El gobierno nacional presentó en sociedad el reciente acuerdo con el Club de París como un triunfo de la Argentina frente a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que buscaba "hurgar" en las cuentas del presupuesto nacional.
La presidenta tuvo su hora de gloria.
Pero no siempre este tipo de anuncios significa un buen negocio para el país.
Recordemos, hacia fines del 2005, cuando el ex presidente Néstor Kirchner tomó la decisión de cancelar al FMI el total de la deuda que la Argentina tenía pendiente y cerrar la puerta a cualquier posible endeudamiento futuro con este organismo internacional.
"Se acabó el FMI... no necesitamos de él", clamó el ex presidente en los primeros días de enero del 2006 en un acto realizado en la provincia de Buenos Aires ante una juventud exultante. Movió la fibra íntima de muchos de esos jóvenes con frases como "los que vamos a conducir la Argentina seremos los argentinos".
Pero la realidad económica que muestra la historia fue por un carril distinto de la fiesta política que se vivió en ese momento.
Néstor Kirchner se quedó sin financiamiento y pidió "ayuda" al gobierno de Venezuela, el que entre el 2005 y el 2007 adquirió unos 5.100 millones de dólares en bonos soberanos de la Argentina a las tasas más altas que en ese momento se encontraban en el mercado: 15% anual en dólares.
En el mismo período el FMI volvía a ofrecer préstamos al 6% anual. Los argentinos perdimos millones de dólares con esa decisión.
En línea con aquel anuncio de fines del 2005, esta semana Cristina Fernández cerró otra puerta al FMI. La noticia volvió a generar euforia en la militancia. "Se sale del default con honor", se llegó a escuchar el miércoles de boca de un dirigente K en una entrevista radial. Una expresión que muestra mucha pasión.
Sin embargo, y tal como lo señaló esta semana el columnista Carlos Pagni en "La Nación", la ausencia de la auditoría del FMI termina encareciendo el financiamiento de esta renegociación puntual con el Club de París: en vez de beneficiarse con la fórmula corriente que aplica el organismo a sus deudores (20 años de plazo, 10 de gracia y una tasa del 3%), la Argentina tendrá que saldar su deuda en, tal vez, no más de tres años. El "sobrecosto" de esta nueva decisión del gobierno recién se conocerá el próximo año, en tiempos de elecciones.
Con la ciclotimia que muestran hoy los mercados, sería bueno que el gobierno no se dejara llevar por tantas emociones. (J. L.)