| El tradicional corcho que obtura las botellas de vino tendría poco futuro: según los bodegueros, su reinado caería a manos de los tapones sintéticos y de las tapas a rosca. El corcho se fabrica con la corteza del árbol alcornoque, una especie en extinción, de acuerdo con los pronósticos de los especialistas en botánica y, en general, se importan desde Portugal. Frente a este panorama, desde hace unos años algunas bodegas comenzaron a emplear tapones sintéticos fabricados con polímeros, más económicos que los de alcornoque y con ventajas adicionales: no alteran el sabor e impiden el desarrollo de hongos. Mariano Beneyte, gerente comercial de “Cavas Rosell Boher”, señaló a DyN que “sin lugar a dudas los tapones sintéticos y semi sintéticos llevarán la delantera en el futuro. La industria del corcho natural está en crisis, básicamente porque no puede seguir el ritmo de crecimiento de la industria vitivinícola mundial”. Luis Pablo Conalbi, socio gerente de “Conalbi Grinberg Casa Vinícola”, prefiere el tapón de corcho porque “le da una calidad distinta al producto terminado”, como aromas y hasta el sonido al destapar la botella, aunque reconoce que en el futuro empleará “el tapón sintético, por su ventaja económica y hasta ecológica”. El productor francés Philippe Subra, propietario de la pequeña bodega mendocina “CarinaE”, reniega de las nuevas tecnologías: “Tengo un freno cultural muy importante con respecto a esto. El corcho clásico permite disfrutar de todo el placer que procura. Reconozco que los sintéticos son un buen producto, pero no es la misma poesía que lo natural. ¡Que se planten alcornoques en todo el mundo!”. También tradicionalista, el enólogo Angel Mendoza, de “Domaine St. Diego”, asegura que “un buen corcho natural es signo de status, tradición, elegancia, fineza, naturalidad y es el perfecto tapón para una madurez suave y prolongada de los grandes vinos, por más de diez años”. Otra opción es la tapa a rosca metálica, que la bodega “Terrazas de los Andes” emplea para su “Dos Voces Sémillon-Sauvignon Blanc”: “Una de las diferencias es su alto grado de hermeticidad. Con los corchos tradicionales los aromas y sabores a fruta del vino se van perdiendo de manera más rápida que utilizando sistemas de tapa a rosca”, indicó Alejandro Chinni, Brand Manager de “Dos Voces”. El enólogo Rodrigo Valdés, de la bodega “Bianchi”, explicó que “la tapa a rosca protege mejor a los vinos blancos y de alta rotación de los efectos oxidativos nocivos, y además este sistema comenzó a ser una exigencia de varias cadenas de hipermercados europeos y especialmente ingleses que no deseaban reclamos y devoluciones de sus clientes por el famoso ‘gusto acorchado’”. Carlos Vázquez, director de la bodega “Altos Las Hormigas”, cree que el futuro será “a rosca en los vinos que no sean ‘premium’, aunque habrá que convencer al consumidor de que es el mejor sistema para llevar el vino a su mesa con la fruta y frescura casi intactos”. Para Gustavo Agostini, enólogo de la bodega neuquina NQN, “la tapa a rosca anda muy bien en vinos nuevos y de pronta comercialización, es inerte y mantiene todos los aromas jóvenes del vino”, pero advirtió que “en vinos de guarda se debe seguir ensayando”. El gerente general de “Renacer Top New World Wines”, Eduardo Gramblicka, opina que el problema de la tapa a rosca es “la imagen. Este sistema de cierre es excelente, hemos probado e investigado, pero consideramos que falta educar a los consumidores”. En ese sentido, Santiago Lauret, de la bodega cordobesa “La Caroyense”, destacó que “entre los consumidores se evalúa que un vino con tapa rosca es de calidad inferior. Por otra parte, este sistema rompe el ritual del destapado, pero es un tema de imagen y comunicación: hay vinos extraordinarios con tapa a rosca”. (DyN) |