Las gigantescas esculturas de acero del estadounidense invaden el Grand Palais de ParÍs. Son cinco obras cobrizas de 75 toneladas cada una concretadas para la segunda ediciÓn del certamen artÍstico “Monumenta”.
No estoy interesado en crear objetos, estoy interesado en la movilidad al caminar”. “En EE. UU. no importa la cultura sino la agresividad y las armas. En Francia, por el contrario, el arte importa”. Quien así se expresó fue el escultor estadounidense Richard Serra al presentar su nueva obra, “Promenade”, concebida especialmente para ser instalada en la nave principal del Gran Palais de París dentro de la 12ª edición de Monumenta, festival de arte contemporáneo que se desarrolla en la capital francesa hasta el próximo 15 de junio. “Promenade” consta de cinco rectángulos de acero de 17 metros de altura cada uno colocados en fila con intencionada irregularidad, que invaden los 13.500 metros cuadrados de este singular edificio de piedra, metal y pioneras cúpulas de vidrio, erigido para la Exposición Universal que albergó París en 1900. “En este espacio sin muros se impone formalmente la verticalidad de mis esculturas”, dijo. Pero como es característico en muchas obras del artista, las planchas están ligeramente inclinadas, dando la impresión de estar a punto de caerse. “El contexto determina en cierto grado la obra”, expresó el artista, que reconoce que elaborar una instalación escultórica para ubicarla en el Grand Palais fue un apasionante desafío para él. Así, más que pura observación, Serra propone una experiencia: la de desplazarse y explorar un espacio radical y poético. “No estoy interesado en crear objetos, estoy interesado en la movilidad al caminar”, asegura el escultor, autor también de la sinuosa obra La materia del tiempo, una de las piezas más recordadas del museo Guggenheim de Bilbao. Serra afirma que Promenade comienza, en realidad, cuando el visitante dialoga con la escultura, cuando interactúa con los elementos y cuando se relaciona íntimamente con la instalación. En función de cómo incida la luz que atraviesa las cúpulas del Grand Palais, la obra adquiere diferentes tonalidades, pasando de un marrón más oscuro en las zonas sombrías a un color mate cercano al cobre en las áreas iluminadas. Al principio, el paseo (la traducción en español de promenade) resulta desconcertante por las enormes dimensiones físicas de la obra. Pero poco a poco, el desconcierto inicial se va desvaneciendo: algunos visitantes palpan el acero con sus manos o lo golpean con los nudillos, otros rodean las planchas de metal y muchos, simplemente, degustan la perspectiva asimétrica del eje de las gruesas láminas de color cobrizo. Como cinco inmensos voyeurs, los rectángulos metálicos de Serra han colmado la ambición de su creador y son ahora un paisaje, radical y poético pero, en definitiva, un paisaje. Serra, nacido en 1939 en San Francisco, entiende su obra de cinco piezas como un paisaje romántico por el que se puede pasear sin ser molestado. “El paseo es un momento de alegría y de relax. Permite meditar y observar las cosas naturales o creadas por el hombre”, aseguró. El bello edificio, con su gran cúpula de cristal de hasta 60 metros de alto, es de difícil utilización, tanto por sus dimensiones (13.000 metros cuadrados) como por su estructura. Resulta frío en invierno y sofocante en verano. “Monumenta”–impulsada por el ministerio galo de cultura– da una nueva función al edificio de piedra, metal y pioneras cúpulas de vidrio construido para la Exposición Universal de 1900. En la inauguración Serra aprovechó para lamentarse por el trato que EE. UU. da a sus artistas. “No importa la cultura”, asegura, sino “la agresividad” y “las armas”. Aunque “eso cambiará”, dice, si el aspirante demócrata a la Casa Blanca Barak Obama gana las elecciones del próximo noviembre. Por el contrario, el escultor considera que en Francia “el arte importa” y celebra que París le haya consagrado el Monumenta 2008, la segunda edición de una iniciativa que el año pasado estuvo dedicada al artista plástico alemán Anselm Kiefer.