Desde siempre, cuando acecha el calor, se apuesta por vivir al aire libre, en contacto con la naturaleza. Sin techos ni paredes, sólo con lo básico, como fue en "el inicio". Así, la libertad parece recobrar más fuerzas: aunque sea una fantasía pasajera, pero una fantasía al fin... Toda una sensación inolvidable, con cierto arte minimalista de la sofisticación. Puede ser en la chacra, debajo de un centenario frutal, o en el mar, con un sofá y una mesa abandonada que fue rescatada para recibir unos tragos con amigos. Es el espíritu nómade que todos llevamos puesto en acción. La puesta deco puede durar unas horas, una tarde, una noche o apenas unos días. No importa: lo principal es romper con el tiempo, la vida social de compromiso y la rigidez de la rutina diaria. La idea es acampar con aires deco, a dos pasos de nuestra casa principal o a kilómetros de ella; cambia la circunstancias. Es decir, nada de cerraduras y alarmas, nada de miedo por inseguridades, nada de horarios y preocupaciones. Reencontrarse con la armonía de las personas y las cosas es la meta.