Muchas veces el vacío cobija la resignación, la inquietud, la congoja o el reclamo. Y el paso del tiempo, muchas veces también, logra que esas actitudes se disipen.
Pero cuando el vacío ocupa un lugar significativo y persistente en una sociedad surge la promesa de recordar siempre como una suerte de virtud proactiva de la ausencia.
Es así como parece hoy percibirse la desaparición de más de 2.000 personas que desaparecieron durante la reciente guerra que etnias serbias y albanas protagonizaron en Kosovo.
Justamente allí, en la Galería de Arte de Pristina, capital de Kosovo, un albano kosovar camina debajo de rosas suspendidas del techo en una exposición dedicada a personas desaparecidas y luego encontradas muertas durante el conflicto en esa provincia serbia. De este modo, una vez más, el arte mengua el dolor de un pueblo.