Hay dos formas de adornar el jardín con flores. Una es ir a los revendedores y comprar los plantines ya hechos, en macetitas, y plantarlos en el jardín. La otra, es hacerlos uno mismo a partir de semillas.
Es indudable que la primera opción es la más rápida, sencilla y práctica. La segunda, lo “fato in casa”, y es indudablemete mucho más barato y tiene el gustito de la “comida casera”.
TIPOS DE FLORALES
Podemos clasificar la amplia gama de semillas de flores que ofrece el mercado, en dos tipos básicos: las anuales y las perennes.
Las primeras son las que nacen, crecen y florecen en la misma estación y luego desaparecen en forma natural, lo que en nuestra región es más notorio a causa del frío del otoño e invierno. Las segundas, como el nombre lo dice, son aquellas que se mantendrán vivas por varios años ... pueden desaparecer a causa de frío invernal, pero rebrotarán como si nada en cada primavera.
Pero también hay un grupo intermedio, también muy interesante, que es el que forman las bianuales. Su ciclo dura dos años y luego desaparecen.
EPOCAS DE SIEMBRA
Las anuales, las más fáciles, se siembran en la primavera, ni bien han pasado los peligros de heladas primaverales. Generalmente en nuestra región lo hacemos en almácigos en agosto y setiembre, protegiéndolas de noche de los fríos que las pueden afectar y así obtenemos plantines fuertes y bien desarrollados para plantar en lugar definitivo en octubre y noviembre, dentro de las ciudades y algo más tarde en las chacras ... tomemos como ejemplo los almácigos de tomate (que obviamete no dan flores, sino tomates ... aclaro, por las dudas).
“Hasta aquí vamos bien, dijo el pavo y estaba en la puerta del horno” ... pero cómo es el tema con las perennes.
También las podemos sembrar en primavera pero, al contrario de las anuales, necesitarán todo el período vegetativo, o sea hasta el otoño, para desarrollarse como planta ... luego se bancarán el invierno y en la primavera siguiente comenzarán a florecer.
Esto, por supuesto, con aquellas perennes que resisten las heladas, porque en caso contrario sólo las podremos cultivar en macetas y poner a resguardo en la época fría.
En el caso de las bianuales, podemos hacer exactamente lo mismo, para obtener flores en la segunda primavera.
O sea, si usted saca la cuenta, estaremos cuidando plantas que recién nos darán satisfacciones a los 12 meses, aproximadamente. Y todos sabemos que el trabajo de regar, desyuyar y ralear lleva su tiempo.
Por eso nos podemos valer de una triquiñuela botánica. Como tanto las bianuales como las perennes necesitan un período de calor para crecer vegetativamente y luego de frío para que se incentive la formación de flores, les “afanamos” casi seis meses sembrándolas ahora, en diciembre.
De esta forma tendrán tiempo de formar sus sistemas de hojas y raíces, entran al otoño/invierno lo suficientemente fuertes como para aguantar hasta la primavera y luego, en agosto o setiembre, según la especie y a cómo venga la mano con las temperaturas ambientales, florecerán como si nada hubiese pasado.
DONDE Y COMO SEMBRAR
Podemos hacer los almácigos tanto en macetas como en tierra. Eso estará determinado por la necesidad de hacerlo bajo vidrio, de acuerdo el frío reinante en cada zona.
Salvo por el tamaño del almácigo, el procedimiento es exactamente el mismo. Hay que asegurar un buen drenaje, colocar un sustrato (tierra de jardín, comprada en bolsas o, como en nuestra región del Alto Valle, tierra arenosa de las bardas).
Cuando la semilla es muy pequeña, puede ser práctico mezclarla con polenta barata, de modo de ver la densidad de siembra.
También se puede definir la profundidad al tapar los surcos con más o menos sustrato.
Luego, al regar y para evitar que se lave la semilla. se puede colocar encima una manta antiheladas (ver foto), la cual se puede retirar una vez que esté totalmente seca, para evitar que queden adheridas las semillas pequeñas.