Aunque las estadísticas oficiales muestren un vigoroso crecimiento de la actividad económica durante los primeros nueve meses del 2010, contrarrestando el efecto negativo que había producido la crisis internacional en nuestro país en el 2009, los indicadores de pobreza no reaccionan a dicho fenómeno.

Una de las principales causas de la ausencia del deseado "derrame" que se hubiera esperado sobre las variables sociales puede encontrarse en el alto nivel de inflación registrado, que las estimaciones privadas ubican para todo el 2010 en torno al 25%.

Este año la economía mostró relativamente buenos niveles de crecimiento, registrados por estimaciones tanto privadas como públicas.

Así, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), realizado por el organismo oficial Indec, mostró una economía en expansión y con tasas en alza hasta mediados de año, momento en que el indicador presentó una leve caída para describir una actividad global creciendo al 8% en comparación con el mismo mes del 2009.

Al mismo tiempo, el Índice General de Actividad (IGA), de la consultora privada Orlando Ferreres y Asociados, describió el mismo comportamiento de la actividad económica pero con una trayectoria un tanto más moderada, de modo que su estimación alcanza un crecimiento anual del 6%. (Ver infografía)

Más allá de estos estimadores de actividad puntuales, en general los expertos coinciden en que el crecimiento de la economía global que se espera para todo el 2010 rondaría entre el 6 y el 8%.

Pero es importante describir a qué factores se atribuye este crecimiento. No estuvo definido por un alto nivel de inversión en el sistema productivo -que en definitiva determina el crecimiento sostenible a mediano y largo plazo del país- sino que el impulso de la economía se basó principalmente en los altos niveles de consumo tanto privado como público.

Por un lado se puede apreciar un importante gasto público impulsado por transferencias que intentan mantener altos los niveles de demanda interna agregada : las transferencias a consumidores como son la asignación universal por hijo, con el objetivo paliativo que causa la inflación sobre los sectores con menos recursos; las transferencias a sectores productivos como los subsidios al empleo en algunas ramas industriales, así también a la energía y al transporte.

Por otro lado el gobierno nacional convalidó paritarias que reconocieron en algunos casos aumentos salariales que rondan entre el 25 y el 35% anual para sectores como alimentación, gastronómicos y camioneros, entre otros, que resulta un significativo impacto sobre las expectativas de consumo de este segmento de la fuerza laboral.

Los planes de créditos en 50 cuotas para la adquisición de electrodomésticos, viajes y turismo, y préstamos personales por parte de bancos y grandes cadenas comerciales también alimentan y promueven el consumo de bienes finales.

Por último, y sin intentar detallar una lista exhaustiva, la ausencia de oportunidades de inversión, en un ambiente inflacionario e incierto que aleja los proyectos de riesgo medio, expulsa fondos hacia el consumo.

La política de estimulación del consumo se transformó así en el objetivo de política económica por parte de la administración kirchnerista, que decidió crear una pasajera primavera preelectoral, no priorizando la creación de un ambiente propicio y certero para fomentar inversiones genuinas del sector privado y con ella la demanda de empleos y el ingreso de la población que hoy está fuera del sistema.

¿Y EL "DERRAME"?

A pesar del crecimiento económico registrado en el 2010, los indicadores de pobreza no dejan de liderar el ranking de los temas de materias pendientes de este gobierno, aunque intente encubrirlo bajo los números oficiales entregados por el Indec.

Como se puede observar en el infograma que acompaña, la línea de pobreza muestra una marcada tendencia alcista, con mayor ímpetu a partir de enero del 2010, tanto para las estimaciones del sector privado como para las correspondientes al sector público. La brecha entre ambos registros también muestra sus diferencias. Los desvíos entre lo informado por el organismo oficial y los cálculos privados realizados por Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), son cada vez mayores, alcanzando un diferencial del 63% en el mes de junio pasado, último dato disponible a la fecha para realizar la comparación.

Es que mientras la canasta básica total, que se utiliza para medir la línea de la pobreza, para el Indec ascendió en junio pasado a 1.166 pesos para un hogar tipo, para la medición de FIEL la misma alcanza los 1.903 pesos.

Aún más desconcertante es la comparación con los datos del mismo mes del año pasado, que según el oficialismo la canasta básica total ascendía a 1.007 pesos. Esto significa, según las autoridades nacionales, que una familia tipo para no pasar la línea de la pobreza debería haber cobrado en junio de este año 158 pesos más que el año anterior.

En el análisis para el nivel de indigencia la diferencia es aún mayor que para el caso de la pobreza, ya que si se compara la canasta básica alimentaria, para el organismo oficial el costo de la misma fue en junio pasado de 537 pesos, mientras que para la entidad privada mencionada fue de 1.015 pesos. Aquí la brecha entre ambas es de casi el 90%.

Como consecuencia de la disparidad entre las mediciones privadas y las públicas, los porcentajes de la población que viven en condiciones de pobreza e indigencia también contrastan significativamente.

Mientras las primeras muestran tasas de pobreza en un rango que va del 23% al 30%, y sitúan a la indigencia en porcentajes del 8% al 12%, las mediciones públicas detallan un nivel de pobreza del 12% y un nivel de indigencia del 3%, todos para el mes de junio pasado. Es decir, menos de la mitad para ambos casos.

Todas estas diferencias de estimaciones se deben a la falta de reconocimiento por parte del gobierno nacional del verdadero nivel de inflación, y de sus horribles consecuencias sobre las variables sociales más importantes.

La inflación es una herramienta muy poderosa que atenta contra los sectores más vulnerables de la sociedad, y mientras no haya un sinceramiento por parte de las autoridades nacionales y un cambio de política que frene el aumento de precios, los efectos del modelo continuarán generando pobreza e indigencia, lo reconozcan o no los datos oficiales que maneja impunemente el gobierno nacional.

Más allá de todo análisis que se pueda hacer acerca de la evolución de las variables sociales, no debemos dejar de reconocer que detrás de la palabra pobreza e indigencia hay niños, jóvenes y adultos, personas con escasa posibilidad de ascenso social que buscan y reclaman una mejor condición de vida.

Carolina Zilvestein

czilvestein@rionegro.com.ar