a hemos hablado de los riesgos que implica una poda otoñal, haciendo referencia principalmente a la “maduración” de la madera de los diferentes árboles y arbustos que conforman la diversidad de plantas que por lo general tenemos en el jardín. Comparándolo, podemos decir que cada jardín es una asamblea de la ONU ... donde no hay ni G8, ni G7, ni pobres ni ricos, sino simplemente una concentración de plantas que ponemos para alegrarnos la vida y darnos una sensación de paz.
El objetivo es, entonces, que esa paz sea también para ellas, que comparten ese espacio físico por nuestra decisión.
El otoño es la época del año en que la planta se prepara para invernar, manda sus nutrientes a los órganos de reserva y entra en un letargo hasta la primavera, que depende lógicamente de cada especie e incluso variedad. Es una mala costumbre intervenir con prácticas “duras” como una poda, la que se reemplaza por una forma más “blanda” como un “pinzado” o “pellizcado” de los brotes tiernos, para detener su crecimiento sin alterar su fisiología permitiendo la “maduración” de la madera, lo que es especialmente importante en plantas sensibles a las heladas.
SIEMPRE A DIETA
En estrecha relación con esta recomendación, reitero un concepto que creo muy importante en toda la época del año y muy especialmente ahora, en momentos previos al reposo. Los árboles y arbustos son seres “frugales”, o sea que son de poco comer ... imagínense los inmensos árboles de nuestros bosques andinos, que se alimentan exclusivamente del reciclado de su propio follaje (suyo y de sus vecinos) y tendrá la medida exacta de lo que necesitan para vivir.
Olvidemos a los árboles de nuestra fruticultura valletana, pues ellos son “máquinas de producir fruta” y no tienen nada que ver con lo que cultivamos en nuestro jardín, que los tenemos para disfrutar de ellos.
Continuando con esta línea de pensamiento puedo agregar que, si de por sí son de poca alimentación en época de pleno crecimiento, con mayor razón debemos ser prudentes en este momento, en que cualquier exceso de alimento es un incentivo para continuar creciendo.
Esto lo digo muy especialmente cuando se fertiliza con abonos químicos, pues todos ellos son en base de sales. Cuando una planta consume sales aumenta la necesidad de tomar agua ... le da sed, como a usted si come salado.
En verano, el agua excedente de una planta se elimina por traspiración, o sea la eliminación de agua en forma de vapor a través de los estomas, especialmente en una región semiárida como la nuestra, pero sucede que al descender las temperaturas externas desciende también la necesidad de traspiración. Este descenso de las temperaturas va unido a un aumento significativo de la humedad atmosférica, que contribuye a disminuir esa necesidad de refrescarse por medio de la eliminación de vapor de agua.
Sumemos entonces los tres factores: alimento salado, descenso de las temperaturas y aumento de la humedad del aire al menos durante la mañana y el atardecer, y tendremos como consecuencia un exceso de agua en los tejidos vegetales y todos sabemos lo que pasa con el agua en un envase cuando está expuesto a una helada...
EL CÉSPED
La gran pregunta que a usted le debe estar rondando en la cabeza, es cómo hacer si se tiene césped junto con el resto de las plantas ... porque al césped hay que abonarlo ... ¿o no? La respuesta es “ni” ... ni una cosa ni la otra.
Un adecuado manejo del césped a lo largo de todo el año es no levantar el corte semanal, para que las hebras de esas gramíneas se sequen, pierdan tamaño y resbalen al suelo, donde se descomponen y devuelven al suelo lo que ellas han extraído de él. Este es el manejo orgánico y les puedo asegurar que funciona, aunque a las personas demasiado prolijas el aspecto inmediatamente después del corte les moleste, porque ya al día siguiente no se ve nada.
La alternativa es fertilizar con compost o lombricompuesto. Contienen mucha menor cantidad de sales y poseen una importante carga de microorganismos benéficos (“carga biótica” se le llama).
Como resumen, mi consejo en esta época es no fertilizar bajo ningún concepto con abonos químicos y sólo en caso imprescindible (muy raro) con abonos orgánicos como los nombrados. Les puedo asegurar que he logrado trasformar céspedes “químico-dependientes” en sólo una temporada, con el simple recurso de incrementar la capa orgánica del suelo y asegurando un buen riego con un perfecto drenaje.
TEODORICO HILDEBRANDT
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