entro del panorama tristón que puede presentar un jardín en esta época del año, hay ventajas que podemos aprovechar. Como dice el dicho criollo: “no hay mal que por bien no venga”.
Es que ahora se ven con claridad las infestaciones con gramilla, el césped más rústico y “abnegado” del verano y más odiado del invierno.
Su nombre técnico es Cynodon dactylon y pertenece a la familia de las Poaceas, o sea es una gramínea. En otras regiones del país, especialmente aquellas con climas áridos y poca disponibilidad de agua pero sin heladas invernales, es el césped por excelencia.
Si no se producen temperaturas bajo cero, el “Bermudas Grass”, como se llama a la gramilla en Centroamérica, se mantiene verde todo el año. Como crece invasivamente por medio de estolones, no supera los 30 centímetros de altura en estado silvestre y es fácil de mantener a muy baja altura con cortes ininterrumpidos en sitios que así lo requieran, es la solución ideal.
Muchas mezclas para campos de golf incluyen a cultivares mejorados de gramilla para los sitios donde corre la pelota alrededor de los hoyos. Se trata de selecciones que son más tiernas que la tradicional, permiten ser cortadas dos o tres veces por semana a 1 ó 2 centímetros de altura y permanecen verdes mientras haya calor... cuando entra en reposo invernal, o sea “se pela”, creo que se hacen resiembran con raigrás anual y otras “yerbas”.
PARA NOSOTROS, UNA PESTE
Todo muy lindo dirá usted, pero cómo me la saco de encima. La primera pregunta es cómo entró en el jardín.
Las principales vías de infestación son dos: la existencia previa en el suelo del jardín y por otro lado que se halle oculta en los panes de tierra de las plantas que se adquieren en los viveros. En uno y otro caso, el resultado es una rápida invasión.
En el caso de preexistencia en el suelo que se desea ajardinar, se justifica un cambio de tierra hasta los 10 centímetros de profundidad como mínimo. Se la suele dejar crecer tranquila todo el verano y hacer el cambio en otoño, revisando prolijamente todos los intersticios en los que sus ”guías” (estolones) puedan ocultarse... una sola guía remanente será una potencial reinfestación, por lo que durante el primer año posterior, especialmente, es imprescindible recorrer el jardín para eliminarlos inmediatamente.
En el caso de los panes de tierra de las plantas adquiridas en vivero, es casi imposible evitarlo, ya que la mayoría de los viveros productores de la provincia de Buenos Aires sufren de su infestación. Para ellos, eliminarla sería algo muy costoso, pues deberían dejar en barbecho por varios años determinadas superficies y tratarlas con herbicidas... lo más aconsejable para nosotros, es tratar de retirar las “guías” que se observen al momento de la plantación y mantener vigilados al menos el primer año esos sitios.
En las chacras, se suele producir también por la semilla que arrastra el agua de riego de las acequias.
LA REMEDIACION
En cuanto a qué hacer si la infestación es un hecho, es todo un tema. Por empezar, no crea en las promesas de erradicación por zarandeado del suelo existente, pues le podrán eliminar los estolones... pero en el suelo seguramente siempre quedará alguno, amén de la semilla que haya logrado producir.
El uso de herbicidas como el round-up (glifosato) es otra posibilidad, pero está sospechado de ser cancerígeno para los aplicadores. Se lo debería aplicar en dos veces en marzo y abril y los resultados no son totales. Implica dejar una parte del jardín en “combate” contra ella.
Decía Napoleón... “si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él”. Pragmatismo puro que nos puede ser útil.
Como entre octubre y marzo es un césped vistoso y recién se afea en el otoño, podemos resembrar con festuca o raigrás anual las áreas afectadas, para dar color invernal. Esto se puede hacer incluso una semana después del herbicida.
Esta resiembra se hace de una forma sumamente sencilla. En abril o incluso mayo, cuando la humedad ambiental suele ser alta en la región, simplemente desparrame semilla en los sitios conflictivos, mantenga el suelo húmedo con riegos y verá que germina y ocupa los espacios... si hay fallas, se puede repetir.
Si además cubre la semilla con una fina capa de aserrín de álamo, tan fácil de conseguir, la germinación será más segura todavía... y Napoleón habrá tenido razón.
EL CESPED TAMBIEN CAMBIA DE COLOR EN INVIERNO
En esta época del año, en que ya ha comenzado el invierno, se repite una serie de preguntas. Unas de las más habituales se refieren al cambio de color de algunos árboles, arbustos y del césped.
Esto, en Roca, se puede ver claramente en nuestra “rotonda de la Manzana”, donde los buxus que la enmarcan han virado de su tradicional verde jugoso a un marrón subido, lo que desconcierta e induce a error a más de uno. Es que al lado se pueden ver otros que aún se mantienen con su color original: eso se debe seguramente a mejores condiciones de suelo y de riego o mayor reparo de los vientos fríos.
No faltarán los que opinan que se deberían eliminar porque están secos.
También el césped cambia de color. Nuestra tradicional festuca alta, especialmente, expuesta a bajas temperaturas, envía sus reservas a las raíces y deja a su follaje abandonado a su suerte, el que se vuelve de color amarronado. Obviamente tampoco está seco, sino que simplemente está protegiendo del frío a sus órganos más sensibles, las raíces, que son las que le permitirán rebrotar y volver verdes a sus hojas ni bien aumenten un poco las temperaturas.
También es obvio que regar cuando muestran este estado de reposo es tan inútil como “cenicero de moto”.
TRAYECTORIA
Esta semana, nuestro columnista especializado en jardinería Teodorico Hildebrandt cumple 30 años de estar publicando en este diario su columna todos los domingos, sin haber faltado nunca siquiera una vez. Todo un logro que se suma a su calidad y seriedad de conocimiento en esta materia que él posee. Así lo atestiguan sus fieles lectoras, principalmente, para quienes “lo que dice Teo” es palabra sagrada. Producto de su permanencia y responsabilidad. (H. L)