| El valle de Chanquín es el primer número de esta obra que se pone sobre un escenario majestuoso en el sudeste de la provincia de Río Negro. El arroyo Valcheta acompaña durante parte de los 70 kilómetros de tierra que involucra la travesía. A veces se acerca y otras se aleja y apenas permite que se vean los árboles que crecen a su vera. Hacia el frente el macizo imponente de la meseta de Somuncura muestra sus primeras formas. La roca volcánica o basalto, que los lugareños llaman "piedra bocha", empieza a verse entre el ripio del camino. Y las paredes que sostienen esta enorme planicie, que se extiende a lo largo de más de 15 mil kilómetros cuadrados, cada vez parecen más altas, al tiempo que permiten que la ruta zigzagueante se introduzca en sus misterios y sus bellezas. Después de una pronunciada trepada, descendiendo hacia una de las vertientes se observa el paraje Chipauquil, con su albergue escolar y sus casitas dispersas entre la profusa arboleda. Un poco más arriba, el destacamento policial, y continuando en la escalada, donde los murallones que limitan la meseta conforman un rincón impresionante y único, lleno de naturaleza y de colores cambiantes, aparece el establecimiento buscado. No es la primera vez que "Río Negro" visita este campo, donde habita la mojarrita desnuda, una especie endémica, que solamente se encuentra en las nacientes del arroyo Valcheta. Pero ahora una nueva construcción sorprende más a los cronistas. Ya la casa original que aún perdura creada por el pionero don Juan Asconape, tenía características especiales. A partir del ingenio del viejo poblador ya fallecido se había montado allí un generador de energía eléctrica que funciona con el cauce del manantial y se habían logrado comodidades pocas veces vistas en las campos de la zona. Pasando los galpones y junto a los añosos árboles, aparece una casa construida por los nuevos dueños, con toques de estilo rural, un destacado uso de los materiales de la zona y un concepto estético plenamente compatible con esta parte de la Patagonia. Resalta la posibilidad de contemplación de un paisaje que cambia día tras día como las imágenes de un caleidoscopio. La vista se modifica estación tras estación. El otoño amarillea los juncos del arroyo, la nieve de tanto en tanto regala algunos blancos intensos y las nubes del invierno ofrecen un gris oscuro amenazante que a su vez exalta el azul de las piedras. Pero cuando el calor empieza a llegar y el clima se torna generoso, los verdes se entrelazan como en un cuadro pleno de vida. Allí, en ese marco impresionante, los nuevos dueños del establecimiento El Rincón, situado setenta kilómetros al sur de Valcheta, al pie de la meseta de Somuncura, a pocos metros del paraje Chipauquil, levantaron una casa perfecta que les permite disfrutar cada tanto semanas enteras de tranquilidad y solaz al aire libre. | 
