Los pobladores de Aldea Santa Rosa, en la provincia de Entre Ríos, crearon un museo donde guardar la memoria de los alemanes del Volga que arribaron a la Argentina.
Se trata de Unser Dorf, en castellano Nuestra Aldea, una iniciativa que movilizó al centenar de habitantes que tiene Aldea Santa Rosa que se propusieron conservar el legado de sus antepasados llegados a fines de siglo XIX y a principios del XX.
"La idea surgió en el 2004, los pobladores manifestaron que necesitaban un lugar para guardar sus costumbres, sus objetos. Fue una gestión participativa de 36 familias", precisó a DyN, Griselda Prediger, geógrafa, y precursora de este proyecto, junto a Gabriela Rodríguez.
Ambas diseñaron este proyecto en el "Curso de Posgrado de Alta Dirección en Turismo Rural" de la Facultad de Agronomía, de la Universidad de Buenos Aires. La aldea Santa Rosa, ubicada en el departamento Paraná, a 10 kilómetros de la ciudad de Crespo, fue fundada por un grupo de colonos rusos y alemanes el 10 de octubre de 1893.
"Entre Ríos tiene una fuerte presencia de alemanes del Volga. Es la comunidad más grande. Le siguen las de Buenos aires y La Pampa", indicó Prediger, quien añadió que "en la costa del Paraná hay 12 aldeas y en la del Uruguay algo menos".
Sin embargo, y a pesar de la fuerte presencia de esta colectividad en la provincia, fue la Aldea Santa Rosa, con apenas 100 habitantes la que llevó la bandera de la memoria de estos inmigrantes que dejaron un rico legado histórico-cultural.
Esta inquietud fue tenida en cuenta por los integrantes de la Juventud Agraria Cooperativista (JAC) de La Agrícola Regional de Crespo (LAR), por un grupo de técnicos y por el Municipio.
Se comenzó a proyectar la construcción de un museo como un medio para dar significado a la identidad de la comunidad y un lugar destinado a guardar y mostrar objetos, como testimonios de mensajes sobre las actividades que permitieron realizar y de las huellas que quedaron sobre ellos. Se levantó en un galpón, cedido en comodato por un poblador de la Aldea, ubicado frente a la plaza del poblado y es una construcción típica de los alemanes del Volga, con paredes de ladrillo a la vista y techo de chapas.
Desde la escuela se seleccionaron y recolectaron los objetos a exponer. Se priorizaron los relacionados a iluminación, la vida cotidiana, el trabajo en el campo, libros y sobre todo lo religioso, que marca significativamente la identidad de este pueblo.
Los objetos fueron clasificados y restaurados por los mismos alumnos con la guía de los especialistas, por medio de talleres.
Allí se pueden ver elementos la vida cotidiana correspondientes a un dormitorio y una cocina; herramientas de la producción, una incubadora, una desgranadora de maíz, y desnatadora de leche; muchas imágenes religiosas, biblias, vestimentas, un cáliz; fotografías, la campana de la escuela, los libros de los bancos y mapas. También hay una ventana de una de las primeras viviendas, donde se pusieron fotos, y hay una cocina de las antiguas.
"El museo tiene un fin educativo porque se puede aprender cómo se hacían las cosas antes", destacó Prediger, quien remarcó que "esta iniciativa hizo que la población entera se sienta partícipe de algo".
(DyN)