Las escuelas son el espacio cultural más potente que han desarrollado las sociedades modernas para formar ciudadanos. Para que ese contrato social funcione es fundamental que los padres depositen su confianza en ellas, pero también que no las consideren un depósito donde dejan y retiran a sus hijos sin involucrarse ni comprometerse. Ésta es la postura de una especialista en la materia, Silvia Wolodarsky, licenciada en Educación, psicopedagoga y actual asesora del ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires. Aquí, seis claves para que los padres sumen y no resten.
* Tolerar la espera: una condición indispensable en la era del zapping, el mouse, los joysticks, los celulares multifunción, el vértigo y tanta información disponible con un doble click. Como a la hora de largarse a caminar o hablar, no todos los chicos responden con la misma velocidad a los estímulos. Y no importa si un chico lo hace más rápido o más lento que los compañeros, lo central es que disfrute el camino mientras llega con su propio ritmo al mismo resultado final.
"Lo que los chicos aprenden se pone a prueba en diferentes situaciones: cuando se relacionan, producen ideas, argumentan, contraargumentan. Incorporar algo que no se sabía requiere de ensayos, ejercicios y ponerse a prueba. Se puede hacer un buen papel... o un mal papel. Los padres deben ser tolerantes con los tiempos de sus hijos y no impacientarse", explica Wolodarsky.
* Confianza: esa tolerancia debe montarse sobre la creencia de que los chicos están en un establecimiento adecuado y con maestros que saben lo que hacen. Sin la noción básica de confianza todo tambalea. "La impaciencia es un rasgo infantil. Es clave que los chicos sientan que los maestros y los padres confían en ellos, en sus recursos. Pero si los padres se dejan llevar por esa impaciencia que a veces los niños manifiestan como enojo, si se enganchan con la queja y le suman la propia, terminan por restar confianza en el docente. Hoy los maestros trabajan con el concepto de igualdad de inteligencias a desarrollarse y abrirse al conocimiento. Pero para que los padres acompañen el proceso y contribuyan a que sus hijos vayan a clase con alegría y deseos de aprender es fundamental que crean en los maestros, que no los cuestionen, que sepan que estudiaron para estar al frente del aula. Y si hay algo que no les cierra no desautorizarlos frente a los hijos sino conversar con el docente, de adulto a adulto", sostiene Wolodarsky. Y agrega: "Por supuesto que si los chicos denotan alguna clase de abuso psicológico, trastornos en el sueño, en la alimentación, alteraciones emocionales persistentes, ahí si que tenemos que encarar el problema de otro modo".
* Responsabilidad: "Los chicos no deben enterarse el domingo que el lunes van al colegio", dice la especialista y apunta a que los padres deben preparar el terreno para el regreso a clase o, más aún, para el primer día en las salas de los jardines o las aulas de la primaria. Es necesario que ayuden a que sus hijos acomoden el reloj biológico al ritmo que pronto tendrán en el colegio, que preparen un espacio para hacer la tarea. "No importa si no hay un escritorio y se elige la mesa de la cocina. Lo importante es que los chicos sepan que el espacio existe. Recursos como forrar una lata o una caja para guardar los lápices y los papeles suman. También las chinches o los papelitos para los recordatorios. Ni hablar si se puede agregar un pizarrón. Y luego, respetar tanto los horarios como la higiene", señala Wolodarsky.
* Participación: esta idea apunta a involucrar a los chicos en todo lo que se pueda, como la elección de la cartuchera, la mochila, visitas a la escuela y contactos como los compañeros de sala o de grado antes del inicio de las clases. "Además de las indispensables vacunas, no está de más una visita al oculista para chequear que no haya ningún problema en la vista. Otro aspecto es proponer a los familiares que colaboren para llevar o buscar a los chicos, armar una red con otros padres y generar organizaciones barriales de cuidado a distancia con el quiosquero, el panadero y otros comerciantes para que los miren en los horarios de entrada y salida mientras los chicos van o vuelven en grupo y se pasan a buscar o se despiden en la casa de cada uno, para que ganen independencia", afirma la especialista a "Río Negro".
* Autonomía: "Hay que dejar que los chicos hagan todo lo que pueden hacer por sí mismos", dice Wolodarsky. Vestirse, bañarse, higienizarse, preparar los útiles, la mochila y hacer la tarea son algunos ejemplos. "A veces hay padres que me preguntan por qué sus hijos no pueden y otros sí -continúa-. La dinámica familiar influye en que haya chicos más predispuestos a resolver cosas solos y otros a los que les complace la dependencia. Una mamá o un papá sin tolerancia a la espera que deciden hacer la tarea de sus hijos, restan y no suman. Cuando nacemos somos absolutamente dependientes de los adultos. Pero con el correr de los años debemos incorporar recursos para resolver las situaciones por nuestros propios medios. Es bueno que los padres alienten esta idea".
* Interés: "Los elogios a su producción autónoma y acompañarlos en las complicaciones hacen que se sientan reconocidos. Cuando los padres preguntan en la cena ´cómo te fue en el cole´ y los chicos ´cómo te fue en el trabajo´ se genera complicidad", remarca Wolodarsky. Y aquí aparece otra idea que atraviesa en forma transversal todas las claves: desdramatizar. "Recuerdo el caso de una mamá y un papá que vinieron a verme muy preocupados porque no sabían cómo decirle a su hijo que debía ir a un recuperatorio. El padre era deportista y le sugerí que le comentaran al chico que tenía que ir a la escuela antes para empezar a ´entrenarse´. Se fueron mucho más tranquilos. Es que a veces creamos una situación dramática donde no la hay. Y si hay quejas, berrinches y reproches tenemos que tener todos los datos para buscar caminos que solucionen el problema", explica. Y termina: "Celebrar juntos los avances y soportar juntos las frustraciones es la demostración más pura de lo involucrados e interesados que están los padres en cómo les va a sus hijos en la escuela".
Es fundamental que los padres crean en los maestros, que confíen en ellos, que no los desautoricen delante de sus hijos