.
La fachada de la casa, muy avant – garde y sobria, no deja rastro de su pasado menos alegre. Con un aplique en madera que le da gracia al volumen superior, es muy cerrada hacia el exterior ya que los propietarios no querían dar cuenta hacia fuera de lo que estaba pasando adentro, sino apenas insinuarlo. Las grandes superficies sin aberturas son respuesta a la distribución interior: “En el fondo con ese muro muy opaco, nos ganábamos este lugar terraza adelante y la hacía muy privada, integrándola por estrategia al living que a su vez, queda en función del patio adentro”. El grandioso resultado del trabajo y la alegría de la familia de disfrutar en casa con los dos pequeños hijos que actualmente tienen, se debe también al trabajo en llave con los arquitectos “El proceso fue buenísimo, la comunicación y entendimiento fueron excelentes. Ellos estuvieron muy involucrados en las distintas etapas del proceso”, concluyen los arquitectos.