| Vivir en un barrio cerrado supone trasladarse a otro mundo sin abandonar las comodidades que ofrece la ciudad. Significa estar lo suficientemente cerca del trabajo pero con la distancia perfecta para alejarse del ruido y el agobio de las grandes capitales. Si bien algunos countries pecan por la uniformidad de sus casas y sus paisajes estereotipados, es posible encontrar excelentes construcciones donde es palpable el buen gusto de los propietarios y la creatividad de los arquitectos y diseñadores. Un buen ejemplo es la estupenda casa que Sergio Colombo se mandó construir en un lote que tenía desde hacia siete años en inmediaciones de El Tigre, un suburbio al norte de Buenos Aires. La obra duró nueve meses y estuvo a cargo del estudio Afra. La etapa del diseño tomó tres meses en los que Sergio y su esposa Roxana se reunieron con los creativos para intercambiar ideas, plantear conceptos y definir en equipo los puntos clave del proyecto. Los dueños querían una casa moderna, racionalista, de espacios amplios e integrada a los elementos. Aprovechar al máximo la exuberancia de la naturaleza, la calidez del sol, el verdor de la vegetación y la espléndida vista a la laguna. En líneas generales que fuera un ambiente acogedor que combinara espacios generosos y distendidos para las áreas sociales y volúmenes despojados y muy tranquilos para las zonas privadas. La discreción es parte esencial de los barrios cerrados donde la vida se desarrolla de puertas para adentro en un clima muy sereno y reservado. Como la idea no es exhibir sino que los habitantes disfruten para sí mismos las ventajas de la propiedad la fachada que da a la calle es bastante discreta y se resume en un muro de ladrillo revocado con revestimiento texturado de tarquini. Al cruzar el umbral el tesoro que ha permanecido oculto a los extraños se revela en todo su esplendor. La construcción, que plasma el gusto de los propietarios por la arquitectura racionalista, mexicana y portuguesa, tiene dos plantas y por las características del terreno está dispuesta en forma de L con vistas a un patio. “En estos terrenos siempre hay que dejar como unos respiros, en este caso de dos metros y medio de cada lado. Por ahí corre aire. La idea era que la casa recuperase la dimensión del todo el lote. Al cortarla en dos estaba el riesgo de que una parte del terreno se perdiera. Queríamos que desde la casa se viera todo el terreno. Tratar de que los ambientes no estuvieran estructurados por sus propios límites”, señala el arquitecto, Pablo Ferreira, integrante de la oficina Afra. No más entrar se descubre el patio que, además de su belleza, es bastante funcional ya que le mete luz a la casa y evita que se prolonguen las zonas de sombra cuando el sol se va para atrás. Ese precisamente fue uno de los mayores retos que tuvo que afrontar el equipo del estudio Afra durante el diseño de la casa debido a que el lado que tiene la mejor vista es el menos iluminado. De ahí que se haya tenido que acudir a varios recursos arquitectónicos para explotar al máximo la entrada de luz natural. Cruzando el patio se encuentra un living bastante crecido con columnas y carpinterías abiertas que le dan un aspecto de galería donde sobresale el pliegue de hormigón sobre la chimenea. Luego viene el comedor, el cuarto de juegos y el estar para la tele. En la segunda planta se distribuyen los dormitorios y un escritorio al final del pasillo, perfecto para estudiar y adelantar trabajo de la oficina. “El cuarto principal era el lugar en el que más había que aprovechar el paisaje. No es un cuarto grande, tendrá 4 x 5,5 metros. Pero al tener el vidrio en un ángulo que agarra la laguna se agranda la escala del cuarto inmensamente. El mismo cuarto con paredes y una ventana sería mucho más chico”, añaden en el estudio. En la construcción se emplearon materiales nobles como la madera y el granito que ayudaron a darle a la casa un carácter contemporáneo. Por solicitud del dueño se añadieron mosaicos graníticos, aceros, carpinterías de aluminio y maderas. La paleta de colores se planteó inicialmente en la línea tiza, marrón y naranja pero actualmente los ambientes están deviniendo más hacia el chocolate. “Lo que primero se nos ocurrió hacer a nosotros fue generar esta tipología más de casa de patio que tenga interioridad y vida propia, que el barrio no la tiene. En esta casa lo que había que definir era el paisaje, claramente era la laguna, el sol y el aire libre. El armado de lugares exteriores fue prioritario. En el estudio nos gusta que los materiales se usen como son y que no haya segundas operaciones. En esta casa los materiales son los ambientes exteriores, el hormigón a la vista, los baldosones blancos. Teníamos un material frío que era el hormigón entonces pusimos unas maderas para dar un poco de calidez”, apunta Pablo, quien considera que las viviendas no sólo deben ser lindas para ser fotografiadas sino que deben irradiar buena energía para ser habitadas. La casa no es un simple espacio sino que está pensada como un hogar que va evolucionando con el paso del tiempo. El diseño no se limitó a la situación actual de un matrimonio con hijos pequeños sino que contempló el crecimiento de los chicos y las necesidades que pueden ir teniendo a medida que la familia se va transformando. Para Sergio, el propietario, la casa cumple con sus expectativas de confort, elegancia y comodidad. “Lo que más me gusta son las noches con luz dimerizada, las palmeras en movimiento bossa nova y las velas al borde de un curso de agua. Lo mejor es la sensación de estar en un lugar que no se asemeja a una casa en un barrio privado”, aclara Sergio al tiempo que reconoce que le hizo falta dejar un espacio libre que le pudiera servir de garaje para un auto clásico. Con una pileta envidiable y una maravillosa vista a la laguna no hay duda de que esta casa revoluciona el concepto de country elevándolo a otro nivel. Texto: María Inés Mc Cormick. Estilismo: Mariana Rapoport. Fotos: Daniela Mac Adden/Surpressagencia |