La tarea de remodelar una joya de la arquitectura de final de siglo XIX fue una gran responsabilidad pero también un magnífico reto para los arquitectos Jeff Sherman y Perla Delson. Con este tríplex ubicado en Brooklyn se puso en juego el equilibrio entre el respeto por el pasado y la implementación de conceptos contemporáneos que mejorarán la calidad de vida. La manera de habitar su nuevo hogar por parte de los propietarios Paul y Ann Rittenberg completa el cuento con final feliz.
Tan pronto los propietarios encontraron al joven equipo de arquitectos supieron que le podían confiar un trabajo como éste, que más que remodelar una vivienda significaba darle forma a un proyecto de vida. La propuesta de Sherman Delson de resolver esta residencia del estilo neo-gótico francés, adaptando su encanto original a las necesidades de la vida moderna, fue lo que convenció a la pareja y así pusieron en sus manos esta casa del 1890 diseñada por el célebre arquitecto Charles P. H. Gilbert.
La historia comienza en 1993 cuando la pareja Rittenberg y su primer bebé buscaban exhaustivamente la casa de sus sueños en su New York natal. Tras visitar más de 40 casas en la zona finalmente tuvieron un coup de foudre con la propiedad debido a su excelente ubicación en Park Slope y sus rincones poco convencionales que la hacen parecer como salida de un cuento infantil inglés. Por demás la hacen inigualable en su género. Hoy en día Montgomery Place está ranqueado como el sexto lugar más hermoso de la ciudad, según la revista Time Out New York. Los atributos eran insuperables para Paul, alto ejecutivo de una cadena de televisión y Ann, agente literaria, cuyo estilo de vida se veía representado en los espacios que ofrecía la vivienda.
En la planta baja, dos salones, un comedor, cocina y baño; en planta alta hay tres alcobas y dos baños; y por último en el basement, una oficina con biblioteca, más un cuarto de invitados con su baño.
Tras la historia de un gran amor como este hay siempre anécdotas mágicas, como aquella que Ann trae a colación: “Cuando vinimos a ver la casa traíamos a nuestra hija Polly de 18 meses. Nos paramos en la entrada de la sala y el vendedor nos dijo, “Polly, en 20 años, da da dada”, cantando la marcha nupcial. ¡La compramos inmediatamente! Al mudarnos nos dimos cuenta de que no habíamos dado ni una mirada a los equipos de la cocina, los cuales resultaron ser casi antigüedades, no en el buen sentido. Debíamos reemplazarlos inmediatamente”. Fue justo en este sector del hogar donde los arquitectos debieron desplegar sus habilidades y actuar. “La casa era una joya Richardson Romanesque”, dicen Sherman y Delson, “pero la cocina y el basement eran un desastre”. Este sector era un enredado y oscuro espacio con el techo muy bajo y las ventanas que dan la vista al jardín, bloqueadas. La escalera estaba escondida tras una pared que sólo servía para quitarle espacio a la cocina. En realidad, el sótano no tenía ventanas, estaba lleno de trastos, con un improvisado escritorio donde se veían expuestas las cañerías y una división mal instalada para separar el espacio. Las mejores ventanas estaban ocultas en el baño”.
El potencial de la casa debía explotarse.
El mayor desafío era conciliar armoniosamente lo viejo y lo nuevo, resolviendo necesidades prácticas, como un lavadero apropiado, una cocina espaciosa con una semi-división, un lugar para que las hijas hicieran la tarea, un cuarto de invitados, y mucho lugar para los libros. “Los Rittenberg nos contactaron porque les gustaba el estilo moderno minimalista de nuestro trabajo y conocían nuestra experiencia en trabajos con casas antiguas”, cuentan. Así, el trabajo se concentró en abrir las escaleras descendentes, asegurando un estar privado en el sótano cuando hay visitas. Luego, la cocina se amplió dejando un comedor donde la familia puede recibir invitados. La antigua escalera fue demolida y una más generosa y cómoda se construyó, dando con una de las sorpresas más gratas de la obra: la pared original en rústica piedra fue hallada y su irresistible belleza fue dejada al descubierto.
El contrario que el estar y comedor principal, los dormitorios en el último pisos no fueron tocados conservando su elegancia señorial de fin de siglo XIX.
El éxito del equipo de arquitectos se debe, entre otras cosas, a la abierta relación que establecen con sus clientes. “Nuestro proceso de diseño es inherentemente cooperativo. Desde los primeros bosquejos hasta la administración de la construcción, cada paso involucra a los propietarios. En este proyecto los dueños estuvieron particularmente implicados, no sólo por el valor sentimental que tenían puesto en la casa sino por su fuerte interés en escoger materiales y equipamiento, descubriendo muchos de los detalles ellos mismos”, explican Delson y Sherman.
La decoración seleccionada por la familia hace gala de su buen gusto, encontrando el equilibrio entre tecnología y artesanía, arte y cultura pop, sofisticación con comodidad. “Diríamos que nuestra decoración es ecléctica, colorida, personal y con mucho estilo”, expresa Ann agregando: “Nuestra casa es acogedora, cálida, simplemente hermosa”.
Los tres niveles de la casa colman sus expectativas ya que permiten privacidad o unión según la necesidad. La casa cuenta con espacios donde todos los miembros de la familia pueden realizar sus actividades y ahora que tienen tres hijas adolescentes, el espacio del sótano ha encontrado su destino recibiendo numerosos amigos que adoran pasar el tiempo aquí. Los arquitectos están igualmente satisfechos con su trabajo. Para ellos esta obra no es solamente lograr una foto perfecta para la portada de revista, sino brindarle a los propietarios una calidad de vida que antes no tenían, un lugar donde sus experiencias en casa sean gloriosas.
“Lo que más me gusta es la primera impresión cada vez que llego a casa: los techos altos, la luminosidad, la solidez de la construcción”, dice Ann. Sin duda, esta morada albergará en sus muros muchas más historias y vidas.
TEXTOS: PAULA RIVEROS
PRODUCCIÓN Y FOTOS: surpressagencia.com