Este departamento pasó por diferentes mutaciones: nació como taller de confección de ropa, se convirtió en un hogar desangelado hasta que cayó en manos de un arquitecto neoyorkino que lo transformó en un magnífico loft, utilizando más ingenio que dinero.
¿Cómo es posible crear un departamento poco convencional, de buen gusto a partir de un lugar tan “espantosamente feo” que nadie quería comprarlo? Obviamente esto suena como un reto y no causaría sorpresa si el nuevo dueño haya resultado un profesional.
Cuando el arquitecto Steve Blatz, vio por primera vez este el departamento, inmediatamente se enamoró: “Sabía el potencial que tenía,” recuerda. Situado en un antiguo edificio industrial de la década del ’20 en el Garment District (distrito de la ropa), este espacio de 90m2 había funcionado en sus inicios como taller de manufactura de ropa.
Cuando los pisos más altos fueron convertidos en viviendas durante los ’80, la mayoría se vendió rápidamente.
Sin embargo, éste había perdido su encanto luego de que su primer dueño ignorara la estructura original y construyera un departamento tradicional. “Era una sucesión de habitaciones y puertas y paredes y plataformas, todo lo que no había que hacer lo habían hecho. Por lo tanto, era cero atractivo”, dice Blatz, quien suma más de 25 años de experiencia internacional en diseño y construcción.
Luego de comprarlo en 1998, lo primero que hizo fue demolerlo íntegramente para devolverle su estructura original. De inmediato, se dio cuenta de que el único diseño adecuado para este departamento sería tener una planta de loft, evitando espacios compartimentados.
Decidió ubicar el dormitorio frente a un gran ventanal. Para crearlo con fines estéticos y funcionales, construyó una pared de madera que separa el living- comedor del dormitorio. A diferencia de un muro normal, éste no llega al techo y permite el acceso por ambos lados. “Es un mueble propiamente dicho.”
Desde el lado interior, la pared crea un pequeño dormitorio independiente, iluminado a través de una gran ventana que ofrece una magnífica vista de los sorprendentes edificios de Nueva York perfilados en la distancia y del río Hudson.
Del otro lado del loft, se utilizó el mismo truco visual de una pared que se sostiene sola para demarcar el área de la cocina y el vestidor.
De este modo se ha mantenido la sensación de espacio abierto a lo largo de todo el departamento.
“La habitación más privada es el baño. Es el único cuarto con puerta,” dice Steve y explica que su objetivo principal era tener luz natural en cada rincón. Acerca de los pisos, retiró la alfombra y repuso el piso original, en cemento alisado.
Con la elección de la decoración, Steve ha demostrado que se puede tener estilo y buen gusto sin necesidad de gastar mucho dinero. Los muebles del living son una selección de piezas antiguas y nuevas que simplemente ha colocado en los lugares apropiados, de modo que adquieren un toque chic extra al armonizar bien sus colores con el piso oscuro. En esta combinación, el conjunto da la impresión de una cuidadosa selección de objetos de diseño caros, pero en realidad, el diván es una reliquia de los ’50 que estuvo en el living de sus padres por años y años y sólo necesitó ser retapizado. Una de las sillas de madera, tapizada con cuero turquesa, fue encontrada en la basura mientras cuatro años más tarde. Steve encontró su compañera en un mercadillo.
Otros muebles fueron diseñados por el arquitecto: la cama, el banco del vestidor, y la banqueta de la cocina. Pero la reina del espacio, su pieza favorita, es la gran mesa del comedor que creó junto con su socio Antonio Pío Saracino en su estudio archLAB, la cual les valió un premio de diseño. Con ideas poco convencionales pero a la vez con estilo, la mesa es un experimento cuya base es de fibra de carbón, muy delgada y liviana, inspirada en el esqueleto de una paloma, capaz de cargar con el peso de la plancha de madera oscura de ébano cubierta por una gruesa tapa de vidrio. Las antiguas sillas altas diseñadas por Norman Turner, con superficie de madera similar, acompañan bien la mesa premiada.
Pese a que el área del living es cómoda y de buen gusto, el cocinero apasionado considera la cocina el mejor lugar de la casa. Es otro exitoso ejemplo de cómo combinar consideraciones estéticas y prácticas. La idea creativa de tener una pequeña zona de estar consistente en un pequeño banco con almohadones y coloridas alfombras Marroquíes la vuelve tentadora. “La gente se puede sentar en la cocina y hablarme mientras estoy preparando la comida. Y al estar comunicada con la terraza, ésta funciona como una suerte de extensión. En el verano organizo muchos asados y simplemente abrimos las ventanas y pasamos la comida hacia fuera.”
En el mismo sector pero del ala izquierda, un pasillo corto, que sirve al mismo tiempo como vestidor, lleva al baño. La luz natural ingresa a través de dos ventanas, tornándolo así en un espacio luminoso. Los colores dominantes son una combinación del beige suave en los azulejos y la bañera y el fuerte color del silicato volcánico oscuro en las mesadas, todo diseñado por Blatz y fabricado en Italia.
Luego de haber vivido aquí durante nueve años el arquitecto continúa haciendo cambios y desarrollando nuevas ideas. A pesar de haber sido tan poco atractivo cuando lo vio por primera vez, era exactamente lo que él estaba buscando. De hecho, si no hubiera sido por el estado decepcionante que el departamento tenía entonces, probablemente no hubiera podido comprarlo, ya que sólo se volvió accesible después de que nadie mostrara el más mínimo interés en él. De cualquier modo, para el arquitecto ha sido un reto más bienvenido: “Debido a que era mi casa, era también una oportunidad para experimentar y usarla un poco como laboratorio para hacer el estilo de que me interesaba, pero para el que aún no tenía clientes. Así que en cierto sentido se volvió como un laboratorio de ensayos para mi,” dice. Y, una rápida mirada alrededor prueba que el experimento ha sido todo un éxito.